Entonces habrá señales en el sol, la luna y en las estrellas...
...y en la Tierra, angustias en las gentes, confundidas a causa del bramido del mar, y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la Tierra, porque las potencias de los Cielos serán CONMOVIDAS. (San Lucas 21;25-26) Con tantos encuentros, desencuentros, fiestas, cafés, cenas y CLASES en torno al día del amigo, sucede a veces que para algunos que no festejan, por el motivo que sea, estos días se tornan muy difíciles. Esas fechas que, como el día de la madre, del padre, de la familia, del niño… son una buena excusa para activar las ventas, el consumo, el sector gastronómico, turístico y también, para obligarse a encontrar un momento para verse. Para nosotros, ANAMCARAS (Amigos del Alma), esta fecha es siempre esperada con alegría, en el corazón de todos los que se sienten parte. Los llamados y mails de aquellos que viven lejos, los mensajes de Facebook, los familiares que son “amigos”, los amigos de toda la vida, los de parte de la vida, los que hace años que no vemos…y también la decepción de los que no están, al estar, no estando. Pero son los menos y es parte de la vida. Recordé en estos días, un cuento que les voy a intentar contar, sobre todo a aquellos que se han quedado afuera, por falta de vínculos (la idea no es “analizar” la causa HOY) Solamente intentar llegar a sus corazones y si quieren…tocarles el alma. “Un pequeño niño se había extraviado en una gran ciudad. Sus padres, desesperados y sin saber bien qué hacer, iban y venían entre la multitud, tratando de hallar alguna pista que los llevara hasta él. No dominaban la lengua de ese país extraño y eso les dificultaba más aún la búsqueda. Entre llantos y gemidos enseñaban su foto y garabateaban preguntas para hacerse entender mejor. Ni rastros del niño. Entre tanta gente, era más fácil encontrar una aguja en un pajar. Hasta que un agente de policía intentó calmarlos diciendo que, cuando los negocios cerraran y todos regresaran a sus hogares, las calles quedarían más vacías y sería más sencillo dar con él. La idea de su hijo aterrado, sólo y con frío deambulando por calles desconocidas, los espantaba y angustiaba a punto de paralizarlos. Apenas respiraban lo suficiente como para seguir andando. A medida que la tarde avanzaba y las persianas de los negocios bajaban, el sol comenzaba a ocultarse detrás de los rascacielos, las calles se despejaban y los comerciantes marchaban a sus casas. Una larga tarde del helado mes de Julio. Pero el esfuerzo mancomunado y la solidaridad de gran parte de la ciudad rindieron sus frutos y finalmente, el niño fue encontrado. Sentado tranquilamente en el banco de una plaza, absorto, concentrado y ajeno al sufrimiento de los padres, jugaba al tinenti con unas piedritas recogidas en el camino. Emocionados y aliviados, corrieron a su lado a colmarlo de besos y abrazarlo y con lágrimas de felicidad, llevarlo a casa. Ya en la cama, luego del baño, la cena y un par de mimos, le preguntaron si había sentido mucho miedo. -¿Miedo? ¿Por qué habría de sentir miedo? Respondió él. - Bueno, es que cuando los niños están perdidos, suelen asustarse y pensar lo peor. El los miró sin comprender la pregunta y agregó como explicando: - Yo no estaba perdido, sólo los estaba esperando. Sabía que me estaban buscando y que me iban a encontrar. Y la gran lección a aprender de este pequeño ser, sin duda, es CONFIAR. En tiempos fríos, en medio de tantos terremotos, tsunamis, huracanes, inundaciones, en medio de tanta amenaza, tanta violencia, tanto presagio de fin del mundo…ante la indiferencia al dolor ajeno, el desamor, la usura emocional y afectiva…NO SE PUEDE IR POR LA VIDA HACIENDOSE CARGO DE LAS INSEGURIDADES AJENAS, LOS PREJUICIOS AJENOS. ALZÀ LA MIRADA AL CIELO, SIEMPRE HAY ESPERANZA. AMANECE…QUE NO ES POCO. Y CONFIÀAAA. DEJATE ENCONTRAR. DEJATE AMAR. Desde el alma y con todo el corazón. Liliana Marcela Pèrez Villar lilianamperezv@gmail.com Facebook: ANAMCARA CENTROS DE ENERGÌA