¿POR QUÉ ENVEJECEMOS?
Probablemente, porque no evolucionamos. Por estar fijados a lo que siempre entendimos por vejez. Por creer que la vejez es un proceso relacionado con el plano de lo físico, cuando en realidad UNA COSA ES ENVEJECER Y OTRA, MUY DISTINTA, CRECER, que tiene más que ver con el plano espiritual y una evolución de la conciencia. Porque nos convertimos en el producto de nuestros pensamientos. Y estamos convencidos de que nuestras creencias sobre la vejez son correctas y proféticas. Así lo aprendimos, así será entonces, para siempre. Sin posibilidad de replantearnos nada. Vamos por la vida repitiendo lo que aprendimos como loros, sin haber pensado ni una vez, si estábamos de acuerdo. Tal vez porque nunca nos preguntaron (y por ende, “nos” preguntamos) qué sentíamos y sólo nos dijeron qué y cómo hacerlo. No pensamos en términos de culminación, sino de muerte. Debemos estar atentos, porque aquellos que hayan aprendido conductas destructivas, podrán generar cambios destructivos. Así como aquellos de personalidad constructiva, serán muy creativos en sus propuestas de cambio. Envejecemos, tal vez, porque asociamos la enfermedad con el principio de un fin y no con un camino de aprendizaje o como otro estado de salud diferente, donde dar resolución a aquello que no pudimos resolver, elaborar, asimilar estando sanos, confiando que podremos recuperar nuestro centro, si encontramos respuestas que nos reunan en el comienzo una vez mas, devolviéndonos nuestro estado energético de equilibrio, desde donde proseguir el viaje. Envejecemos, quizás, por sentirnos disociados del resto, escindidos, fracturados afectivamente, a merced de las emociones e hipnotizados por los sentidos. Por colocarnos en el lugar de víctimas, mártires, culpando y responsabilizando a todo y todos por nuestro sufriente destino trágico. Porque depositamos la calidad de nuestra salud, en dietas hipo calóricas que espiritualmente no son satisfactorias ni gratas y nos dejan con una gran sensación de privación inútil y deprimidos por la falta. O por el contrario, nos llenamos de comidas grasas por demás, esas de los negocios de comida chatarra, alcohol, psicofármacos, tabaco, droga, relaciones enfermantes, frustrantes, adictivas, atribuyéndole la capacidad de sentir placer y contento a sustancias externas que sólo desordenan, alteran y reducen nuestra energía en todos los planos. Envejecemos, tal vez, porque la sexualidad está más asociada a la guerra que al AMOR. A veces, es un trámite, otras una obligación, una necesidad fisiológica, la respuesta a un estímulo, cuerpos sin alma, (“estamos trabajando para usted”). Sexualidad violenta, sometido/sometedor, insultos, golpes, rasguños, vulgaridad, faltas de respeto. Como ir al baño, hacer las necesidades y tener sexo. Así aparecen las llamadas disfunciones sexuales, cuando el AMOR se reduce solamente a un “buen rendimiento”. En realidad, la disfunción es afectiva y espiritual. El encuentro entre amantes, sin importar las formas, siempre debe nacer de un reflejo del AMOR. La vida dirá cómo seguirá la cosa, en caso de que siga. Pero ponerse a la altura de las circunstancias. Si a la hora de hacer el AMOR, no se hace AMOR…bueno…se desvirtúa el sentido, ¿no? Hay una alteración en esa Energía Espiritual Sensible que le roba su virtud y priva de magia al encuentro. Tal vez, envejecemos porque nos sujetamos a las formas, porque nos hace sentir “mas seguros”, en lugar de dejar circular la Energía de nuestros Centros libremente, des sujetándonos de esos apegos del mundo de lo físico o del energético, es decir, lo que compromete la sensualidad, sexualidad, las emociones y sentires, los pensamientos (creencias), y los cuerpos mentales y espirituales, formas nacidas de nuestros mas básicos temores y necesidad de control. Si tan sólo pudiéramos cambiar la representación, la manera de percibir al mundo desde los arcaicos conceptos incorporados desde antes de…
podríamos cambiar la percepción sobre el envejecimiento y nuestra forma de vivir. ¡Hasta podríamos cambiar nuestro cuerpo! Debemos considerar la influencia que esto tiene en nuestro entorno más cercano, y cómo el salto evolutivo de conciencia amplifica la “bolsa de conciencia de la Humanidad”. Todos estamos interrelacionados por redes invisibles que nos hermanan más allá de vectores virtuales como tiempo y espacio, (inventos del pensamiento humano en busca de seguridad). Abrirnos a nuevas posibilidades, nacidas en la autenticidad del sentir, nos convierte en iniciados en el punto de partida, en los umbrales de una profundísima transformación de una Humanidad que está culminando una etapa de existencia. Se nos está pidiendo un importante salto cualitativo y cuantitativo de conciencia. Un cambio energético. Una nueva y clara visión. Un compromiso de AMOR. Un renacer de la energía de los planos inferiores, a favor de los cuerpos superiores. Sincronización y sintonía con las energías Celestes y una renovación de la energía Terrestre. El Hombre se verá así en la necesidad de adaptarse, ajustarse, evolucionar, dar otro nivel de respuesta a esa nueva sintonía entre el Cielo y la Tierra, como intermediario. Tian Qi, Di Qi y Ren Qi.
Seguramente, los mejores antídotos para el concepto tan arraigado de vejez en nuestra cultura sean:
AMOR- LIBERTAD- ENERGÍA SIN LÍMITES- LIBERACIÓN DE LA EXPRESIÓN DE LAS EMOCIONES- TRASCENDER EL MUNDO DE LA FORMA Y DEL YO PERSONAL- ALEGRÍA- EQUILIBRIO ENTRE EL MOVIMIENTO Y LA QUIETUD. SINCERIDAD.
Y LAS TRES INSTANCIAS PARA ALCANZARLO:
MEDITACIÓN: de ser posible al amanecer.
MOVIMIENTO ENERGÉTICO: por la tarde
ORACIÓN: a la puesta del sol.
“Jóvenes” del mundo:
Los espero como siempre, para caminarlo y transitarlo juntos.
Desde el alma y con el corazón.
Liliana Marcela Pérez Villar.