domingo, 18 de enero de 2009

RESCATAR AL NIÑO QUE LLEVAMOS DENTRO.

Y por fin, el día del Gran discurso ha llegado, el sueño de toda una vida. Esta noche es la noche en la que expondrá su proyecto públicamente. Ese proyecto en el que ha trabajado tantos años. Y, como no podía ser de otra manera, al promediar la tarde, nota que se ha quedado completamente afónico.
¡Qué alegría mi amor, llegó el momento esperado! No veo la hora de dar el sí que nos una para toda la vida. Y rumbo a la iglesia, una inexplicable gastroenteritis aguda por primera vez en su vida.
Con los boletos de avión en las manos, se seca la frente afiebrada, ya que se encuentra sin explicarse cómo, padeciendo una gripe fulminante. Y esas vacaciones tan largamente planeadas colapsan súbitamente.
Como tiene artritis, reumatismo, una enfermedad auto inmune, se recluye en su casa promediando Mayo, anticipando los dolores, la depresión y la baja de energía que ese período le traerá.
¿Se está riendo al leer esto? ¿Le ha pasado alguna vez algo similar?
Si considera que es absolutamente normal resfriarse cuando llega el frío, insolarse cuando hay mucho sol, enfermarse al envejecer, etc. debería replanteárselo y recordar el sentido de la existencia y el porqué de su nacimiento. El ser humano ha sido gestado para vivir en estado de salud, pero ha naturalizado la enfermedad a tal punto, que lo habitual es vivir de “turista hospitalario o sanitario” y/o a base de psicofármacos que cumplan las funciones que nosotros ya no somos capaces de realizar espontáneamente.
Nuestras casas se convierten en tiendas de campaña de la cruz roja y los familiares y amigos en enfermeros.
En lugar de mantener hábitos alimenticios saludables, que no significan morir de hambre, sino comer lo necesario, lo que naturaleza ha puesto a nuestro alcance en el lugar donde vivimos y respetando las estaciones del año, comemos como desaforados, o no masticamos, o llenamos el estómago de litros de bebidas, por lo general corrosivas, como las gaseosas, etc. Luego se puede recurrir al digestivo y seguir inhibiendo los procesos de asimilación y digestión espontáneos del organismo.
“Estoy hinchada/hinchado”. ¿Cuántas veces se ha encontrado diciéndose a sí mismo estas palabras? ¿Se preguntó de qué está hinchado/a? ¿Está hinchado de llevar la vida que lleva? ¿Está hinchado de la presencia de alguien en su entorno? ¿Está hinchado de cargar con las responsabilidades de todos y todo, sin que nadie le haya dicho “gracias”, porque hace esperando una devolución y no por el simple hecho de HACER desinteresadamente?
¿Está hinchado de posponer sus sueños y sentirse un esclavo de la voluntad de los demás? Todos sabemos que no se arregla con un digestivo.
Decía mi abuela “Todo depende del color del cristal con EL que se mire”. Y vienen a mi memoria muchas frases populares como ésta. “Metele onda”; “Ponete las pilas”; “Hay que ver el vaso medio lleno y no medio vacío”; “Te quejás de lleno”; Seguro que usted también pensó en varias mas. ¿Pero sabe una cosa? Cuando llegamos a ese estado, no alcanza con las palabras. Hace falta algo más. Deje su plato favorito de comida fuera de la heladera durante un par de años y después me cuenta en qué se convirtió. Después me cuenta en qué horripilante olor se convirtió ese aroma predilecto al que no se le dio su debido cause en el momento preciso.
Eso pasa con nuestro cuerpo. Somos como libros de historia. Llevamos la historia de nuestras experiencias esculpidas y talladas en nuestra sangre, en nuestra energía. Y esa sangre y energía van a determinar el estado de nuestros órganos internos y las emociones y afectos condicionados por ellos. Para poder alcanzar un nivel de evolución de nuestros centros superiores, es importante desempolvar nuestros pantanos insensibles por la dureza del tiempo, por los esfuerzos de la negación, rígidos del frío de los rencores y de las penas de amor, tibios de omisiones, racionales y calculadores. Créame que no importa cuánto se esfuerce por hacer de cuenta que las cosas no pasaron. Es como querer esconder un elefante en un bazar y pedirle que no rompa nada. Por más que lo tape y pregunte: _ “¿Qué elefante?”, se ve igual. Se ve más que antes. Nuestra voluntad pugna por seguir adelante, pero nuestras células, nuestra memoria celular y corporal son mucho más fuertes.
Hay que mover. MOVERSE. El Movimiento Expresivo Rítmico Sensible que va a activar y dar senda a lo estancado. El estar o sentirse detenido, paralizado, fijo, me va a llevar a tomar decisiones equivocadas. Me va a hacer perder en mi propia mentira, que ni yo mismo me creo ya. Me va a desconectar más y más de lo que siento y me va a ir doblando sobre mi propio eje, para que ya no pueda comunicarme con el cielo, para que haga caso omiso de las señales que me envíe. Me va a convertir en un “genérico”.En cambio, moviendo, expresando, relacionándome, abriendo las compuertas…reparo, corrijo, sano, me rescato y rescato, me genero y regenero.
Cuando sienta que ya no tiene fuerzas, es cuando mas tiene que confiar. Crea, aunque no crea. Haga como si creyera. Lo va a ayudar para comenzar a dar el primer paso y quien le dice…por ahí…se encuentra con una sorpresa. Apele al humor. Es muy difícil, sobre todo para quienes nunca han podido ser niños, ni cuando niños, por diferentes circunstancias. Observe a los niños y aprenda de ellos. Rescate su niño interno. Si su humor es cáustico, irónico, sarcástico está teñido, contaminado por lo pendiente. Una cosa es el humor y otra muy diferente es la ironía, de la cual es muy difícil defenderse.
Otra es la hipocresía. No se trata de esconder las penas bajo un disfraz de felicidad. No se trata de disfrazarse de payaso y disimular. Se trata de SER.
Los espero para trabajarlo juntos en un lugar de sostén, confianza y sin juicios ni prejuicios.
Desde el alma y con el corazón. Liliana M. Pérez Villar.