sábado, 25 de junio de 2016

LA GRATITUD ES LA MEMORIA DEL CORAZÓN.

Hay un vasito imaginario que veo cada tanto. Está ubicado debajo del corazón. Es un vasito recolector, donde van a parar todas las penitas. Las penas de Humanidad, las penas de amor, la perplejidad ante la crueldad, el martes 13 inesperado, el balde de agua fría-congelada, la desilusión, la decepción, la tristeza. Ahora, me encuentro ante el dilema de tener que cambiarlo mas seguido o imaginarme uno más grande. Pero sería demasiado grande. Creo que no cabría en el pecho. Me parece que no soy la única. Al observar a la gente, algo que no puedo evitar, porque mis ojos están entrenados en la lectura corporal, siento que sus vasitos invisibles “guarda penas”, están cada vez más pesados. Sus hombros caen hacia delante, agobiados de soportar tanto sobre peso, tantas situaciones que no saben porqué “aguantan”, esclavitudes, presiones, con la cabeza encorvada, como si estuvieran mirando el ombligo en busca de respuestas, en lugar de referenciarse en el Cielo, lo que les mantendría la cabeza en alto. Se ven doblados, doblegados, replegados sobre sí mismos. Les cuesta caminar, sus articulaciones están desconectadas del mensaje celeste, lo suficientemente hinchadas, doloridas, dislocadas, como para que ese mensaje no tenga por donde ingresar. Les duele todo (expresión habitual y literal)…Tal vez hayan olvidado cambiar su vasito...Y, en cambio, hay quienes parecen no acusar recibo por nada de nada. Han desarrollado esa especie de muralla china muscular, que les ayuda a poner cierta distancia emocional. Como diciendo: “Hasta aquí llegamos”, pasada esta raya, me siento invadido. Me da la sensación, que ese vaso no ha sido vaciado nunca. Ya no hay más lugar para que entren penas. La última gota rebalsó el vaso y de ahí en más, no se ha podido ni mirar qué había adentro. Como los puercos espines, se pueden acercar hasta cierto punto, porque si sobrepasan el círculo de distancia emocional permitida, están las espinas. Es bueno recordarlo, para cuando nos encontremos diciéndonos a nosotros mismos: “Yo quiero trabajar esto o aquello, porque sé que es lo que justamente necesito, quiero cambiar, quiero que mi vida deje de ser como es y que tenga sentido, sé que cuando sucedió esto o aquello no pude elaborarlo, aceptarlo y no pude sentir” “Sé que tapé muchas cosas por dolor, por no saber cómo hacerlo de otra forma, y sé que mi vasito está lleno y destila muy feo olor” “¡Es que no lo he vaciado por tantos años!” Aún sabiendo que ahí reside el origen del sufrimiento, expresado o escondido, camuflado, no se abre, no se destila, no se limpia, no se airea. Y si…el sentir genuino se estanca. Se pierde de vista lo esencial. Y aparece la “sobre-adaptación” al entorno, a sí mismo, al poder y aparece la enajenación. Cuando se empieza a abrir, cuando decimos… “¡Por fin lo estoy haciendo!”…el Ser huye, evita, busca excusas, se justifica, pone mayor distancia y el vasito…sigue acumulando y enmoheciéndose. Allí, donde había compromiso aparece la huída, donde había afecto aparece la descalificación, la competencia, las disputas de poder, las rivalidades, donde había ternura, aparece “la ley seca”, besos secos, fríos, saludos por compromiso, alejamiento afectivo, incluso físico. En lugar de regar la semilla del Ser, en lugar de moverse, crecer, evolucionar, ser capaz de cobijar, resguardar, ser refugio y contención amorosa, mecerse con la brisa, ser luz y calor para los demás, el ser se seca, involuciona, se hace sólo sombra, queja, demanda, víctima, en lugar de ser expansión, se hace contracción. Envejece en lugar de crecer.

Entra en la “menudencia”. Vive en el mundo de lo material. Materializa sus afectos, sus amores, sus vínculos. Comienza a ver su sexualidad como una descarga de sus angustias y tensiones, una especie de “fast sex” donde libera sus miedos, e incluso, puede llegar a ser una herramienta de sometimiento, en lugar de vivir su sensualidad y sexualidad, como un regalo de los Dioses para liberarlo espiritualmente. Se basa en el rendimiento, la producción, el conocimiento científico. Quiere apoderarse de información, porque lo hace sentir poderoso. Quiere controlar. Manipular. Se achica, se reduce, se consume. Olvida la gratitud. Cree que agradecer es una medalla de condecoración al mérito. “Mirá lo que hice” “Y lo hice sho, eh? Aplausos. No. LA GRATITUD ES LA MEMORIA DEL CORAZÓN. Y cuando se expresa desde ese lugar, es recibida con humildad. La gratitud no debe de ser un premio a la tortita bien hecha, a la fiestita de cumple, no. Es en realidad, una actitud. Es Dar Gracia. Es un acompañar, una sensación de bien estar, de reconocimiento. Es AMOR. Y una muy buena manera de que el vasito se purifique. Un cambio de actitud. Es ver que las espinas tienen rosas y no que las rosas tienen espinas.
El verdadero AMOR trasciende lo personal. El verdadero AMOR ve más allá del Ser. Es la manifestación del AMOR divino a través nuestro. ¿Qué podría ser más real? ¿Qué podría ser mas “GRATO” de “GRATITUD”? ¿Cómo podría algo tan puro, causar dolor, sufrimiento, mal estar, sometimiento, discusiones? Eso no es Amor. Eso es otra cosa. Para darle un golpe de aire fresco a nuestras células más íntimas, para vaciar nuestro vasito “guarda penas”, deje de intentar “sentir AMOR” y simplemente, comience por “SER AMOR” en cada acto de su vida. Y si siente que debe volver sobre sus pasos y reparar algún daño que haya causado (lo cual hablaría muy bien de su conciencia), no lo dude ni por un instante. Discúlpese, pero no de “protocolo”, eso es peor, discúlpese con la convicción de lo que está haciendo, para partir de lo que une y no de lo que separa, sabiendo que se equivocó, con o sin intensión, discúlpese con el corazón, el cuerpo, el alma, sea SINCERO, y aliviará, tal vez, varios corazones. Sin condiciones. No se puede AMAR CON CONDICIONES. Es como estar “un poco embarazada”. O está embarazada o no está. O decide vivir el AMOR o no. No le estoy sugiriendo que le haga el verso a nadie, por favor, nada más morboso. La idea es ver en cada mirada, la cara del AMOR, la manifestación amorosa de cada ser, más allá de su cuerpo, más allá de la demanda, de la crítica, de la maldad, la enfermedad y hasta la mismísima crueldad. SEA AMOR. Y no acepte limosnas falsas en nombre de un falso amor. AMOR SOMOS TODOS Y ES NUESTRA OBLIGACIÓN CUSTODIARLO.
Desde el alma y con el corazón. Liliana Marcela Pérez Villar