domingo, 14 de abril de 2019

¿Cómo se despide a la amiga, el amigo que parte?


¿Cómo se despide a la amiga, al amigo que parte? Ese ser con quien compartimos tantos momentos de nuestra vida, momentos felices, inolvidables, travesuras, complicidades, con quien hablamos de nuestras cuitas y de los mas profundos sentimientos. Ese ser con quien crecimos espiritualmente, paseamos nuestros amados amigos de cuatro patas, viajamos, festejamos cumpleaños, casamientos, encuentros, desencuentros. ¿Cuáles son las palabras para despedir a la amiga que llamaba a las tres de la mañana, con cualquier excusa que disimulara sus miedos y abandonos? ¡Y pensar que a veces nos quejamos por no saber leer qué hay más allá del reclamo y la exigencia! ¡Qué difícil se hace estar a la altura de las circunstancias y poder admitir esos alcances cuando quien amamos transmuta hacia otros niveles de existencia! Pero es más difícil aún, el saber respetar las decisiones que toma o que no toma y que no coinciden con las nuestras cuando se anuncia lo que se presenta como irrecusable. Cuando se rechaza o simplemente no se acepta ayuda. Esa ayuda se manifiesta de varias formas, desde no querer recibir un tratamiento, hasta no poder hablar de lo que está viviendo o no poder aceptar cuidados o afecto, aislarse, enojarse, ponerse insoportable para provocar lo que tal vez mas se teme. No es la intención el entrar en interpretaciones archiconocidas y crueles, por reales que sean. Los que estamos en el camino del servicio y la sanación estamos siempre apostando por el milagro hasta último momento. No como negación de lo que acontece, todo lo contrario, sino porque el milagro existe. Porque vivir es un milagro en sí mismo. Porque no bajamos los brazos, porque a pesar de saber que no está en nuestras manos, estamos para acompañar en ese tránsito, antes, durante y claro, después y por siempre. Acompañamos ese camino que cada uno recorre con más o con menos conciencia. Pero se llega a confundir el concepto de vivir en el sentido de la trascendencia, con el ser portadores de un cuerpo que nunca va a fallar ni a claudicar. La enfermedad es un desequilibrio energético que se manifiesta en todos los cuerpos. El físico, el energético, el emocional, el afectivo, el intelectual, el mental y el espiritual. A quien carece de Fe le cuesta creer que el primer cordón en quebrarse, para que la enfermedad se manifieste, es el espiritual. Para cuando alcanza el plano de lo orgánico, ya ha alterado la energía de todos los otros cuerpos, sin lograr una respuesta a favor de la salud. Entonces, sigue avanzando. Los síntomas y signos de la enfermedad aparecen para despertar una reacción y poder recobrar ese equilibrio perdido o al menos, alterado. Pero el afán humano de aferrarse al pasado y arrastrar sus heridas y llevarlas de paseo por la vida, no le permite sanar. Cultiva el re-sentimiento. Se vuelve avaro. Se atrinchera. A veces pregunto a los pacientes que llegan angustiados, cómo imaginan sus vidas en cinco años mas, si no toman las decisiones o las medidas que saben están posponiendo o negando. Se quedan pensando y la mueca…lo dice todo. Pero son muy pocos los que se deciden a estar bien. Suelen responder que “cambiar es muy difícil” a lo que siempre les respondo: “¿Y no es mas difícil vivir así, como usted me está contando? Cada quien con sus creencias sobre el nacimiento, el desarrollo, la adultez, la vejez, la enfermedad, la vida y la muerte, la eternidad, la reencarnación o lo que sea que crea o quienes creen que la vida es eso, un chiste, un cuerpo descartable que se agota, se entierra y ya. Probablemente sea lo que mas desconsuelo cause cuando llega la hora. En cuanto a nuestros sentires, el hecho de poder aceptar, comprender, acompañar, no significa que tengamos que bloquear lo que sentimos. Lo mejor que puede pasarnos cuando nos emocionamos hasta las lágrimas, es eso, llorar. Poder decir “estoy triste”, “estoy muy triste”, “me da bronca”, “estoy enojada/o” es el tipo de cosas que solemos sentir los seres humanos. Si no fuera así, ya estaríamos en otro nivel de existencia como seres superiores. No somos Highlander. Es curioso ver la reacción humana frente a las expresiones de esas emociones. Parece que sólo tuviéramos permitido manifestarnos intelectualmente. Eso viene a ser lo esperable, lo correcto, lo evolucionado. Pero no, eso solamente significa creer que podemos controlar lo que sentimos. Está mal visto SHEN TIR. También los seres con cierto grado de madurez emocional-afectiva-espiritual… sienten. Diría que es una manifestación más, justamente, de su evolución. Y esa es la respuesta. Te despido sin despedirme, con el amor que has despertado en mi y que en mi seguirá vivo, te doy las gracias, acepto, te acompaño donde estés por siempre y en silencio, oraré por tu alma. ¡Buen viaje y volá alto! Nos volveremos a ver. Desde el alma y con el corazón. Liliana Marcela Pérez Villar.






EL PLACER DE SERVIR

Toda la naturaleza es un anhelo de servicio.

Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.


Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;

Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;

Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.


Sé el que apartó la piedra del camino,

El odio entre los corazones

Y las dificultades del problema.


Hay alegría de ser sano y de ser justo;

Pero hay, sobre todo, la hermosa alegría de servir.


¡Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho,

si no hubiera un rosal que plantar,

una empresa que emprender!.


Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito

con los grandes trabajos;

hay pequeños servicios que son buenos servicios:

adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar a una niña.

Aquél es el que critica; éste es el que destruye.
Tú se el que sirve.


EI servir no es tarea sólo de seres inferiores.

Dios, que da el fruto y la luz, sirve.

Pudiera llamársele así: EL QUE SIRVE.


Y tiene unos ojos fijos en nuestras manos

y nos pregunta cada día:

¿Serviste hoy? ¿A quien?

¡Al árbol, a tu amigo, a tu madre?

Gabriela Mistral

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