sábado, 11 de noviembre de 2017

Esa "pesada construcciòn de imagen"

Muchos de Ustedes han conocido la palabra “Dieta” a muy temprana edad. Incluso, siendo niños. Y a partir de entonces, han desarrollado sus vidas, soñando con aquello que deseaban comer, que obviamente no podían, porque las calorías no se los permitía, porque empezaba con “P” de Pan, Pastas, Papas y Postres, porque no había que mezclar Hidratos de Carbono con Proteínas en la misma comida, porque esa semana sólo les tocaba “sopa de Repollo”…en fin…una larga lista de consejos que pasaban de boca en boca, de vecina a vecina o de nutricionista a dietista. Incluyendo los de mérito propio.En cambio, pasaron gran parte de su vida, alimentándose de cosas que verdaderamente no les gustaban, hasta les resultaban desagradables, pero… “no engordaban”, manoteando chocolates a escondidas o guardando comida en cajones o debajo de la cama para cuando nadie los viera. De esa forma, comenzaron a rodar una larga película donde había solamente dos protagonistas: la comida y Usted. Sin darse cuenta, todo aquello de su entorno que podía llegar a generarle algún impacto emocional o afectivo, quedaba más lejos. Pero sin pensarlo, así alejó también la posibilidad de disfrute y con ella, la alegría. Entonces, su vida transcurrió entre usted y la idea constante de adelgazar. Mientras su existencia giraba en torno a la celulitis, los rollos de la panza, la silla de montar, los salvavidas (nótese la jerga propia, hasta idioma tiene), el doble mentón, conocido como papada, y lo bien que iba a sentirse cuando todo eso desapareciera, iba poniendo ladrillo sobre ladrillo en una pared que la/o separaba de ser herido/a por alguien.Nada era más intenso, más profundo y dramático. Ni una pelea con novios, familiares, amigos. Porque además, había encontrado el secreto para echarle la culpa a algo. Si se enojaban con usted, o lo abandonaban, le exigían algo, era por su sobre peso. “Me discriminan por mi gordura”. Lograba responsabilizar a su cuerpo físico de cualquier cosa que le sucediera. Así se convencía de que cuando recuperara su peso, todo iba a ser diferente. Cuando vamos avanzando en la consulta con un paciente que necesita bajar de peso, aparece claramente, que el tema no era llegar a adelgazar, sino llegar a ser “invulnerable”. Sentirse seguro, protegido, imbatible, inviolable.La única relación realmente íntima, inseparable, correspondida que aprendió a vivir, fue con la comida.Pero no pudo aplicarlo a su vida de relación con pares. Eso sólo sucedía en el mundo de la fantasía. Quedaba relegado para cuando adelgazara. Su Eminencia: "ADEL GAZAR”.Podía tener amigos/as, parejas, casarse, vivir varios años con alguien. Siempre y cuando, la distancia afectiva fuese delimitada por usted y respetada por los demás. El mejor amante era por sobre todos, la comida. Jamás le pedía nada a cambio. Usted creía que siempre estaba “en control”. Porque lo más preciado en su vida era, justamente, no doblegarse a “sentir”. No “entregarse”. Permanecer, si, pero a distancia afectiva. Con la mano parando a quien quiera avanzar más allá de lo que Usted le permita. Así se convenció de que nada en el mundo la/o haría más feliz que “ADEL GAZAR.”. ¡Sí, otra que Príncipe Azul! Todo un ZAR, un REY, algo así como seducir a Alberto de Mónaco!!!! La gran sorpresa aparece cuando, finalmente se alcanza el peso soñado. ¿And now what? ¡Hay que “EN GORDAR” de nuevo! De lo contrario voy a quedar expuesto a ser amado/a y lo que es peor a AMAR. Lo que me colocaría nuevamente en la posibilidad de volver a ser víctima del abandono, agravio, exclusión… Lo que más trabajamos una vez que se llega a un peso saludable en las vías de la sanación, es que ese ser que ha necesitado de tanta protección para poder crecer, recuerde que ya no tiene 5, 6 años. Y que si está o entra en una relación amorosa, no es esa criatura desprotegida, herida, vulnerable, sino un ser adulto instrumentado, que está con un par y no con una figura de autoridad de su infancia. Lo que nos lleva a comer en exceso, es el temor. Miedo, si. Miedo. Comemos para tapar. Pero el miedo tiene un antídoto maravilloso. AMAR. Volver a creer, volver a confiar. Es la mejor manera de mirar al miedo a los ojos. ¿Qué es lo peor que podría pasarnos? ¿Que nos rechacen? ¿Que no nos quieran de la misma forma? Tengo una respuesta. Una de las cosas que mas mortifican a los niños que deben desprenderse de sus padres a una temprana edad porque les tocó marchar hacia otras latitudes, es preguntarse qué van a hacer con ese amor que sienten por ellos. Creen que tienen que dejar de amarlos porque ya no están. Ya no van a volver. Por eso muchos se enojan terriblemente. Es una forma que desarrolló la sociedad para lo que llaman “duelo”. Los que tenemos otras creencias, no creemos en los duelos. O sea. Si pudiéramos aceptar que el AMOR no depende del otro, sino del amor que se despierta en nosotros mismos y de la conexión con la Creación… sobre todo , de las cosas pendientes que nos queden con quien se va… se distancia… se vuelve a enamorar… etc. no significa que tengamos que dejar de amarlo. Abandonaríamos una cultura del sufrimiento, no necesitaríamos “comer para tapar” o para “poner distancia a los sentimientos”, para crear un campo "magnético" (gordúrico) que frene a quien desee llegar y aflojaríamos la necesidad de control. Es una propuesta revolucionaria. Pero ya està aprendido que la única revolución posible es la del Espíritu, en el sentido del AMOR. LO CREO. Y con eso... basta. ¿Se animan?