¿¡COSECHARAS TU SIEMBRA!?
Pues si esto fuera realmente así, todo sería muy sencillo, previsible y programable. Bastaría con elegir la mejor semilla, plantarla en la tierra más sana y fértil que exista, regarla y cuidarla con todo el AMOR del mundo; dedicarle nuestro tiempo y dispensarle atenciones; dejarla crecer y buscar su camino hacia la luz; protegerla de las inclemencias climáticas; estar atentos a sus necesidades diarias; resguardarla de los depredadores de turno; darle un espacio adecuado donde desarrollarse en paz y con creatividad; en fin, estar en disponibilidad para lo que guste mandar, por su próspero crecimiento. Pero aún así, con total dedicación, esmero y devoción ¿Es posible protegerla de un tsunami, un sismo, un huracán, una plaga de langostas o peor todavía, cómo protegerla de sus propios genes? ¡GENES! Unidades básicas de la herencia, que se trasmiten de padres a hijos y llevan instrucciones para las células. Es que las plantas poseen 3 juegos de ADN, (Acido dexoxirribonucléico, molécula que guarda los secretos de los genes y se encuentra en cada célula), uno en el núcleo, uno en las mitocondrias y uno en los cloroplastos. Los 3 juegos de ADN fueron utilizados por la Botánica Sistemática para inferir relaciones de parentesco entre las plantas. Y sí, porque en esa semillita se expresan las acciones y reacciones del SER. ¡Y así aparecen las sorpresas! Y no se termina cosechando lo sembrado.
Sisisi, también es verdad y a veces sucede, que de aquel carozo de palta que tiramos al descuido en el cantero del patio hace siete años, crezca inesperadamente un hermoso y frondoso árbol! ¡Eso sí que es una auténtica alegría! Lo que comprueba una vez más, que las buenas intenciones no bastan, aunque son maravillosas. Si consideráramos que cosecharemos en relación a lo que sembremos, estaríamos además adjudicándonos un rol absolutamente protagónico en el devenir humano, tirando por tierra a la Divina Providencia. Nos concederíamos un poder divino, como si pudiéramos mantener esa energía vital en funcionamiento, a nuestro gusto y antojo. ¿Entonces qué pasará con esa semillita?
No lo sabemos, por la sencilla razón, que no depende de nosotros. En este largo y sinuoso camino de jardineros de almas, habrá tantas cosechas, como siembras. Plantines en recuperación, que ocuparán el jardín mientras sea necesario; raíces a las que habrá que curar; flores marchitas por revivir; plagas que erradicar; injertos; trasplantes; abonos; podas… pero el destino de esa semillita no se garantiza solamente, con nuestra bendita siembra. No es garantía de nada. No será ni nuestro error, ni nuestro acierto. ¡Cuántas veces hemos recibido maná del Cielo inesperadamente y cuántas otras, nos ha aplastado un alud, sin haber hecho nada para “merecerlo”, ni lo uno…ni lo otro. ¿Cómo podemos saber lo que está previsto para cada uno de nosotros? ¡Creer y querer ser más papistas que el Papa!
Y en este caldo en ebullición donde estamos viviendo, habrá que aprender a no mortificarse, angustiarse, ni atribularse tanto protagonismo. Ratificar o rectificar nuestro compromiso de jardineros de almas, jardineros de semillas álmicas, sabiendo que lo que deba ser…será y no estará en nuestras manos su destino. La Providencia y la genética se harán cargo del resto.
Desde el alma y con el corazón.
Liliana Marcela Pérez Villar
lilianamperezv@gmail.com