miércoles, 23 de abril de 2008

LA DECEPCIÓN II

¿Quién no conoce la experiencia de sentirse decepcionado?
¿Quién no ha sentido en su cuerpo los devastadores dolores de una Decepción?
¿Quién no podría señalar con exactitud el lugar donde se nos ha alojado esa Decepción?
¿Podría Usted ubicar la Decepción más reciente, o más mortificante de su historia en algún punto, alguna zona en particular?
¿Recuerda expresiones que haya utilizado en su momento que le sirvan de ilustración
A ese vivencia?
“Se me partió el corazón”, “Creí que me moría”, “Sentí que el Cielo se me venía encima”, “Fue como un cuchillazo en la espalda”, “Me quedé helado/a”
Seguramente de todas estas frases populares, usted pensó o mencionó alguna. U otra
que su propio dolor recreó. Y también seguramente, de alguna manera ya no figurativa, eso le sucedió. Digamos que su corazón tal vez no se partió al medio, pero acusó recibo.
No ha sufrido un infarto, afortunadamente, pero el cuerpo energético de su Centro
Cardíaco se hizo cargo de alguna manera. Los análisis clínicos…todos bien. Pero Usted
Se sentía fatal. Quizás nadie supo acompañarlo desde la vía de la Sanación en ese momento. Hasta pueden haber llegado a recetarle alguna medicación para que superara,
Olvidara lo más rápido posible ese episodio. Y de esa forma, sólo consiguió anestesiar su dolor, ponerlo a dormir. Esa es la mejor manera de germinarlo, cuidarlo, alimentarlo y fortalecerlo, hacerlo mas profundo y resistente. “Es curioso, cada vez que pasa tal cosa…me duele acá”, o “me quedo sin aire”, o “me da taquicardia”. Si buscamos hacia atrás, como quien levanta un punto de la bufanda que se perdió en la segunda hilera, vamos a encontrar el momento del clic.
Pero si comenzamos a movernos, con la música adecuada, en un encuadre confiable, utilizando los puntos de apoyo correspondientes a este Centro, vamos a ir movilizando esas zonas que, en su momento, recibieron el impacto afectivo de esa Decepción. No hace falta que recordemos qué sucedió. Tal vez estemos moviendo la espalda, el pecho de tal forma que ese movimiento libere, despegue, limpie la huella que ese impacto dejó en nuestro cuerpo. Pasando por esa misma emoción, ese sentimiento, vamos alivianando la mochila, purificando. Nos deshacemos de rencores, resentimientos, broncas, deseos de venganza que hacen que nuestra vida no pueda ser más auténtica, más genuina. ¡Mas alegre!
Les aseguro que ese dolor de espaldas que no los deja vivir en paz, va a desaparecer
más fácilmente de lo que se imaginan. A veces, el dolor es tan grande, que preferimos
hablar de nuestro dolor, un dolor de espaldas, una opresión en el pecho, que de un dolor del alma.

-“Cómo estás?”
-“Mal, me duele la espalda”.

Los espero para trabajarlo juntos en un lugar donde la crítica no entra, pero sí, el cuidado y el AMOR.
Liliana M. Pérez Villar