domingo, 16 de mayo de 2010

No tomar parte es una manera de tomar parte.


Todo y todos estamos entre e inter-conectados por redes invisibles, que nos hacen partir de sentires primarios básicos en común. Debemos ser concientes de esta comunicación y si no lo somos naturalmente, como seres de humanidad que portan en sus genes esa información histórica ancestral, aprender a generar las acciones apropiadas en pos de un beneficio para con el planeta y sus habitantes. Cuando lo que nos mueve es el AMOR, la COMPASIÓN, la SABIDURÍA PRIMORDIAL, y no la búsqueda de la satisfacción del deseo urgente o la conveniencia personal, a costa del sufrimiento de otro, la comunidad del AMOR se expande y alcanza manifestaciones maravillosas. En lo aparente, todos buscaríamos la felicidad, no el padecimiento. De esta forma, nuestras posibiidades creativas y constructivas, la solidaridad, la búsqueda del bien común, la empatía, la sensibilidad, nos “amigan” con nosotros mismos y entre nosotros, nos sentimos en paz, en un bien-estar, alejados de esos arcaicos e instalados sentimientos de “culpa” con los que hemos sido engendrados y educados en la cultura que nos ha tocado para vivir. Hemos podido crecer y desarrollarnos como adultos, que han sabido integrar todos estos aspectos conformadores de la conciencia moral, como para identificarnos con nuestros ideales y vivir dentro de una ética, estética, buen gusto, respeto, armonía y conciencia de humanidad. Esto no significa que los miedos, la ira, la culpa (gran invento del pensamiento) hayan desaparecido por completo. Pero se ha llegado a un equilibrio, que permite encauzar nuestra energía hacia los centros superiores, retirándonos del “me dijo, le dije”, y consagrando nuestra existencia a lo que verdaderamente tiene sentido: La máxima expresión del AMOR. Lo que pasa es que cuando esto no sucede, cuando “Maya”, o sea, esa representación de la ilusión, aquello que vemos como real no se disuelve, puede ser la causa de conductas “excéntricas” de todo tipo. Esa culpa que no se ha resuelto relacionada con las primeras etapas de la vida y ratificada a veces por las experiencias de repetición posteriores, genera más sensación de culpa y aparecen las desviaciones, los laberintos de la mente carente de escrúpulos y remordimiento. (en el mejor de los casos y con ayuda, es rectificada). Por eso hemos “padecido” tantos argumentos de películas famosas, libros e historias de la vida real, donde “locos doctores de la física nuclear” utilizaban sus “poderes” para destruir al mundo, pensando que estaban haciendo la Gran Cosa, una maravilla científica! Eran (son) capaces de dejar su propia vida en nombre de ese objeto "amado", aunque represente el fin del mundo o la destrucción total. Alcanza con leer las noticias o verlas día a día. La mente “criminal” siempre encuentra una excusa que justifique su accionar. Desde Hiroshima hasta un puño en el ojo, el robo del siglo o la estafa corporativa. Y siempre se encuentran sectores con intereses creados, que defienden lo indefendible. Pero no importa qué tan lejos nos sintamos de esas experiencias primarias, siempre hay un camino de retorno, una posibilidad de “reconciliación” con la Fuerza primero, Dios, Buda, Alá, con lo vertical, cada uno con sus creencias. Permitirse vivir la experiencia de re-ligar, la experiencia religiosa, tan devaluada y vergonzante para muchos, tal vez por no poder separarla de lo Institucional. Gran parte de aquellos que mas alejados están de los valores mas básicos de la Bondad, confiesan no “creer en nada”. Hay un segundo camino de retorno al entorno y un tercero de retorno a nuestra esencia. Conectarnos con la Bondad Superior nos re-concilia, nos permite reparar. No se trata de “No matar” o de “No robar” porque lo dicen los 10 mandamientos o porque vamos presos. Se trata de respetar y estar a favor de la vida, no porque lo diga la ley, sino por AMOR a todo lo vivo. Pero el acto delictivo ocurre cuando no hay “ley interna”, no hay límites, no hay integración ni resolución de esos aspectos primarios y sobre todo, cuando no hay Fe, ni conciencia amplificada.
La trasgresión se lleva a cabo para conseguir algo que se necesita o se desea. Y para esa mente, ese es el Objeto/sujeto “amado primario”. No hay límites. Aparece entonces el temor a la venganza, que se temerá en la misma proporción con la que se mida el grado de destrucción o daño causado. Y ese AMOR se convertirá en ODIO y enemistad. Así es como vamos por la vida, en esta carrera ilusoria, algunos con mayor conciencia, otros con menos, apegados a los deseos, aferrados a lo material, quejándonos de la vida y “lo mal que nos va”, sin poder asumir lo dormidos que estamos, sin comprender que generamos con nuestros actos la miseria en la que vivimos, por ser miserables con el prójimo, con los principios mas elementales de gratitud y lealtad, y con la Tierra en que vivimos.
La maldad nunca es buen negocio.
Desde el alma y con el corazón ya en recuperación, jajaja!
Liliana Marcela Pérez Villar