domingo, 8 de noviembre de 2009

¿SE DICE "ME DOLÍA" O "MELODÍA"?


Es tan pequeña la diferencia, verdad? Un mínimo cambio en las sílabas y el dolor se convierte, como por arte de magia, en algo maravilloso. ¿Puede ser tan difícil transformar el dolor en AMOR? Porque parece ser que, algunas veces, el deambular por el desierto de arenas quemantes, con la papa hirviendo en la boca, la piel ulcerada, puede ser considerado como un acto altruista, meritorio, digno de admiración. "Ah...cuánto sufro...admírenme, digno de mi". Hay una especie de culto al sufrimiento. Como si ser feliz fuera un hecho calamitoso que debe ser castigado. Convengamos que siempre hay motivos de sobra para sufrir. Pero hay una parte, que es elección de cada quien. "Tengo que", "Hay que", "Debo", se acumulan en las mentecitas humanas, convirtiendo lo auténtico en desesperanza. Si pudiera darte un camino, una receta mágica para que salieras de tu parálisis, de tu tristeza, de tu depresión o tu enojo, te sugeriría que intentaras desarrollar tu espiritualidad, que activaras tus sentidos anímicos para que sonido, luz, tacto, sabor y aromas trasciendan la forma. Quienes no sientan una inclinación religiosa o tal vez, hasta le teman, o se burlen de quienes la tengan, no vean el desarrollo del espíritu como una religión necesariamente. El mismo Dalai Lama dice que “No hay mejor religión que un buen corazón”. Cuando nos dejamos penetrar por la “melodía”, el “me dolía” cambia. La música, el movimiento, la respiración, nos transportan por tiempos, lugares, experiencias, permitiéndonos reconstruir lo vivido, soñado, deseado, desde un HOY generalmente, más nutritivo, más instrumentado para sanar. Podemos reencontrarnos una y otra vez, con personas, situaciones, sentimientos, emociones y rever, actualizar, cerrar lo pendiente. Porque los destellos celestes del alma que AMA Y CONFÍA, CREE Y SE ENTREGA A SENTIR, nos envuelven en un desprendimiento de la forma, nos danzan al cielo, entre telones de colores, de violetas, naranjas, dorados y blancos, azules rojos y amarillos y con el canto de las sirenas y perfumes estrambóticamente sacrosantos, nos devuelven de regreso más livianos, más amantes, más “con-sagrados”.
La música, como lenguaje universal que es, trasciende la palabra. Y si jugamos con los sentidos, si apagamos la vista, o aquietamos los brazos, las manos, potenciamos la escucha y hasta la onda expansiva musical, nos traspasa la piel, los huesos, el alma. Por eso se da en llamar DANZA SAGRADA. Porque en realidad, ni siquiera danzamos. Porque en realidad, NOS DANZAN, NOS MUEVEN, NOS LLEVAN. SI TAN SÓLO NO OPONEMOS RESISTENCIA. SI DEJAMOS DE CREER QUE LO HACEMOS NOSOTROS MISMOS.
M.O.V.E.R.S.E. ES DANZAR la CONSAGRACIÓN DEL ALMA. El ÉXTASIS. El AMOR DEVOCIONAL. ES SANAR Y SANARSE. ES COMUNICARSE. ES ACEPTAR. DAR. ENTREGARSE Y ENTREGAR. Es, sencillamente, AMAR.
TODO ES CUESTIÓN DE EMPEZAR. LOS ESPERO A DANZAR LA VIDA COMO EXPRESIÓN DEL ALMA.
Liliana Marcela Pérez Villar.