domingo, 6 de diciembre de 2009

CONFIAR Y SER CONFIABLES.


¿Cuáles son nuestros valores? En nuestra evolución (o involución), vamos desarrollando un criterio sobre lo que nos enseñaron que estaba “bien” y lo que estaba “mal”. Esto siempre dependió de factores como el entorno, lo cultural, lo social, nuestras “matrices de aprendizaje”. ¿Responden estos valores a la esencia del Ser de Humanidad o a los intereses de una sociedad que plantea la vida en términos de pérdidas y ganancias, de éxitos y fracasos, de vivos o tontos? Porque si seguimos este criterio, en lugar de entregarnos a un proyecto de vida, podríamos dedicarnos a matar adolescentes por un par de zapatillas, un celular o como mucho una moto. Si total…no pasa nada. ¿Para qué abrir el corazón y entregarnos a una relación amorosa, si es tan fácil violar a cualquiera o secuestrar o someter a alguien a nuestra voluntad, a cambio de un poco de alcohol, un faso o merca o porque se nos da la gana? Un buen recurso para los fóbicos, ya que es muy sencillo deshacerse de ellos, llegado el momento. Sería una especie de mercadería descartable. Un “Do it yourself Kit” (hágalo usted mismo), que como la mayoría, no sirve para nada y termina en la basura. Pero vamos a intentar revertir lo negativo en positivo. Es muy difícil llegar a reformatear la mente humana a través de la palabra. Deberíamos apelar a lo que damos en llamar “el Qi Gong de la palabra”. Un conectar con el referente permanentemente, una especie de terapia energética de la palabra. Un acompañamiento constante, reforzado por un sentir y un hacer coherente. Pero es algo que sólo se puede hacer con unos pocos, porque deberíamos dedicarles todo nuestro tiempo. De hecho, lo hacemos. Pero no alcanza. “Traduttore traditore” (traductor traidor). La palabra es más manipulable. Siempre digo que soy totalmente responsable de lo que pienso, siento, hago y digo, pero no puedo ser responsable de lo que los demás interpreten sobre lo que pienso, siento, hago y digo. Eso, no es mi responsabilidad. Y como toda interpretación, responde a la mente que interpreta. Cuando abordamos en la consulta temas tan duros como una violación, secuestros, robos, accidentes, pérdidas muy importantes o situaciones que son tan traumáticas, tan dolorosas, notamos que el hablar sobre ellas y darle vueltas y vueltas y regodearse en ese sufrimiento, suele generar aún más dolor y mayor frustración. Y no resuelve nada. El dolor…duele. Es intransferible. Podemos compartirlo con otro compasivo, que haga más llevadero el padecimiento. Pero ¿Cuántas veces? Tenemos que saber que el dolor se graba en nuestros cuerpos. Afecta órganos, sistemas, glándulas, articulaciones… Hablar es bueno, si encontramos un interlocutor válido y además amoroso, compasivo. Pero hace falta más. ¡Cuántas veces al hablar sobre algo que nos ha afectado mucho, encogemos los hombros, cruzamos las manos frente al pecho, nos doblamos al medio?. Sentimos la piel de gallina y nos falta el aire. Nos duele hasta los huesos. Sí, nos duele el…dolor. Nos retorcemos en la pena, la tristeza, la angustia, el pánico. Sentimos que no vamos a poder superarlo nunca. Es una muestra de que el dolor está “INCORPORADO”, o sea, “EN EL CUERPO”. Pero se puede. Es posible. Hay que aprender dos cosas: Aprender a pedir ayuda y más importante aún, aprender a quién pedírsela. Por más que intentemos ser confiables, honestos, sinceros, leales, fieles a nuestros ideales, todas estas telarañas, estos óxidos herrumbrados en nuestras venas, nuestro corazón, el moho de las emociones negativas, no van a desaparecer solamente por hablar del tema. Hay que M.O.V.E.R.S.E. para que con el movimiento, esas capas de cebolla que hemos ido superponiendo para sobrevivir, se empiecen a desprender y las huellas enquistadas del dolor, vayan borrándose. No para olvidar, sino para colocar lo vivido en un lugar que no nos impida seguir viviendo y nos obligue sólo a sobrevivir. Los dolores causados por el desamor, por los valores distorsionados de los semejantes, se curan con AMOR. ¿Recuerdan el “sana sana colita de rana, si no sana hoy sanará mañana”?. Era la palabra acompañada por la mano, la caricia de la mamá, el papá, la abuela, que sanaba. La mano que con su AMOR “despegaba el dolor” del cuerpo y culminaba con un:”bueno, ya pasó, andá a jugar” (andá a moverte). Cuando por algún motivo no podemos movernos, podemos recurrir al masaje. Es importante tener afinidad con la persona que lo realice. Es como con las caricias, una caricia también puede ser negativa. Lo que quiero significar, es que en una clase de movimiento, en un masaje, en una sesión de acupuntura, con una buena Moxa, en una Meditación o una Oración, podemos hallar respuestas desde otro nivel de conciencia, que no tengan que ver con aquello aprendido que hemos comprado por bueno, aquello que ha formado nuestra vieja escala de valores y puede estar muy errada. Ese referente que es vertical, que responde a una energía que no es humana, no va a equivocarse. Puedo dar fe, por testimonios de pacientes, alumnos, amigos y por experiencias personales, que lo que no ha hallado respuestas durante años a través de la palabra, sí lo ha hecho desde el movimiento Energético. No podemos creer que seamos nada más que músculos, huesos y sangre. Nuestro cuerpo energético involucra además lo emocional, los sentires, lo que pensamos, y nuestra falta de claridad mental y la desconexión de lo espiritual. Repasar nuestros valores, examinar nuestras verdades, abandonar los deseos ocultos de “venganza”, elegir cómo queremos ser, nos va a hacer dignos de CONFIANZA. Abandonar la pregunta de “¿Por qué a mí?”, porque entonces habrá una excusa para hacer cualquier cosa, justificadamente. Puedo razonarlo así: “Me tocó a mi, porque estoy vivo”. “He venido a este nivel de existencia a aprender, a evolucionar, a retomar donde he dejado” “Gran parte de mi vida futura dependerá de lo que haga en esta, con lo que me haya sido dado en vivir”. “No generaré dolor o daño a nada ni nadie” “No por temor a ir preso, sino porque he de elegir a favor de la vida”. “Elijo no causar daño, elijo el AMOR, el cuidado, elijo el “¿Qué hay que hacer?”. Y si no creo en que volveré tantas veces como sea necesario a esta vida, para dar testimonio y respuesta por mis actos, puedo creer en “vivir en el sentido de la trascendencia”. Todos debemos dar respuesta por nuestros actos en algún momento de nuestras vidas”. Con las buenas intenciones no basta. Para que la palabra y el deseo de ser confiables sea materializado, debo “SANARME Y SANAR”. Para no traicionarme. Para no traicionar. Y eso se realiza más allá de la palabra, movilizando las energías estancadas. Hay que M.O.V.E.R.S.E.
Un abrazo grande a todos y todas de una “especialista en dolores”, jajaja.
Desde el alma y con el corazón. Liliana Marcela Pérez Villar.