lunes, 23 de abril de 2018

ENFERMACIÒN: Enfermedad + informaciòn.

FURCIOS, si los hay…los hay. Y sucedió al darle una devolución en el consultorio a una paciente días atrás. Toda la sesión sintetizada en una sola palabra. ENFERMACIÒN= ENFERMEDAD + INFORMACIÒN. Ese exceso de palabras, explicaciones, datos, fechas, horarios, nombres propios, direcciones, tratamientos, números, sucesos, ese batir la mayonesa hasta estropearla que, lejos de sanar, termina empeorándolo todo, regocijándose en los padecimientos y agravando signos, síntomas y señales hasta el límite. Siempre la excusa que lo justifica todo, entonces las oraciones comienzan con “sí pero” o “no pero”. “A vos te va a matar el pero”, el “sìperismo” o el “noperismo”. Se hace tan difícil a veces, aceptar lo que acontece, que se trata de comprender, justificar, acomodar las cosas para poder asimilarlas de alguna forma. Cualquier pretexto suma a los mecanismos de defensas, palabras que no den espacio al silencio y sirvan para evadirse. Pero hay una…ahhhhhhhh…la mejor de todas…la maestría de la manipulación: la CULPA que, obviamente, siempre es del otro. Si dos mas dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis…te espero en la lechería. O sea: la CULPA es tuya. Ese es más o menos el mecanismo. En esta seguidilla de películas del cine independiente que me tuvo tan ocupada en mis ratos libres los últimos días, el BAFICI, rescato una escena tragicómica para mi gusto, que desde lo dramático me llevó a sonreír de costado. An elephant sitting still, película china de competencia internacional de 4 horas de duración. Un personaje culpaba a la mujer que no cedía a sus deseos, por haber matado él a alguien, al sentirse frustrado por su rechazo. “Es tu culpa que yo lo haya matado por lo triste que estaba por tu rechazo”. Me pregunto, qué es lo peor que puede suceder si nos encontramos con lo que nos pasa. Si nos responsabilizamos de pensamientos, sentires, hechos…Sí, es verdad, no se puede cambiar el pasado, pero se puede leerlo de otra manera, se puede rescatar, reparar, regenerar, renovar y no desentenderse de lo acontecido sino todo lo contrario. La palabra es una forma de comunicar, expresar, elaborar, acariciar, conectar. El tema es cuando se convierte en un arma de destrucción masiva, una máquina de fabricar ruido o un velo para ocultar lo obvio y disfrazarlo de justificación. Muchas veces sucede que empezamos las clases con un estado de extenuación total. Alguien llega de pelear con el tránsito por Panamericana o con malhumor por temas laborales, falta de sueño, mucho trabajo, problemas familiares o de pareja, económicos…Cada quien con lo propio. Todos los encuentros son un reencuentro con lo esencial. Con el silencio interno. Con la interrupción de los diálogos internos. Parar la maquinita trituradora de seres de humanidad. Recordar. Detenerse. Parar. La Gestalt Gestaltum, (el Hacer sin Hacer Haciendo), El Wu Wei (no actuar, que no significa no hacer nada), dejarse mover. Y ahí volvemos al principio. Excesos. Mucho de algo. Muchos problemas, muchas carencias, gritos, quejas, disgustos, muchos cálculos para llegar a fin de mes, pero sobre todo MUCHA INFORMACIÒN QUE ENFERMA= ENFERMACIÒN. Es una información que ha dejado de lado las evidencias contundentes y lejos de informar, se olvida de la función social de comunicar para lograr una sana formación al menos algo objetiva de lo que acontece. Se utilizan datos que ofenden, incomodan, que de acuerdo con la fuente parecen historias diferentes. Palabras que descalifican, arengan, critican, donde todos tienen razón. Conversaciones donde todo parece estar teñido del mismo color, que pretenden llevar siempre al mismo molino cada sílaba que salga de la boca. Ya se ha olvidado que hay cosas que se hacen aunque no las haga nadie, y cosas que no se hacen, aunque las haga todo el mundo. Si el que lo hizo