Comidas- Familias- Recuerdos.
Falta de imaginación. A veces, es tan simple como eso. O la costumbre de repetir los sabores de la infancia, esos que nos remontan a momentos tan primarios donde la comida era el centro de reunión tan asociada al afecto. Las tías, abuelas y madres amasando, los más chicos mirando, aprendiendo de esas tradiciones. Ahí no había recetas, era un poquito de esto, más otro poquito de aquello, una pizca de tal, un chorrito de cual…y aparecía la obra maestra. Eso en el caso afortunado de contar con una familia de esas que se amuchaban en torno al fuego, para compartir lo cotidiano, el día a día y tener ademàs la posibilidad de alimentarla. Las familias de inmigrantes, esas mesas donde toda la parentela italiana le entraba a la pasta del domingo, con una ópera de fondo o tarareando O'sole mio ; los gallegos con la verdulera, silbando una muñeira, la empanada Gallega mas deliciosa del mundo y si había unos burlacos de mas, un pulpo con oliva y pimentón y una queimada.; esas mesas soñadas, tan elaboradas de la comida judía, asquenazí y sefardí Arenques Marinados, boios, Guefilte Fish, y lo mejor de todo Baklava de postre y una porción de Leikaj. Los infartantes LEHMEYUN, de la comunidad Armenia o Fatay (Árabe), Abriendo con un Hummus (garbanzo), una ensalada de Tabule, Sarù Burmà para rematar. Recuerdo con cierta nostalgia, aquellos domingos en la casa de los abuelos Víctor y Emilia, padres de mamà, ya que a Francisco no lo llegué a conocer y Concepción, mi abuela adorada, sólo me “duró” 94 años, cuando apenas cumplía los 10. Emilia tenia un frasco de vidrio enorme, de boca ancha, que hasta hace poco “vivió” en casa hasta que desapareció misteriosamente, donde preparaba uvas en grapa. Paaaaaaaaaahhhhhhhh… ¡Qué bárbaro! Pero se comía una…dos…como mucho tres y a guardar el frasco. La copita de Jerez y el infaltable vermucito. Ahhhhhhhhh…eso sì…el pancito recién cortado, que sabía y olía a pan, unos trocitos de queso Mar del Plata, (en esa época era así) y sí o sí, Salamin picado fino y picado grueso. ¡MADRE MÌA!!!!. Hasta podía llegar a haber un jamón serrano de aquellos, que te tenia tomando agua 72 horas ininterrumpidas. Y todavía no había empezado el almuerzo! Era la consabida PICADITA. Mientras tanto, una ponía la mesa, otro cortaba el pan, otro se ocupaba de la bebida, otro se resbalaba en la escalera de madera irremediablemente y alguno ponía en el TOCADISCOS, un 75 revoluciones multicolor, que era una fritura viva. Claro, para entonces nadie lo notaba. Ahí venía la sopa mas deliciosa que comí en mi vida, la sopa de la abuela, con zapallo pisado. Y el gran sufrimiento, ya que el abuelo, con toda la razón del mundo, no nos dejaba tomar bebida fría, porque decía que ya estábamos tomando líquido en la sopa. ¡Y qué líquido! ¡Herrrrrrrrrrrrrvìiiiiiiiia! Como me tocó ser la más chica (sólo en edad), lo mío era vino y soda. Un dedito de tinto y soda de sifón de vidrio hasta arriba. ¡Qué Coca ni Coca! La cosa era artesanal. A eso de las 2 de la tarde, ya empezaba a llegar la empanada Gallega. De Bacalao para la ocasiones especiales, de pollo generalmente. Como medìa casi un metro de largo, la abuela apretaba la masa casera sobre las presas y sin preguntar a nadie, servía a cada uno la que sabìa era su preferida. Asì funcionaba todo. Nunca escuchè una indicaciòn de nada, nunca la oì preguntar: ¿”A vos què te gusta”? Ella sabìa. Es decir, todos sabìamos. Porque era una ceremonia tan natural, que no hacìa falta. El problema era que se mezclaba la hora del almuerzo con la merienda. Y para las5 mas o menos, Tita aparecìa con un bodoque de masa que llamaba torta. Pesaba como 20 kilos y era imposible de bajar con nada. Un bizcochuelo que se parecìa mas a un arma de destrucción masiva que a un postre. Y se lo comìan religiosamente todos los domingos. Una de las cosas que mas disfrutè del ùltimo viaje a España, cuando fui a Galicia y por fin pude conocer a parte de la famlia de Victor, fue precisamente, regodearme en los sentidos a travès de aromas, texturas y sabores. Comìa y se me caìan las làgrimas recreando las comidas de la abuela. Es que està tan asociada con los sentimientos, con las historias familiares…es en la cocina donde se “cocinan” las cosas importantes. La ALKIMIA DE LOS ALIMENTOS. What’s cooking? Dicen los ingleses. ¡Cuàntas cosas suceden en las cocinas en la niñez! Algunas maravillosas y otras...no tanto. Entonces…resulta bastante complicado independizar el alimento del AMOR. Sì, a cocinar con AMOR, pero no reemplazar. El pollo que comíamos hace 50 años atrás, no es el de hoy y no voy a entrar en detalles que todos conocemos, aunque muchos no actúen en consecuencia. Tampoco los embutidos, los lácteos, etc. Muchas de estas tradiciones familiares se han ido perdiendo y carecen de valor para la mayoría, aunque siempre hay excepciones. Pero se puede conservar los felices aspectos amorosos de la costumbre y adaptar la alimentación hacia algo más saludable. Es difícil que algo caiga mal cuando comemos rodeados de AMOR y relajados. Pero la verdad es que más allá de este aspecto, las reglas cambiaron. Hay un sufrimiento animal morboso, hay alimentos contaminados por metales pesados, agrotóxicos, glifosato, aditivos alimentarios, colorantes, etc. Aprender a reemplazar los refinados por integrales, puros, orgánicos, tener nuestra propia producción, sin venenos que afecten nuestra salud, dentro de lo posible, permite mantener todo el resto inalterable y la felicidad familiar es la misma. Se llega a reproducir con bastante similitud aquellos sabores de la infancia a los que tanto cuesta abandonar aunque dañen. Pero lo seguimos en el próximo blog porque da para libro. No saben lo que daria ahora por irme a comprar los dos caramelos Chucola que me tocaban una vez por semana, los domingos claro, cuando la abuela me daba 2 monedas después de almorzar. Desde el alma y con el corazón. Liliana Marcela Pèrez Villar lilianamperezv@gmail.com Unite a nuestra pàgina de Facebook: https://www.facebook.com/pages/Anamcara-Centros-de-Energ%C3%ADa/51043297182