“Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor aunque la violencia se practica a la luz del día” John Lennon
Recuerdo al abuelo Víctor tomando con su mano el asiento de la bicicleta, heredada de mis hermanas, en la que intenté mis primeras pedaleadas. Corría cuadras y cuadras al lado mío, sosteniendo la dirección para que no cayera, con la misma sonrisa que en el primer paso. Cuadras mas, cuadras menos, las que luego corrí junto a mis hijos como aprendí de él.
Recuerdo a Emilia, la abuela Emilia, repitiéndome cómo pasar la lazada para tejer el punto de una bufanda interminable y torcida, primera de una larguísima lista de tejidos en mi vida. El punto arroz, el santa clara, el jersey, el elástico, para luego hacer el master con una sola aguja: El Crochet.
Mamá enseñándome a hacer el repulgue a las empanadas, cantándome “Muñequita li inda, de cabellos de o oro, de dientes de pe erlas, labios de rubí” y por el otro lado, mostrándome con su vida, que una mujer podía ser inteligente, independiente y además, linda y guapa. Y sobre todo recuerdo a papá, un decálogo diligente asertivo oportuno y ajustado a cada situación, a quien hasta hoy me parece escuchar diciéndome: “No hagas rebajes porque se rompe la caja”, “Los billetes se guardan con los señores mirando todos para el mismo lado”, “Antes de entrar a casa, fijate bien para los dos lados que no haya nadie siguiéndote”, etc., etc., etc. Era como el Larousse de la vida, un manual de instrucciones, pero vivo (como diría Susana Giménez). Hoy, a mi edad, tengo su palabra anticipándome situaciones permanentemente. Como un disco, justamente rígido, jajajá, pero que lejos de resultarme pesado o persecutorio, me ordena y cuida. Y desde ese orden, me permite ser operativa para darme el gusto de hacer toda la cantidad de cosas que hago a diario, que son muchísimas. De verdad que su “función parental” ha sido todo un éxito.
Ahora...Imaginen por un instante esta conversación entre una mamá/un papá y un hijo/a
-¿Y?... ¡Dale, caminá! ¡Si es una pavada! ¡Lo único que hay que hacer es poner un pie delante del otro y ya! ¿Otra vez te tengo que explicar lo mismo? ¡Ya te lo dije ayer!
Mirá, un pie aquí, el otro allá, mantené el equilibrio, mirá al frente, sin agachar la cabeza… ¿Cuántas veces te lo mostré? Así, ves…
Y además, nada de mam ni mmm... ¡MAMÁ! ¡Si todo el mundo dice mamá y habla normalmente, cómo no podés decir algo tan simple como MAMÁ de una vez y sin tanto titubeo, caramba! Si es de lo más sencillo. A ver…repetí conmigo: “tres tigres comieron tres platos de trigo, de trigo trigueño de trigo triguillo, tres tigres comieron tres platos de trigo”. Entonces pobre criaturilla dice: “ejeeee, mam…”
-¡Que noooooo! ¡MAMÁ! ¡MAMÁ! decí ¡MAMÁ! ¡Salí de acá! ¿No ves? Ni siquiera podés salir porque no querés aprender a caminar ¡Con todas las cosas que tengo que hacer! ¿No ves que estoy ocupada/o?
Cabe agregar que esta conversación va acompañada de revoleo de ojos, mordidas de labios, gesto de estar hartos del otro y que dejan muy en claro que uno es un verdadero idiota.
Claro, a nadie en su sano juicio se le ocurriría algo así. Pero, pregunto:¿Cuántos padres, madres, abuelos/as, personas mayores en general, son tratadas de esta forma por sus propios hijos, nietos, adolescentes que confunden adolescencia con faltas de respeto, groserías, insolidaridad y violencia? ¿Cuántos docentes, profesionales, son tratados despectivamente, atacados incluso físicamente por menores a los que parece que nadie puede contener, abrazar y hacer lo que haga falta para darle curso a esa bondad suprema que todos llevamos dentro?
-¿Para qué querés Internet si vos usás la computadora como máquina de escribir? ¿Otra vez? ¡Ayer te expliqué cómo se adjuntaba un archivo! ¿No entendiste? ¡No es culpa mía si vos no sabés computación! ¡Apretá enter! ¿Para qué quiere la abuela un MP4 si tiene 70 años? ¿Tanto te cuesta bisabuela subirme un vaso de jugo a la terraza? Está bien, dejá. ¡Nunca nadie hace nada por mí!
