miércoles, 13 de octubre de 2010

LOS 33


Soy una de las miles de personas que se durmió al alba, rogando al Cielo en silencio, por las almas de los “33”. Oré, medité, tomé mate, me emocioné hasta las lágrimas con cada rescate, cada reencuentro, cada espera. Me reí con los chistes del conocido “ingenio porteño” en relación a situaciones que, comparadas con lo trágico de esta experiencia, se tornaban en nimiedades. Desde el minero que prefería quedarse abajo antes de salir y confrontar a sus “dos mujeres”, (“Somos las dos mujeres de Yonni Barrios, queremos que sea rescatado de las profundidades de la Tierra para que decida con cuál se quedará”) ¿?, hasta el “salón presidencial VIP” en alta montaña, la preocupación por el supuesto abandono que podría sufrir el ciudadano Boliviano Carlos Mamani, por no ser chileno y la “interpretación de opinólogos improvisados” sobre las reacciones del estado de ánimo de cada uno de ellos al emerger del refugio, hacia el escenario de la superficie. -“El problema fue el que salió primero con esa cara de...” “¡Podría haber esbozado una sonrisita al menos!” –“Si, como el segundo, viste, Mario Sepúlveda?” “¡Ese es un capo!”; -“¿Te fijaste que LAS MINAS estaban peinadas de peluquería?” “¡Les pagaron la peluquería a todas!”. En fin, comentarios que reproduzco directamente de los relatores del rescate, que me parece deberían haber permanecido en el plano de la intimidad y que se han transmitido mundialmente. Confieso que con esa cualidad de empatía que Dios me dio, bajé en espíritu en la cápsula Fénix 2 con el primer rescatista voluntario, Manuel González Pavez (¿Vieron qué cara de... tenía?, ¿Estaría preocupado por algo?), pensaba qué pasaría por su cabeza en ese momento, si estaría muerto de miedo o si su capacidad de concentración, meditación y su fe lo sostendrían durante esos eternos minutos del descenso; me preguntaba si estaría mareado, con taquicardia, descompuesto, si lloraba, si era su viaje de redención, de retorno, su nueva oportunidad, qué promesas estaría haciendo... Subí con Florencio Avalos los 19 minutos, imaginaba la sensación de “sentidos bloqueados”, aislamiento humano, de estar literalmente, experimentando al límite, que simplemente, estamos sostenidos por un cordón que nos une a la Creación, que es lo que nos mantiene vivos y que si nos cortan ese cordón...¡Voila!, Caput, Ce fini...a transmutar a otros niveles, otros domicilios. Son esos momentos en que se empieza a “negociar” con las Creencias a cambio de.... –“Te juro que si salgo de esta bien, nunca mas voy a” ... Aprendí un montón sobre “minas”, jajaja... me dormí con la televisión encendida, me desperté varias veces chequeando que todo siguiera bien, bueno, lo que me consta que muchos de nosotros hicimos, pero desde un humilde acompañamiento humano, desde la solidaridad, la oración, el compartir el dolor que es de todos, y si hay algo de lo que puedo asegurar conocer alguito, modestamente, es del dolor, en todas sus manifestaciones. Imagino que son sensaciones que pertenecen a ese lado luminoso de la “Bondad Superior” de la humanidad, que aún se observa en algunos seres, la misericordia, el AMOR, la Compasión, el ponerse en el lugar del otro, el desear el bien común, etc. Jamás se me ocurriría emparentarlo con un país, una religión, un gobierno y decididamente, mucho menos con la política. Pero REDEPENTE, como diría Catita, un discurso que no se entendía bien, como en una lengua extraña, me rompió la cabeza. Repetía: “Chile, los Chilenos, nosotros, nuestro país, el presidente, el gobierno, el ministro, nuestros hermanos chilenos...” Un montón de palabras acumuladas, para mi gusto fuera de contexto, que no encajaban con lo que estaba sucediendo. Una especie de campaña electoral en pleno rescate. Una hilera de impecables dientes blancos en medio del dolor de familiares, amigos, rescatistas y rescatados, más desubicado que caballo en el techo, entre las lágrimas de emoción, pena, desorientación y otras tantas “ciones” mas, que supongo no podemos ni imaginar. Por momentos, parecía un rodaje de la Metro Goldwyn Mayer. Por supuesto que no quiero decir con esto, que no fuera motivo de felicidad. Lo que quiero decir es que no había que convertirlo en un acontecimiento político. ¡No olvidemos, por favor, las razones por las cuales sucedió todo esto! Estamos pasando por alto las causas y dándole las gracias a un poder que las genera y que, conociendo los pormenores político-socio-económico-culturales han hecho ojo ciego a lo que estaba sucediendo. ¿O nadie sabe las condiciones en que se trabaja en una mina como la de San José? ¿Quién desconoce los intereses creados en torno a la explotación de minas mundialmente? Las huelgas de mineros en Escocia, Inglaterra...etc. Volvemos a dar las gracias al verdugo que sostiene el hacha con la que nos va a cortar la cabeza. Estoy feliz verdaderamente, por los 33 que han sido paridos a la luz de la vida otra vez, luego de atravesar por el largo y oscuro canal de parto, en esta nueva gestación de 70 días. Feliz por ellos, su entorno y su voto de confianza y capacidad de mantenerse vivos en medio de tanta adversidad. Feliz por los desconocidos de siempre que meten el lomo para lo que haga falta desde el maravilloso anonimato, para que otros, que la miran por TV se lleven un falso crédito. Lo que me da mucha pena es que se utilice todo esto, para hacer una campaña política, captación de votos y aumento de popularidad, imagen y prestigio, que finalmente, siempre se invierte. Haciéndose cargo de atribuciones que no corresponden y que más que un agradecimiento, es lo menos que se puede hacer ante la indiferencia frente al dolor ajeno y por no haber sido cuidadoso a tiempo, para que esto no sucediera. Si vamos a elegir el sistema democrático de gobierno, porque consideramos que es el mejor, sigamos las reglas teóricas de la democracia. El gobierno no es “buenito” porque rescató a los mineros. El gobierno está para tomar las medidas necesarias para que esto no ocurra. Está para proteger a los ciudadanos en su medio laboral y no someterlos a trabajar en condiciones infrahumanas, en una explotación y usufructo personal a costa del daño al medio ambiente, al planeta y a la humanidad. Rescatarlos, además de ser su obligación, es lo menos que pueden hacer ante tanto deterioro. La manipulación es un monstruo de la propia creación que termina volviéndose en contra. Que no vuelva a suceder, por favor. Una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas.
Desde el alma y con el corazón.
Liliana Marcela Pérez Villar