domingo, 23 de noviembre de 2008

Danzar la vida.






¿Cuál era la manera en la que aquellos primeros seres encarnados, REN, se comunicaban y expresaban entre si, con su entorno y con la Creación antes de la palabra?
EL MOVIMIENTO.
Sí. Danzaban. ¿Y cómo supieron de qué forma moverse?
Simple. Observando la naturaleza, los dibujos que la bóveda celeste les enseñaba al alzar la cabeza y que luego reproducían. Las constelaciones, las estrellas, los vientos, la luna y el sol, las nubes, junto con los designios de sus Dioses, que eran interpretados de acuerdo con su interacción y creencias, más los Cinco Reinos Mutantes o Cinco Elementos: agua, madera, fuego, tierra y metal.
Entonces DANZAR era representar su vida a través del movimiento, encontrar respuestas. Danzar simbolizaba su modo de ser y estar en el Universo. El HOMBRE ocupando su auténtico lugar entre La Creatividad del Cielo y la Receptividad de la Tierra. Ese era su lenguaje, su comunicación, donde todos los sentires se expresaban libremente. Así desarrollaba su sensibilidad y una mayor comprensión integrativa de su Pensar, Sentir y Hacer, valiéndose primordialmente de sus aperturas: Los SENTIDOS. Así, su vida cobraba un “sentido genuino” y era una vida “sentida”.
Cada cultura ha encontrado históricamente las expresiones representativas de su idiosincrasia y naturaleza.
Desde los ritmos tribales, rítmicos, que los conectaban con la PACHAMAMA, la Tierra, hasta los más cadenciosos, sutiles como las danzas Tántricas y sus ceremonias, las mas emocionales apoyadas en la melodía, hasta las Danzas Sagradas, Circulares, Sufis, que a través de sus continuos giros los llevaba a otro estado de conciencia espiritual.
Así vivían ellos, con sus danzas y ceremonias. Así se curaban. Era parte de su medicina, su correo electrónico y su celular. La Danza y el Canto los acompañaban en sus haceres cotidianos. Por eso tal vez, gozaban de mayor autenticidad, alegría y menor inhibición en sus expresiones genuinas en relación a las emociones, afectos y sensualidad y/o sexualidad.
Dentro de esta libre expresión, también había un orden. Una forma. Era la forma que utilizaban para danzar la no forma.
En lugar de analizarse, danzaban. Moverse era sanar, limpiar, conectarse con algo mas, crecer, re-generarse, aprender, unir y unirse con. Para entonces no se hablaba de stress, ni scuatroo, ni scinco… palabras inventada por nuestra cultura para justificar aquello que hacemos mal o en exceso o que no estamos haciendo. Como nos enseñaron que “la letra…con sangre entra” tenemos tan arraigado el criterio de que sufriendo espiamos culpas y nos ganamos el cielo, que ni se nos ocurre que haya otra opción para modificar aquello que nos damos cuenta no está bien del todo y no nos animamos. El trabajo de movimiento energético genera bien estar, nos conecta con la alegría y la libertad. Y cuando aparece su opuesto, desde el no ser, está tan claro que vamos limpiándolo y trabajándolo que no nos genera sufrimiento. Nos puede ocasionalmente conectar con aspectos pendientes. Pero la sensación sanadora es tan profunda que nos libera un poco más cada vez que pasamos por ella. Hasta que un día sentimos que empezamos a “pesar menos”. Y esto lo digo en todo sentido. Es ir vaciando la mochila que cargamos sobre los hombros y echando por la borda las piedras que ocupan lugar y no nos dejan generar vacío para que llegue lo nuevo. Hay muchas sorpresas esperando por una oportunidad. ¿Para qué hacerlas esperar? ¿Por qué no comenzar HOY?
Para aquellos que deseen re-generar su estilo de vida, recuperar su espontaneidad, sus sentires, su salud y sobre todo, empezar a abandonar los temores, los miedos, re-aprender a comunicarse con mayor libertad y sinceridad, recreándose en la belleza y la creatividad y les guste la música, los espero con los brazos abiertos.
Recuerden que no buscamos destreza física, ni tienen que ser bailarines expertos. Danzar no es bailar. No hay coreografías o campeonatos para ver quién sube más alto la pierna. Es moverse a través del cuerpo físico como expresión del alma.
Desde el alma y con el corazón. Liliana M. Pérez Villar.

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