LA COMPULSIÓN
La Compulsión es algo así como el enredarnos en situaciones, actividades, sustancias o personas, en el afán de poder sobre-vivir. A través de ello, lograr “tolerar”, o sea “aguantar” o “anestesiar” experiencias que nos superan en el momento. Aunque se viva como una “adaptación al medio”, no lo es. Por el contrario, se convierte en una “sobre adaptación”, donde bajo la falsa creencia de que si actuamos de tal manera seremos apreciados, valorados, tenidos en cuenta, formaremos parte de…, etc.
Ante la pregunta de: “¿Por qué cree que consume tal sustancia, o se relaciona de tal forma con las personas, o come o bebe en exceso, o se inflige daño a si mismo…?” La mayoría de las respuestas coinciden en: “Para no sufrir”.
Lo extraño es que no se puede tomar conciencia de que ese daño es mucho mayor a la posibilidad de “despertar”, de “enterarse” y atravesar esos lugares de dolor. La mejor manera de perpetuarlos es justamente, esconderlos y “alimentarlos”, “cuidarlos”, porque a pesar del deterioro que puedan generar, es el único camino que ese ser encontró, al menos hasta ahora, de poder acomodarse a una realidad que lo supera y a la que aún no ha podido dar otro nivel de respuesta desde la salud.
Tapar, esconder, desentenderse de esos dolores, sería como darles una especie de “Doggy Dolor”. Y así, el dolor oculto crece…crece…crece…y cada día se necesita más Doggy Dolor para aplacarlo y más…y más…hasta que ya no queda Doggy que alcance.
El jugador compulsivo, el fumador de 4 atados diarios que amanece en una guardia una vez al mes, el bebedor que se ríe cuando cuenta que toma seis botellas de cerveza y que a él no le hace nada, además “todo el mundo lo hace”, la persona que permanece en relaciones de mal trato, abusivas, violentas, la necesidad de “estar con alguien”, no importa quién, con tal de no estar solo/a, y que lleva a vínculos hirientes, que generan dolor, o sea bronca y un posterior deseo de represalia que, encima, va a arruinar la salud y la vida misma. La repetición compulsiva, la compulsión sexual de descarga, pelear ,gritar, golpear, pintarse las uñas cada 4 horas o limpiar todo el día o los jueguitos de la computadora con premios por matar más gente, en fin…todas son adicciones. Las prescriptas conocidas y las de la propia imaginación.
La Compulsión es un estado de desolación, donde se cree que si se afronta el dolor, ese dolor nos va a destruir.
La Compulsión no deja espacio para el AMOR. Seguramente, cuando ese espacio existió, quienes nos rodeaban, aquellos con quien compartíamos nuestra vida no fueron amorosos con nosotros. No nos pudieron o supieron o quisieron AMAR. Por el mismo motivo. Por ser también víctimas de las mismas carencias que infligieron a los demás.
¿Recuerdan a J. Lennon con su famosa canción HOW…?
-“How can I give love if love is something I·ve never had?” (¿Cómo puedo dar amor si amor es algo que nunca tuve?)
Parece ser que cuando hablamos así, siempre nos referimos a nuestra familia primaria. Pero algunas experiencias como adultos pueden dejar las mismas marcas o peores que aquellas de la infancia.
Lo que pasa es que ésto sucede cuando hacemos de nuestras vidas un referente personal.
Cuando nos referenciamos en la Creación, ésto no sucede.
Por eso es posible ser vehículo de Sanación en relación a cosas a las que, desde lo personal, no hayamos podido hallar respuestas aún. Porque no somos ejemplo de nada. Porque no nos colocamos en el nivel de lo personal. Porque se puede ser honesto y decir:_ “En lo que a mi respecta, todavía no he podido con tal o cual cosa. Pero me consta, que si se toma por este o aquel camino, se llega a la sanación o a la respuesta redentora.” En caso de que quiera intentarlo.
Hay un referente Supremo que nos quita de lo propio y nos coloca en otro nivel de conciencia. Pero el miedo, que solamente es un invento del pensamiento, un arma de esclavitud, de sometimiento, no nos permite acceder a ese otro plano. Está allí para que no hagamos, para que nos quedemos quietos. Pero sobre todo, para que no Amemos, para que no nos dejemos Amar, porque lo vivimos como una situación de riesgo. Comenzamos a ver carteles por todos lados que nos gritan: “¡PELIGRO!,¡AMOR A LA VISTA!”. Pero el miedo tiene un poderosísimo antídoto. Y ese antídoto se llama AMOR. Cuando amamos no sentimos miedo. Lo opuesto al AMOR no es la indiferencia o el odio. Lo opuesto al AMOR es el miedo.
Y ese miedo no nos permite dar cuenta, de que no podemos ceder el timón de nuestras vidas a otro ser humano, una pareja, un padre o una madre, un hijo/a, un sacerdote, un médico, etc. Porque nos va a impedir ver a ese otro Gran Amor que no vemos, por estar tan auto-referenciados. Ese es el verdadero Gran Hermano. Esa es la verdadera espiritualidad. La que nos hace quedar despiertos preparando una comida para el día siguiente. NO para engordar, sino para compartir con nuestros seres queridos. La que nos hace beber un buen vaso de vino tinto con los amigos, porque si…por celebrar la vida, nada más. La que nos puede hacer compartir un cigarro después de la hora de Amar, la de pintarnos las uñas porque se aproxima el encuentro con el AMANTE.
Ese espacio vacío de AMOR, nunca estuvo vacío. Es tan sólo que aún no se ha dado cuenta de todo lo que lo ha llenado, mientras usted miraba para otro lado, ocupándose
de otras cosas. Excediéndose con lo que en medidas adecuadas puede ser motivo de gozo.
La Compulsión llega a nuestra vida con el verdadero propósito de protegernos de ese falso dolor que asociamos con el AMOR.
Mire por encima de la medianera. Póngase un banquito que le permita ver más allá. Tírese un cable al Cielo. Y de esa forma, va a encontrar más fácil el Amor en la Tierra. Ese AMOR que sólo es reflejo de algo inmenso y que va a ocupar ese espacio que hasta ahora se ha tapado con la adicción, la compulsión. Póngase en disponibilidad. Deje de huir, porque el AMOR lo va a estar esperando en cada esquina o a la vuelta de su casa aunque corra toda la vida.
Desde el alma y con el corazón. Liliana M Pérez Villar.