no me simpatiza… “ahhhhhhhh… al paredón! Qué desgraciado” y si me simpatiza... “Ahhhhh… "sus razones habrà tenido"... estuvo fantástico… qué talento!” y en el medio… cri cri…cri cri… zombies convencidos de tenerla re clara, lástima la cantidad de tontos que no se dan cuenta como SHOOOO de cómo son las cosas. Lo sorprendente es la capacidad de resistencia del ser humano. Todos cansados, enojados, cargando estandartes “en contra de”, separando, quejándose, gritando, guerreando, pero de hacer algo distinto… ah! Eso no, eso no. Porque el que tiene razón soy Sho y los demás son todos unos… ENFERMACIÒN. Enfermos por el mal uso de la información que es un criadero de neurosis para defenderse de la angustia, donde además de los mecanismos conocidos de represión, negación y proyección, se apela al desplazamiento y a la intelectualizaciòn cuando el exceso de palabras, hablada o escrita y la manipulación de la información hacen destrozos. ¿Saben qué pasa cuando abandonamos las excusas, las justificaciones, la lanza de la palabra hiriente, la lengua karateca, el mal uso de la comunicación? Nos conectamos con lo que verdaderamente sentimos. A lo largo de mi vida he conocido personas de quienes nunca pude escuchar algo cariñoso. Es como si sólo se les estuviera permitido descalificar. Ponen kilómetros entre su corazón y el corazón de quienes los aman. Y si excepcionalmente se les escapa algo afectuoso, es rápidamente opacado por algún “pero”. No conocen el halago, sólo la crítica hiriente. Cualquier caricia positiva es seguida por una caricia negativa. Viven una vida de enfermedad. Porque sus silencios no son una conexión con lo genuino, con su mas auténtico sentir, sino un retirarse a rumiar su ira no resuelta y justificarse ante su Dios. La cercanía afectiva los coloca en situación de riesgo. Sienten que pierden el control. ENFERMAN. Les recuerdo el horario de las clases: M:O:V:E:R:S:E: Movimiento Energético Expresivo Rítmico Sensible. Lunes 9:30 a 11 H Sábados 14 a 15.30 H Qi Gong (Chikung) Mièrcoles 19:30 a 21 H Los esperamos. “Lo que más recuerdo de él es que en su presencia, enmudecía. Ninguna palabra valía más que el silencio. Todo lo contrario. Cualquier ruido o sonido terminaba por quitarme la profunda intimidad del estremecimiento. Es que sí, me ponía más liviana, quería oír su respiración, el roce del aire sobre mi cuerpo cuando pasaba cerca, vivir el regocijo de su caricia deseada aún, sin tocarme. Su sola mirada me colocaba. No había dudas, ahorros, miedos. Sucedíamos en un mundo intangible. Un plano tan sutil, etéreo, pero para nada frágil. Su delicadeza exquisita fortalecía mi sensualidad. Quería volar. Con sus ocurrencias siempre lograba despertarme una sonrisa. Me deslumbraba su agudeza, su ingenio, su creatividad. Lo hacían fuente de inspiración y gracia. Tenía humor y me alegraba; ternura y me aflojaba; exquisitez y me asombraba. Vivía en una especie de trascendencia anónima. Instintual por momentos, mental y especulador también. Cuando él aparecía, mis pies caminaban sin tocar la tierra, como los monjes voladores. Me desplazaba sin peso dejándome mover por fuerzas que claramente, no pertenecían al plano de lo humano. Fui capaz de inmolarme por 5 minutos más a su lado. Me refugié en un desierto en guerra para aliviar el dolor que calaba hasta mis huesos por su falta. Nunca se dio cuenta. Me tenía al lado y no se dio cuenta. Le faltó coraje. Por eso huía. Mi presencia lo enmudecía. Dos esclavos del silencio. Amantes que se besan detrás de las cortinas. Pero los mejores amantes. Amor que se predica y se oculta. Mi mirada lo colocaba. Mi delicadeza exquisita fortalecía su sensualidad. Conmigo, él quería volar…y volaba. Se divertía con mis carcajadas, mis ocurrencias. Bailaba. Disfrutaba. Viajaba. Se traicionaba. Me traicionaba. Y yo…lloraba. Fin”.

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