¿Es tan difícil ponerse en el lugar del otro? Preguntarse: “¿Qué sentiría Sho si me respondieran así?”; “¿Estoy haciendo justamente aquello de lo que me quejo?”; “¿Estoy pasando por encima de los demás con un tanque de guerra?”; “ ¿Alguna vez se me ocurre que con lo que digo, siento, pienso o hago genero un movimiento en otro?”;
“¿Tengo en cuenta que lo que no digo, no siento, no pienso y no hago crea un estancamiento, una expectativa, una espera, una frustración?”; “¿Tengo en cuenta a los demás?” La queja, la demanda, los derechos, las exigencias y los reproches. Sho. Sho en primer lugar y por encima de todo. Todos son derechos y ninguna responsabilidad. Privilegios. Sho ocupando todo el espacio y el tiempo. Sho lo único importante en el mundo. Sho exijo, mando, manejo, imputo y acuso. Sho maltrato cuando no consigo imponer mi voluntad. Sho miento y omito desde la oscuridad para justificar mis trampas. Sho caprichoso y demandante.
¿El huevo o la gallina? Hijos de hijos… de hijos… educados así.
Una banda ancha entre las restricciones de la educación de algunos padres y el abuso de los hijos. ¿Quién se anima a ser padre, madre? ¿Quién se atreve a ser diferente, sabiendo que le va a traer problemas? ¿Es esto cuestión de mando, de coartar la libertad de los chicos, de castrarlos, perseguirlos? Noooooooooooooooooo. La firmeza también forma parte del amor. “Dejalo que se queme, vas a ver que no lo hace mas”. Nooooooooooooo
Si ves que se va a quemar ¡Lo sacás de los pelos sin temor a frustrarlo! Aunque después te diga, malo papá, mala mamá, buahhhh.
Los adultos no quieren asumir responsabilidades. Tienen miedo. Por supuesto que hay honrosas excepciones. Y así, van creciendo las generaciones violentas, hijos de padres miedosos. Confunden amor y cuidado con autoritarismo. Piensan que si permiten todo...los van a querer más. Se ponen por delante de los hijos. Y los chicos no tienen guías. Son como árboles que crecen en zigzag.
Los varones elijen ser “amigos de sus hijos” en lugar de padres. Las madres cada vez con mas responsabilidades y abrumadas de culpas. Ya va a haber tiempo para ser amigos cuando el tiempo pase. Pero cuando se dice que no a algo, la misma sociedad que se queja, es la que juzga y critica.
No me mal interpreten. No hablo de sancionar. Tampoco de educar. Hablo de compartir.
De dedicarse. Observar y guiar. Y Confiar. En los hijos, en el vínculo de amor que los une, y atreverse a no seguir la corriente. “Ah ma, pa, hoy vamos a prenderle fuego a un viejito con todos los chicos a la salida del colegio”. “Ay, maaa, paaa, no ven como son?
¡Todos los chicos van! ¡Sho soy el único que no puedo ir! (portazo, grito de “Hollywood se perdió una estrella”...) Y si, pero no vas. No hay derecho de andar prendiendo fuego a los viejitos porque todos lo hacen. Ese viejito tiene corazón, le va a doler, la va a pasar mal, tenés que aprender a apostar por la vida...y deberías plantearte qué tipo de amigos tenés que se divierten con tanto morbo. Pero es muuuucho más difícil que decir: “Ah bueno mi amor, no vuelvas tarde”
Reconozco que Madonna no es “Deva de mi santación”, pero una vez, una sola vez que alguien se planta y dice: “Esto que estás comiendo te hace mal, y este programa que ves es altamente tóxico y esto que consumís te va a matar...y como soy tu mamá, mientras seas chico voy a cuidarte de ello”, etc. ¡y le tiran todos los galgos al cuello! Claro que no estoy a favor de las prohibiciones, pero me parece mucho mas saludable que darle armas a chicos de 10 años, mas la sustancia necesaria como para que se atreva a usarla, y un tetrabrik para adormecerle el sentir y la conciencia de sus actos. ¡Pero de eso no se venden millones de revistas! Y eso es prohibirles también. Es prohibirles que sean niños. La punición sólo sirve para conceptualizar el delito. Pero al menos, no lo fomentemos.
“Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor aunque la violencia se practica a la luz del día” John Lennon
Desde el alma y de corazón. Liliana M. Pérez Villar