domingo, 16 de noviembre de 2014

Lo que se calla, se actúa.


Lo que se calla termina siendo un grito. Lo que se calla, finalmente, se actúa. Pasar algo en silencio, simulando que no ha ocurrido nada, desconectados del sentir, se hace ofensa, se hace rencor, resentimiento. Se resiente, o sea, se siente una y otra vez y se vuelve a sentir. Evitar la franqueza ya sea por temor, por saber en el fondo que estamos obrando mal, por vergüenza o por lo que sea, inevitablemente, separa. Permanece como el rumiar de las vacas que mastican por segunda vez, devolviendo a la boca, el alimento que ya estuvo en el estómago. Suele considerarse como reflexión, pero en realidad es andar refunfuñando, dándole vueltas a un asunto, generalmente escudriñando un desagravio, un resarcimiento o en el peor de los casos, “la venganza”. Si, claro… ¿Quién es capaz de confesar que desea “vengarse”? Ya sería todo un avance el reconocerlo. Algo que molesta, que no gusta, algo que no se puede manejar o que ofende o pone en juego “lo propio” y, en lugar de hablarse sinceramente, sin ánimo de pelea, sin intentar convencer a nadie de nada, sin enojarse, se actúa. Por acción, por reacción o por omisión. Es hacer algo o abstenerse de hacer algo, lo que sería lo mismo, para saltar por encima de un obstáculo, redirigirlo hacia donde se desea que esté, manipulando la situación y sacando la posibilidad de diálogo, de reparación, de perdón y sobre todo, colocando al involucrado en el rol de estúpido que no se da cuenta de nada. Jugar a olvidar, evitar, callar, ocultar y “manejar”, o creer que manejamos porque nadie maneja nada, es una gran descalificación, para con nosotros mismos y para con los demás. Ser reservado, prudente es una cosa. Omitir… es otra muy distinta: “Omití comentarte que estoy casado y tengo dos hijos, porque como viven en Jujuy, me había olvidado” o “Como soy prudente y reservado omití comentarte que a partir de mañana voy a ocupar tu puesto, por el que vengo luchando hace años” . Hay una frase que siempre me ha causado gracia desde chica: “Mi marido…”el valerse de un tercero para poder lograr lo que nosotros queremos sin hacernos cargo. “No puedo estudiar o trabajar o encontrarme con mis amigas o lo que sea, porque mi marido no quiere o (lo que es peor), no me deja”. Como cuando las mamás les dicen a los chicos: “Mirá como te mira el señor que está en la puerta, quedate quieto”. Hoy, los adolescentes le llaman “caretear”. Sería algo así como poner cara de una cosa, cuando en realidad se está haciendo, pensando o sintiendo otra.
¿Es tan difícil poder decir “Siento…miedo…bronca…tristeza…o alegría…AMOR…ganas de bañarme…frío…calor…? ¿Quién puede discutirnos sobre lo que sentimos?
Podemos discutir sobre lo que pensamos, pero no sobre lo que sentimos. Si siento miedo a la oscuridad, por más que me expliquen que es lo mismo que cuando hay luz, no dejo de sentir miedo. A algunos les parecerá una estupidez, los que sólo comprenden lo que les pasa a ellos se reirán, pero el sentir no es negociable. Puedo pensar que no hay motivos para que sienta miedo, puedo entenderlo y razonarlo, pero no dejo de sentirlo. Si en pleno verano, con 38 grados de temperatura siento frío, puedo darme cuenta que no es lógico, pero no puedo dejar de sentir frío, al menos que me abrigue. Entonces, ¿Cuál es el problema de expresar lo que siento? Si me siento amenazado, en peligro, celoso, enojado, temeroso, deprimido… ¿Cuál sería la manera de dejar de actuar y caretear y valerme de recursos, digamos…poco elegantes y archiconocidos, y atreverme a ser genuino, sincero, confiable? La primera respuesta es la más obvia. La manera mas recomendable es…haciéndolo. Ser genuino, ser sincero y ser confiable nos acerca. A veces no hay que andar indagando y revolviendo siglos, es sólo cuestión de hacerlo. Y si nuestras corazas caracterológicas ya están demasiado arraigadas, tomar conciencia de que nos estamos dañando seriamente y estamos dañando a los que nos rodean con nuestras conductas de omisión, de mentiras, de manipulaciones, con esos manejos desde la oscuridad que sólo generan mas oscuridad. Pedir ayuda y dejarse ayudar, que ya es más difícil. Mover, moverse, desoxidarse, desherrumbrarse, cerrar y concluir las cosas pendientes, engancharse con los sueños, las aspiraciones, la belleza, vivir artísticamente. Al movernos liberamos todas esas telarañas, a veces ya son jaulas con llaves perdidas donde permanecemos cautivos de nuestras propias emociones. Si notamos que nos cuesta mover determinadas zonas del cuerpo, podemos recurrir al masaje que nos va a conectar directamente con el espíritu. No importa cuántas malas y dolorosas experiencias podamos haber tenido. Parejas, amigos/as, parientes, colegas, vecinos, si no lo trabajamos, no podremos diferenciar y todos serán el mismo personaje interno. Podemos ser muy injustos con nuestro entorno. Abramos el corazón, aunque tengamos muchas curitas en el alma. Si abrimos nuestro corazón y no somos cuidados, al menos no formaremos parte de aquello que criticamos. Tal vez con el ejemplo logremos que un ser de nuestro entorno baje de la cabeza al corazón y se anime. Deberemos aprender a recomponernos, regenerarnos y seguir. Lo habitual es la crítica, cuanto más deseado, más criticado. Pero quien cree y confía siempre lo sigue intentando. No bajen los brazos. No claudiquen. No piensen que todo el mundo actúa así y que no hay motivo para seguir intentándolo. Y como dice Fito “¿Quién dijo que todo está perdido, Yo vengo a ofrecer mi corazón”
Desde el alma y con el corazón. Liliana M Pérez Villar.