domingo, 26 de junio de 2011

CUANDO NOS DAN UN DIAGNÓSTICO



Es curioso cómo alguien que se levanta a la misma hora que todos los días, se lava los dientes, realiza sus actividades cotidianas, come, viaja, entra en el consultorio del médico como siempre y cuando sale…es otra persona. Lo han sentenciado a muerte. El jurado se ha expedido. Y…el médico siempre tiene razón. Así que si él o ella dice:”Le quedan tres meses de vida”…y…tendrá razón, sabe lo que dice y “habrá que hacerle caso”. Habrá que morirse en tres meses.
La angustia y el impacto del primer momento. El miedo que paraliza. La negación y la bronca luego. El rechazo y los pactos con Dios y el mismísimo demonio luego. Con suerte…la aceptación gradual de un estado de salud diferente. Las limitaciones.
Recuerdo una persona que vino a la consulta en calidad de urgente..Su estado al llegar era de un alerta rojo. Había estado dos días antes para su tratamiento de acupuntura y se había ido bien. ¿Qué había sucedido? Parecía narcotizada. Me confesó que estaba al borde del suicidio.
-“Acabo de salir de la consulta con el neurólogo”. “Me dijo que soy BIPOLAR”
Seguramente, el profesional ignoraba qué significaba en esa familia y para esa persona la palabra “Bipolar”. Desconocía esa historia familiar y tantas otras, porque sólo se había ocupado de escribirle rutinas de análisis clínicos y prescripciones de anti depresivos, pastillas para dormir, etc. Le largó un diagnóstico que podíamos llamar de varias maneras, no necesariamente así, presumiblemente acertado, pero innecesario. Esa persona estaba en tratamiento por su problema de base, mejorando, y la saludó desde su sillón y ella quedó con toda esa carga, sola, en la calle. Tuvo la suerte de que tomara un teléfono y pidiera ayuda. Su consulta con él duró 5 minutos.
Otra paciente llegó a la consulta contando que su médico le hacía análisis de sangre cada tantos meses, para saber cuánta más droga podía seguirle dando. Con 21 años:”DEPRESIÓN”.
Casos de enfermedades terminales, cardíacas, mentales, degenerativas, agudas, crónicas, etc…
Alguien que está conectado con su Sentir, con sus emociones, sus afectos, suele darse cuenta cuando algo no anda bien.
El cuerpo en salud es sordo. El corazón siempre bombea, pero sólo lo escuchamos cuando hay un desequilibrio. ¿Escuchamos acaso los latidos del corazón habitualmente? ¿O la circulación de la sangre por sus venas, arterias? ¿El descenso del alimento por su tubo digestivo? ¿Hacen ruido los pensamientos? ¿Las articulaciones?
Quiero decir que cuando hay salud y un estado energético equilibrado, todo funciona invisible y silenciosamente.
Un diagnóstico no debería de sorprendernos si estamos atentos. Es mas, deberíamos adelantárnosle. Por ejemplo: Si suben los niveles de azúcar y colesterol…consultemos, hagamos un electrocardiograma, revisemos cómo están nuestros sentires, la alimentación, nuestro movimiento, nuestra vida de relación, la respiración…
Si nos agitamos al caminar unas pocas cuadras, estamos muy cansados, no podemos dormir o dormimos demasiado, engordamos o adelgazamos en muy poco tiempo, si nuestras funciones básicas están alteradas, o tal vez estamos muy enojados, violentos, lloramos de mas, hay algo…algo que no está vibrando en esa sintonía armónica. Algún instrumento de esa maravillosa orquesta está desafinado. No está dando en la nota.
Entonces, un diagnóstico, bajo este prisma, no debería sorprendernos.
Ahora ¿A quién puede gustarle que le digan que tiene poco tiempo de vida, o que tiene una enfermedad contagiosa de transmisión sexual o “una enfermedad penosamente larga cuyo nombre nunca se menciona”? O una gripe?
Y ¿Por qué pensar : “¿Por qué me tiene que pasar todo a mí?” “¿Por qué SHHHHHOO?”
Es sencillo. ¿Tiene UD dos agujeritos debajo de la nariz por donde respira? ¿Está aún viviendo en este nivel de existencia o ya se iluminó y ascendió al Cielo o al Nirvana?
Si responde que si a estas dos preguntas, por eso se enferma.
Ninguno de nosotros está exento del nacimiento, la enfermedad, la vejez y el cambio de domicilio. Lo que si podemos es vivir bien, o mejor. Y cuando aparece un episodio que nos desbarajusta nuestro estado energético, tenemos que volver al centro.
Todo proceso de enfermedad necesita de un cambio. Algo de lo que estamos haciendo, pensando o sintiendo va por el carril equivocado. “Hay que cambiar la pisada” dicen los uruguayos. Cambiar el estilo de vida. Mudar de aires. No hay posibilidad de modificar ese tiempo de enfermedad si no lo acompaño de una mudanza interna. Esperar que el entorno cambie, la familia, el marido, la marida, amante, amigos, compañeros de trabajo, hijos, Obama, Cristina, etc, no va a resultar.
Es llamativo ver cómo quien relata su problema depositado en algo o en alguien, es el primero en defenderlo cuando se le dice, “Si, es verdad”. Y termina protegiendo lo que considera causa del daño “A quien amo o a lo que amo, lo critico sólo yo”.
Hay muchas variantes frente a un diagnóstico. La lectura no es lineal. Podemos terminar nuestra existencia por un resfrío común y sobrevivir a un cáncer. Depende…todo depende.
La enfermedad es como un tirón de orejas que nos mandan para darnos cuenta que estamos “TAO OUT”
Somos la misma persona antes de recibir un diagnóstico que cinco minutos después de recibirlo. Sólo cambia el hecho de enterarnos. Pero tenemos que estar muy ausentes para ni siquiera sospechar lo que nos van a decir.
Luego veremos que pasará con cada uno de nosotros en ese tiempo de enfermar. Qué está escrito en el libro de la vida de cada uno, y en lo que de nosotros dependa, qué vamos a hacer con esa enfermedad.
Escuche, contemple, busque ayuda, confíe, y tómese un tiempo. El primer impacto no lo va a dejar pensar con claridad. Y sobre todo…
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ RESPIRE PROFUNDO !!!!!!!!! y ¡¡¡¡¡¡¡ NO SE DEJE ASUSTAR !!!!!!!!
Un abrazo a tooooooooodos.
Desde el alma y con el corazón.
Liliana M. Pérez Villar.

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