sábado, 19 de diciembre de 2009

MAS QUE UN ENCUENTRO...UN REENCUENTRO.


Y aquí estamos de vuelta. Así, así, así, con un bagaje de experiencias vividas INOLVIDABLES. En la semana DESPUÉS. Cuando los recuerdos INCORPORADOS, es decir, metidos en el cuerpo, desprenden historias, aromas, abrazos, miradas, gestos, sonidos. RECUERDOS AMOROSOS COMPARTIDOS. Como dijimos en la apertura del ENCUENTRO y por las imágenes que acompañan el blog de hoy, debemos enfatizar que, definitivamente, LA SALUD ES COSA SERIA. Cuando llegamos a establecer una comunicación de alma a alma, cuando podemos llegar a decodificar el sufrimiento que por debajo de toda personalidad es uno sólo y es común a todos, cuando logramos desarrollar el humor, desactivar los mecanismos tramposos arrolladores, despertar a la alegría, deponer las armas que creemos nos dotan de autoridad y mando, la con-vivencia puede ser maravillosa. Estamos acostumbrados a naturalizar las peleas, los malos tratos, los abusos, los supuestos beneficios en base a lo que entendemos como que “nos conviene” y progresivamente, cualquier unión que en sus comienzos tanto prometía, se va cargando de cosas no dichas, de aguantes, de aprovechamientos (aprovecho y miento), de deseos de venganza disimulados detrás de una forzada sonrisita y entramos en el área de la “Crónica de una muerte anunciada”, a veces con mucha anticipación. Entramos en la zona de “confianza mal entendida”. Una zona oscura, donde se olvida respetar, donde las presencias de nuestro entorno se “cosifican”, en el mejor de los casos, porque también pueden esclavizarse y someterse. Porque parece ser que, a como están planteadas las cosas en el modelo de vida que hemos sabido concebir con el sudor de nuestra frente, irremediablemente hay que SUFRIR. Y de lo contrario, cuando tomamos conciencia de ello, corremos el riesgo de irnos al otro extremo y creer que estamos maravillosamente estupendos, cuando en realidad, sólo estamos escapando de ese sufrimiento y vivimos en una manía, una burbuja muy endeble, que ante el primer contacto cercano, se rompe, nos deja con una sensación de estar expuestos, desnudos y nos defendemos agrediendo o huyendo. El sufrimiento nos coloca en un lugar de condena perpetua. Ahí nos quedamos pensando que bueno…esta es la vida que me tocó vivir, nada puedo hacer, nunca voy a poder liberarme de estas cadenas que me impiden hacer lo que deseo, eso es algo que le pasa a los demás: “Yo nunca voy a poder…”. No hay atenuantes. No existe el bálsamo. Esto es así, las cosas son así y nunca van a cambiar. Ese ser que está sufriendo por haberse aferrado al mundo material de su metro cuadrado vital, ha olvidado la comunicación con el mensaje del cielo. Ni siquiera considera la posibilidad de SANARSE. Y se vale de recursos que lo sacan de la pena, la depresión, pero sólo para despertarlo a la algarabía, a la estridencia de sus sentidos, que no es lo mismo, pero es igual. Su tono muscular, su voz, su actitud nos dice una cosa, pero su mirada…su mirada es un grito ahogado de pena, ira, dolor. Entonces, cuando estamos en un encuadre adecuado, comprometido, cuando partimos de lo que nos une y no de lo que nos separa, la SANACIÓN llega. Esa SANA ACCIÓN, fruto del AMOR, del SERVICIO, de la DISPONIBILIDAD, de la CONFIANZA, pero esta vez, en el verdadero sentido de la palabra, CON FE, esa Fianza que significa que soy capaz de responsabilizarme por el dolor del otro, de comprometerme con su dolor, de hacerme cargo y compartir su sufrimiento, no para sufrir más, sino para partir su dolor, de tal forma que le sea más llevadero hasta encontrar el consuelo, el alivio y la puerta que lo lleve hacia otro lugar. El lugar de la reparación, de la construcción, de la unión. La confianza que significa ENTREGA. La CONFIANZA DE ESTAR, PERMANECER. Aunque a veces debamos apelar a remarcar la falla para buscar el darse cuenta y poder modificar. Vivimos en un mundo donde el maltrato goza de total impunidad y se da por sentada la excusa. Pero si no lo ponemos de manifiesto, si no se aprende que el mal trato conlleva a un sin fin de agresiones posteriores imparables, si no nos damos cuenta que hay que pararlo, crece e implica riesgos inimaginables para quienes no lo conozcan de cerca. Cuando ese ser se da cuenta que puede recobrar un proyecto vital, que puede cambiar, que la condena no es perpetua, comienza a abrirse como un tímido capullito al principio, a compartir ese sufrimiento y así, da el primer paso hacia el camino de rescate y sanación. Esto no se logra en una larga carrera de conocimientos científicos. Todos somos sanadores en potencia. Con ARTE, con AMOR, con respuestas MÁGICAS, la puerta se abre y sucede. Sucede la conexión. Ese ser acongojado, sufriente, silente algunas veces, violento otras, manipulador otras tantas, SE CONVIERTE EN TESTIGO DEL MILAGRO. Se levanta y anda. RECUPERA LA SONRISA, RECUERDA, SE CONFIESA, HABLA, DANZA, ACARICIA, ABRAZA, SIENTE, SE EMOCIONA, COMPARTE, ESTÁ EN PAZ, RECOBRA UNA NUEVA ENERGÍA, CAMBIA, SE MUEVE.
TODO ESTO SUCEDIÓ MÁGICAMENTE EN NUESTRO ENCUENTRO. NO SABEMOS PORQUÉ NO VINIERON LOS QUE NO VINIERON, PERO SABEMOS QUE LOS QUE ESTUVIMOS, ÉRAMOS LOS QUE TENÍAMOS QUE ESTAR PARA QUE TODO ESTO SUCEDIERA ASÍ. ANÓTENSE PARA LA PRÓXIMA LOS AUSENTES, HA SIDO CONMOVEDOR HASTA EL FONDO DEL ALMA.
GRACIAS A TODOS LOS QUE COMPARTIERON ESTOS DÍAS CON LAS GANAS DE SIEMPRE, GRACIAS POR HABERME ENSEÑADO TANTO, GRACIAS A QUIEN PRESENTÓ PONENCIA, A QUIEN DERRITIÓ EL HIELO DE LAS SENSACIONES, A QUIEN “CUENTA COSAS QUE SU CUERPO NO RECUERDA”, A QUIEN ESTÁ SIEMPRE “PA LO QUE HAIGA QUE HACER”, A QUIEN VENCIÓ SU TIMIDEZ Y VINO Y NO SE QUERÍA IR DESPUÉS. GRACIAS A TODOS LOS QUE LA REMARON DESDE EL COMIENZO CONMIGO, A PESAR DE LA ADVERSIDAD. Y PARAFRASEÁNDOLOS:
“LOS AMO ANAMCARALOCOS”

Desde el alma y con todo el corazón. Liliana Marcela Pérez Villar.