martes, 5 de enero de 2016

Equilibrio entre QUIETUD Y MOVIMIENTO


Parece ser que existe un falso concepto en algunos grupos llamados espirituales, que asocian al cuerpo físico con un desarrollo inferior de la conciencia. Como si cuidar de este templo sagrado, del que hemos sido provistos por una Fuerza Superior para “conformar nuestro espíritu”, fuese identificarse con aspectos primitivos del EGO. Es como seguir hablando del pecado primordial, de Adán y Eva, del cuerpo del deseo. Pero ese concepto tan agarrado con pinzas decae inmediatamente, frente a la primera fractura o peritonitis o una simple gripe. Las mismas personalidades que nos aleccionan sobre la identificación con los cuerpos inferiores, son las primeras en desmayarse y generar un drama nacional cuando se rebanan un dedo. Separemos los extremos. Una cosa es el vivir frente a un espejo cultivando el entrenamiento muscular, el culto a la imagen, el desarrollo voluptuoso, voluminoso, innecesario y peligroso para la salud y otra muy distinta, es cuidar del milagro de ese manto divino, que la misma Creación ha obsequiado a los seres encarnados para albergar su virtud, su conciencia, sus sentires y emociones, su entendimiento, su percepción…en definitiva, para transitar el paso por la Tierra. Hoy quiero focalizar el sentido del blog, en rescatar este aspecto detalladamente. Porque generalmente, nos enfocamos en otras áreas. Si seguimos esta línea de pensamiento, en caso de fractura expuesta, deberíamos no darle importancia, no identificarnos con el dolor y meditar. ¡Sería fantástico! ¡De verdad! Pero ya no estaríamos habitando estos espacios, sino que viviríamos en otras dimensiones muucho mas evolucionadas. Estaríamos ascendidos. Sin lugar a dudas, hay seres con una evolución y amplificación de sus conciencias, que trascienden en parte el dolor. Pero en el plano de lo humano, debemos amigarnos con nuestro hogar físico, aceptarlo, considerar que hemos sido dotados de esta conformación más allá de la voluntad, y debemos hacernos cargo de ello y cuidarlo. Pero eso implicaría que, si bien estamos creados a “imagen y semejanza”, no somos Dios, otro error conceptual muy importante y egocéntrico. Como escuché decir a mi Maestro hace muchos años, “SOMOS DIOS SIN SERLO”. Es decir, somos “esencia Crística”. O para quienes no sean ecuménicos, esencia Búdica, esencia Divina. Pero en el culto a la egolatría, se tiende a creer que se es Dios en serio. Una cosa es desear “actuar como Dios”, preguntarse: “¿Cómo actuaría Dios en mi lugar, si estuviera pasando por esta situación, qué haría, que diría, qué pensaría…?”, como búsqueda de identificación con la Bondad Superior y otra es creerse su encarnación. Quienes vivimos en esta conciencia, como elección de vida, aprendimos a convivir, trabajar, amigarnos y sentir nuestros cuerpos físicos. Y puedo asegurarles, que en la mayoría de los casos, siendo el cuerpo tan obvio en sus manifestaciones y muchos menos probable de ser manipulado por los tejemanejes de la mente, es “LA FORMA MÁS DIRECTA Y RÁPIDA DE LLEGAR AL ESPÍRITU”. Cuando nos toca pasar por un período de enfermedad, es muy necesario “conocer nuestro cuerpo”. Ante las indicaciones de la medicina moderna, parientes y amigos, que justamente porque nos aman, nos recomiendan que nos quedemos quietos, que no nos movamos, que vayamos a la cama, porque ese es el modelo que aprendieron como correcto y culturalmente aceptable. Si estamos conectados con los signos y señales que nuestro cuerpo nos envía, sabremos discernir claramente, si lo que necesitamos es reposo o movimiento. Muchas veces, el médico prescribe “quietud”, porque no tiene otra respuesta sanadora para dar. Si es una persona mayor, una embarazada, un niño pequeño, un operado, fracturado, etc, se los toma como “enfermos” y se los manda a “quedarse quietos”. ¡La vejez no es una enfermedad! Es vejez. Y si estamos atentos a nuestros cuerpos, si no somos tontos, sabremos cuáles son los límites, la mejor manera de movernos, el equilibrio entre reposo y movimiento y sobre todo, cómo apoyarnos en nuestras partes mas sanas, para compensar la falta de los órganos, músculos, huesos o cualquier problema momentáneo que nos toque atravesar. Y de ser permanente, poner énfasis en lo sano y dejar de torturar el defecto, la falta, la imposibilidad. Si te fracturaste la mano derecha, habrá que dejarla en paz, si es necesario enyesar, reposar, pero no es necesario estar en cama 40 días. Reposaremos la mano, pero no la vida. Desarrollaremos las virtudes de la mano izquierda. Y trataremos de no abrumar a la derecha con “supuestas intervenciones benéficas” que sólo van a echarle mas leña al fuego y terminar por estropearla. Nos acostumbraron al “intervencionismo”. Y nos asustaron que si no lo hacemos, nos van a pasar cosas terribles. Así, no permitimos que el cuerpo desarrolle sus propios mecanismos de recuperación, mal llamados de defensa. Hay momentos en lo que es necesario intervenir. Hay otros, en los que no. Escuchen a su cuerpo. Él va a saber indicarles el camino. Lo que pasa es que hay tanta desconexión con las sensaciones, que ya ni se sabe dónde queda la cintura. Si el médico dice:”Le quedan tres meses de vida”… ¿¡HAY QUE MORIRSE EN TRES MESES!? ¿Y si resulta que no es así? ¿Y si resulta que resolvemos la génesis de nuestra enfermedad y hay una remisión de síntomas y una respuesta sanadora? El milagro de lo cotidiano. Si no se puede flexionar la cintura porque hay una fisura de vértebra, una operación, porque hubo un accidente, podemos agacharnos con una flexión de piernas, si estamos entrenados y conocemos nuestro cuerpo. El miedo de quienes nos rodean o el propio, nos puede hacer ver como poco cuidadosos. Pero en realidad, si vivimos conectados con lo que sentimos, con nuestras sensaciones, si nuestra vida es un continuo trascender evolutivo, un ejercicio de amplificación de la conciencia, podemos responder que no sólo somos cuidadosos ahora, sino que como lo somos por convicciones y creencias que hacen de ello nuestro estilo de vida, podemos darnos el lujo de no convertirnos en un potus que hay que sacar a tomar sol o regar para que no se marchite. Sería hermoso que el entorno ayudara con su ternura y amabilidad, para que podamos valernos por nosotros mismos y no someternos para recién ahí, poder ser cariñosos, afectuosos. Si bien hay situaciones excepcionales que no encuadran dentro de estos modelos, no son a los que nos referimos hoy. Lo dejamos para otro día.
Desde el alma y con el corazón.
Lilia Marcela Pérez Villar FB: ANAMCARA CENTROS DE ENERGÌA