domingo, 11 de enero de 2015

LOS CUERVOS. Van Gogh


Quiero dedicar este Blog, a quien se siente postrado en una cama, ya sea por un accidente, tiempos de enfermedad, depresión, por exceso de medicación innecesaria, incluso sin diagnósticos, a merced de la atención y voluntad de familiares, amigos, vecinos; a quien empieza a hilvanar en su mente, la idea del final. A quien siente su cuerpo languidecer, su mente alucinar, divagar, extraviarse, pierde la voluntad y se somete a lo que los médicos dictaminan, sin siquiera evaluar la remota posibilidad de poder sanar. Porque la sensación es que, el que sabe es el otro. Se ve ajeno a lo que está viviendo, entra en un estado de confusión, sometimiento y claudica. “Me llegó la hora y bueno…ya no hay nada mas que hacer”. Y se va apagando, consumiendo y entregando. La vida tiene su momento de culminación física, más allá del sentido de la trascendencia o la reencarnación, o el cielo de los placeres, en fin, cada quien con sus creencias. Pero esa culminación, no está en manos de lo humano. El papel que juega nuestra mente en estos momentos, es crucial para la postura que adoptemos. Lo que va a determinar el creer que, lo que está sucediendo es, decreto del cielo o debilidad humana. Muchas veces, como sanadora, me toca ser desafortunado testigo del vuelo sordo de cuervos, esperando la oportunidad. Eso es más enfermante aún, para quien está rendido, pero no por eso ausente. Digamos que siente miedo, miedo de lo que “van a hacer con él o ella”. Como si el entorno estuviera conspirando para que no mejore. Y al sentir sus fuerzas desfallecer, deja que todo siga su curso. Lo cual sería fantástico en manos de la Fuerza vertical, pero no en manos especuladoras. A esa almita desconectada del Cielo, al menos temporalmente, quiero recordarle que la Fe se pone a prueba en los momentos más difíciles. Es fácil creer y confiar, cuando nos ganamos el Loto, estamos rebosantes de salud, la vida nos sonríe…pero, cuando estamos en medio de las adversidades, cuando nuestros anhelos van en una dirección y la decisión Divina no coincide, es más difícil. Y eso, puede hacer la diferencia. No podemos torcer la dirección de las decisiones celestes, pero podemos abrirnos, predisponernos al cambio. Convertirnos en facilitadores y no obstaculizadores. Ubicarnos en otro lugar y dejar que mamá Providencia, trabaje, sin molestarla. Tal vez no podamos estar en una playa al aire libre, caminando a orillas del mar, porque nuestra condición actual no nos lo permite. Pero podemos transportarnos por el tiempo y el espacio en busca de esas imágenes sanadoras, cada uno tendrá las propias, en vías de la recuperación. El contacto con la naturaleza es altamente curativo, pero hay otra Naturaleza, la Naturaleza Interna. El mejor medio ambiente, que es nuestra alma. El Peregrinaje alrededor del mundo, el que más nos ilumina y enseña, el Peregrinaje Interno. El viaje de mayor conocimiento, el que más enseña, el viaje hacia nuestro interior. La sonrisa que enciende el día, la sonrisa interna. La fuerza que de todo nos levanta, la fuerza interna, siempre referenciada en el Cielo. La felicidad del corazón, que no es algarabía, es contento, es la Felicidida, la decisión de ser y estar feliz, con el contento interno. Hay cosas mucho peores que perder la vida. Perder la libertad, por ejemplo, la dignidad…perder las ganas de vivir, perder la conexión con el trazo celeste, perder la Ilusión, el Entusiasmo y la Pasión. El darnos cuenta del uso o especulación de nuestra enfermedad por parte de “nuestros seres queridos”, nos quita toda ilusión de recuperarnos. Pero hay tanto por hacer en el planeta, que sería una pena circunscribirlo al medio familiar o más próximo. Cuando empiecen a pedirle que les deje este o aquel mueble “cuando llegue el momento de tomar la decisión de repartir” Perdónelos, “no saben lo que hacen”. Déjese soplar en la cara. Confié. ¡Levántese y ande! Y... ¡Mire lo que Van Gough hizo con los cuervos!
Desde el alma y con todo el corazón. Liliana Marcela Pérez Villar.

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