¡¡¡¡¡¡¡¡ HOLAAAAAAAAAAAAAA !!!!!!!! ¿HAY ALGUIENNNNNN?
¿Vas a permitir que un árbol te impida ver el bosque?
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Cuántos por qués hacen falta para decidirse a hacer lo que tenemos que hacer? ¡De una vez! ¿Cuántas veces hay que pasar por lo mismo? Los mismos dolores, los mismos recuerdos, las mismas imágenes… Las mismas enfermedades que se mueven de un lugar a otro del cuerpo y de los cuerpos. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¡Es injusto! ¿Por qué me dijo o me hizo esto o aquello? ¿Por qué no hizo o dijo aquello o esto? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Siempre buscando la interpretación, la vuelta, el significado. Y aún así, dando con la respuesta, la decisión no se toma. Si llega la respuesta intelectual del por qué, aparece otra pregunta: “¿Y entonces…por qué no…?” Y a empezar de nuevo.
Hoy, alguien me preguntó: “¿Por qué me siento abandonada?”.
Esta sensación apareció luego de una clase de M.O.V.E.R.S.E., donde a pesar de una gran resistencia a soltar, aflojarse, relajarse, a M.O.V.E.R.S.E., los mecanismos de defensa se rindieron (al menos por un ratito) y se estableció una conexión con esas emociones tan negadas y enmascaradas. Quienes comienzan a trabajar con el movimiento, suelen necesitar cerrar lo que se les movió, desde la palabra, que es la forma en que, generalmente, han abordado sus dificultades en la vida. Los acompaña la sorpresa ante esas cosas que aparecen y que les muestran que esas dificultades aún están ahí, intactas, como si hubieran sucedido ayer y que ni la palabra, ni la negación, lograron resolver.
Es verdad que hay que perdonar y seguir adelante. Pero creer que el ser humano “perdona” por decisión propia es simplemente, otra evidencia de su omnipotencia. Es un falso perdón que coloca al “Perdonador” en un plano de “superioridad” en relación al “insignificante y culpable perdonado”. Es un “como si te perdonara”, aunque en el fondo se siga escuchando “grrrrrrrrr” como el ronroneo de un gato enojado. “SHO LO PERDONÉ”, solemos escuchar entre dientes apretados. Pero El PERDÓN ES PROVIDENCIAL, NO PERTENECE AL PLANO DE LO HUMANO. Lo que sí podemos hacer, es tomar la decisión de abrirnos a que esa manifestación de la PROVIDENCIA suceda. Decretarlo intelectualmente, porque lo escuché en la tele o porque es correcto, no funciona. Es otro rebusque de la bronca, del miedo, de la culpa, como para hacer de cuenta que todo está bien. Pero apenas se mueva un poco esa energía, lo “tapado” emerge indemne, pero mal oliente. Y uno dice:” ¿Otla vez aloz?” Pero es la misma vez, sólo que sin resolver. Y así va a seguir indefinidamente, hasta que se resuelva. A partir de ahí, sí, puede llegar el perdón providencial y las “CULPAS” se van disipando.
Dimos varias vueltas juntas por distintos lugares, historias familiares, Dramática Relacional Interna de abandono, Corazas blandas que culminan en rígidas, experiencias vividas… todas ellas buscando las conocidas respuestas intelectuales que aún se necesitan para calmar las angustias.
Afortunadamente, logramos llegar a un sitio de beneficio de todas las partes. En una sociedad donde predomina la cultura de lo descartable, donde a veces, hasta se “descartan seres humanos”, se desechan vínculos y relaciones, es bastante común ver cómo en algunas terapias, con tal de no perder a un “cliente” (no paciente), se trabaja el bien-estar suyo, a costa del mal-estar de otros.
Cuando se logra ver que en el fondo, todos padecen de lo mismo, “Casas más…casas menos…igualito que en Santiago”, aparece una visión mucho más compasiva, hasta para sí mismo. El poder llegar a COMUNICARSE, de la forma que sea, lo que resulte posible, no hace falta algo grandilocuente, abrir alguna puerta para ir a jugar, una sonrisa, el tono de la voz, el reproche, la queja, tener en cuenta, escuchar, en fin, lo que resulte posible como para poder empezar desde algo en común. Descontamos que vamos a partir de lo básico: HAY AMOR. Si hay AMOR TODO ES POSIBLE.
Para que exista comunicación debe haber básicamente, algo que transmitir, o sea…un mensaje, un Emisor del mensaje y un Receptor. Si alguno de estos tres valores no funciona, el mensaje no arriba. Si le sumamos el RUIDO, lo que se llama interferencia, en cualquiera de los tres, llega distorsionado, como el teléfono descompuesto. Cada uno tiene una propia película de lo que sucede, que suele no tener mucho en común desde lo manifiesto, pero que en cuanto a sensación es igual. Todos esperan que los demás cambien, todos reclaman lo mismo, todos están enojados, pero de cambiar… ¿SHOOO? …Naaaaaa…
HAY QUE HABLAR, CON LA PALABRA, LAS MIRADAS, LOS GESTOS, EL CUERPO, CON UNA FLOR, UN DETALLE, COMUNICARSE, TOCARSE, INTERACTUAR… NOSOTROS PROPONEMOS TRABAJAR A PARTIR DEL MOVIMIENTO, para ir borrando esas huellas emocionales que nos quedan grabadas y nos condicionan el sentir auténtico, la espontaneidad, lo relacional. ¿Para qué comprar cada uno tres kilos de papas? ¿No es más fácil preguntar qué falta para la cena? ¿Para qué dar por sentado que los demás saben tal o cual cosa? ¿No será más fácil contar? El único cambio que podemos lograr es el propio. ¿Para qué perder el tiempo, la energía y la mala sangre de “intentar” cambiar a otro? Eso no funciona así y si cambia, va a cambiar lo que quiera, si quiere, cuando quiera y pueda. Después no te quejes si cambia justamente lo que menos esperabas. Ocupate de cambiar vos, teniendo en cuenta que tu bienestar, nunca debe ser construido en base al malestar de los demás, sino por el bien de todos.
Desde el alma y con el corazón
Liliana Marcela Pérez Villar.
lilianamperezv@gmail.com
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