"¿QUÉ TENGO QUE SENTIR?"
Giraba y giraba transportada por la música, feliz y liviana. Los brazos volaban conmigo dando cuerda para dejarme mover eternamente, sin noción de tiempo ni lugar. Como cualquier otro día. Entregada al movimiento como una hoja al viento. Predispuesta y abierta a las sensaciones. Confiada. Y como cualquier otro día también, sin una previa intención dirigida, abrí las alas y… a despegar. El mundo de las emociones. Pero esta vez, desde el cuerpo espiritual. Y ese vehículo tan intenso de las voces que surgían del fondo de la tierra y se elevaban al cielo con ritmos de cristal, me sostenían como ángeles que hacían de mi cuerpo, un manto de libertad de acordes y armónicos sonidos etéreos. Y a poco de dejarme ir, animadamente, desplazándome al compás de las percepciones y los sentidos, un sinfín de mensajes, respuestas y señales cayeron sobre mí. La “imagen auditiva”, la “recepción sincrónica”, “la conexión álmica”…Las fichas que sin buscarlo, caen una a una, en una lluvia de certezas y claridades imposibles de frenar. Y ya no se distingue entre la voz de la conciencia, la presencia cósmica, la Fuerza de la Creación o los mismísimos genes de los ancestros, respondiendo con sus huellas de humanidad a lo inconcluso que resta. Un súbito despertar corporal de conciencia de “resiliencia” (diría Adriana), es decir, esa capacidad de haber podido desarrollar una vida “sana”, en un medio “insano”; esa resistencia frente a la destrucción, con una respuesta vital positiva frente a la adversidad, a la presión, incluso dejarse transformar por esas experiencias tan dolientes y salir con una conciencia amplificada y amorosa y seguir construyendo. Y no caer fácilmente en el rencor, a pesar de las broncas, de las cosas pendientes. Y lloré. Lloré entre una riqueza de estremecimientos, conmociones, recuerdos, sentimientos, principios y culminaciones. Vi, sentí, palpé, comprendí los vuelcos del corazón, arropé mis pasados y lejanos desasosiegos, me amigué con esa inocencia desconcertante, me indulté en las angustias, y casi con orgullo, no de vanidad, sino de sencilla y humilde modestia, con un sentido de dignidad diría, sonreí entre lágrimas, como quien abraza a un bebé que llora y lo llena de besos y caricias y amores. Y en ese preciso momento, todo fue resoluciones. Decisiones. Caminos. Luz. Claridad. CONCIENCIA DIVINA. Borrón y cuenta nueva. LIBERACIÓN. PAZ. LLAMA. UN NUEVO COMIENZO. SOLTAR AMARRAS, ALZAR LAS VELAS Y MARCAR NUEVO RUMBO. Llegó la hora de conectarse con aspectos negados, de poner un punto a alguna etapa de la vida, de retomar libertades que por momentos abandonamos, tal vez para recuperarnos de esos golpes de la vida. Ha pasado ya todo el día. Conservo en mis cuerpos un sentido de “HABER SIDO INFORMADA CÓSMICAMENTE”. Me doy por enterada de todos los mensajes. Agradezco enormemente. Veremos ahora, qué es capaz de hacer una simple mujer, con este toque mágico. Esto que les he contado, donde me he permitido transmitirles una experiencia personal, sucedió hoy, en una simple clase de M.O.V.E.R.S.E., Movimiento Energético Expresivo Rítmico Sensible. Es algo que puede pasarle a cualquiera. A cualquiera que permita que le pase. No hay que tener ningún objetivo. No hay que ponerse ninguna meta. Mucho menos, torturarse con preguntas como: “¿Qué tengo que sentir?”. CONFIAR es el mejor comienzo. Jamás imaginé que HOY, iba a suceder todo ésto. A quienes estén atravesando por la adversidad, engancharse con la vida. ATREVERSE. Extiendan la mano y déjense tomar. La vida es una escuela y a ella venimos a aprender lo que nos llevamos a marzo en otras ocasiones. Cuanto menos nos aferremos al dolor, cuando podamos estar en el dolor sin miedo, cuando podamos darle un beso al AMOR disfrazado de dolor, sin sufrimiento, sin necesidad de evitarlo o salir corriendo, cuando no necesitemos vengarnos de quien nos dañó y podamos seguir amando su alma, más allá de sus errores humanos, de su personalidad, habremos hecho un Master en el sentido de la Devoción y el ARTE Del AMOR. Si aceptamos que esa experiencia o experiencias que vivimos fueron exactamente lo que teníamos que vivir y no otra cosa, para aprender lo que teníamos que aprender y no otra cosa, con quien o quienes lo vivimos y no con otras personas, atravesaremos las penas, las desilusiones, los dolores sin buscar a quién echarle la culpa. Seguramente HOY, si aprendimos, ya no atraeremos a nuestra vida esas lecciones, esos seres, nos relacionaremos con otros aspectos, más evolucionados, más amorosos, más elevados, e iremos por más, de lo que aún falta aprender.
M.O.V.E.R.S.E es sentir, vivir, ser flexible, es comunicarse, conectarse, animarse, abrirse, sacudir el polvo, el óxido, la telaraña y ventilar para que entre un golpe de aire fresco, que renueve nuestro compromiso con la vida.
Los espero siempre, desde el alma y con el corazón.
Liliana Marcela Pérez Villar.