domingo, 31 de enero de 2010

A SHEN PÉREZ


Hoy, voy a darme el permiso, para no obligarme a la exigencia desproporcionada de mi faena vespertina dominicana. La intención de este Blog jamás ha sido la de dar sermones, ni entretener, ni informar a nadie…Es más, ahora que lo pienso al sentarme a escribir, me doy cuenta que jamás ha tenido una intención. Nació como un estornudo, de pronto un cosquilleo en la nariz y ¡aaaaaaaahhhhhchíss! Un sentimiento de vocación, q en un momento surgió de la cajita que dice: “Cosas que te corresponde hacer”. Y ya…estamos por Aniversar los dos añitos. O sea, ya caminamos. Hace mucho tiempo atrás, una querida amiga, Angelina, me preguntó: “¿Qué es de lo que más sabés en la vida?” Y agregó: “No pienses, decime lo primero que se te ocurra” y verdaderamente, no hubo necesidad alguna de pensar, porque una palabra saltó a mi boca y encendió la lamparita de por vida. La miré sorprendidísima y dije: “El DOLOR”, eso es de lo que más creo saber, el dolor propio y el ajeno, que es lo mismo. El dolor de humanidad. Las miserias humanas, el bajo fondo, el sufrimiento, el pesar. Y el dolor, además, es lo que más me duele. Porque el dolor…duele. Las conductas humanas, las conspiraciones, la hostilidad, la descalificación, la violencia, los miedos, las mentiras, el pobrecitismo poderoso (manipular colocándose en víctima), el usufructo en las relaciones, el verso intelectual de creerse perfecto si seguimos alguna fórmula espiritual de Wallmart. Angelina me contestó: “Sobre eso tenés que escribir” ¡Y cuánta razón tenía! Para mí, escribir es como cantar, bailar, dar un seminario, caminar por la playa, andar a caballo. Es un sentimiento muy liberador. Me siento feliz escribiendo. Me encanta. Y como cuando somos chicos y algún adulto nos dice: “Decile el versito, cantale la canción que aprendiste, mostrale el cuadrito…” las ganas desaparecen cuando se pierde la intención de entregarse a la palabra porque aparece la presión del rendimiento productivo intelectual. Y al escribir, necesito sentir que no ando dando vueltas por los vericuetos y laberintos de la ciencia, del conocimiento, de la información, sino de aquello que siento resonar en mi interior y que si no sale…explota. Explota como un influjo de lo que se es, que trasciende el plano físico, no como una fuerza poderosa. Es una disposición amorosa, una actitud de ir. Es la zanahoria que me llama y me muestra el camino. No se puede no ir. Es así. Una fuerza compensadora que equilibra la balanza entre lo que hay y no hay, lo que falta y lo que sobra, la luz y la sombra, los opuestos, el equilibrio, la ecuanimidad. Entonces, cuando algo se me sale de la cabeza a la mano y lo quiero frenar, porque me parece que no, porque blablabla…pierde fuerza y cae. Porque necesito creer en lo que escribo. Porque cuando creo, no pienso. Sólo copio lo que me dicta el corazón. Y en estos días, entre chistes y sorpresas, un ser que amo profundamente, va cobrando en admiración día a día. SHEN. A veces los grandes Maestros vienen enmascarados con una habilidad que deslumbra. Y este adorado, arrugado y entregado Sharpei, que goza de todos los privilegios que mi corazón conoce, merece un reconocimiento especial, no sólo de mi parte, porque lo tiene todo el tiempo, sino de los pacientes, alumnos y amigos y familiares que circulan por la consulta y por la casa. Su don de servicio es verdaderamente inagotable. Es realmente INCANSABLE. No importa si el paciente llega a las 7 de la mañana o si se va a las 12 de la noche. Ahí está él, a mi lado, “diagnosticando”, “trabajando codo a codo” como el mejor equipo, repartiendo besos al que está triste, jugando con el que lo busca, llevando y trayendo zapatos a modo de ofrendas a cada uno que llega, retrocediendo ante aquel que está emocionalmente perturbado, como haciéndome saber que por el plano emocional, psíquico, mental, algo no anda bien. Ahí va él a acostarse debajo de la camilla del más afectado. Haciéndose cargo de la enfermedad, de las penas, los enojos de cada uno. ¡Y no hay manera de sacarlo! Él elige dónde colocarse, con quién y para qué. Dá señales.
Ve lo que los demás no vemos. Infatigable. Digno. Confiable. Una ofrenda de amor. SHEN atiende con nosotros, hace Chi Kung como cualquiera, practica asanas de yoga, Medita, participa de los seminarios y de la Oración, pone orden, si estamos en alguna creatividad y alguien grita o juega a pelearse o genera situaciones poco claras, aunque sea una actuación, va a tener que vérselas con él. No le gustan los gritos, las órdenes, la gente ofuscada, se aleja de los enojados, pero no los pierde de vista, es decir, pone lo que falta, compensa, acompaña sin invadir, está siempre presente sin cargosear y es un entregado total sin pedir nada a cambio. Siempre está de servicio. De verdad que es sorprendente ver con qué seriedad se toma su trabajo de sanador en esta vida. He llegado a la conclusión, que no debo de seguir preocupándome por sacarlo de la consulta. No quiero que se sobrecargue con las penas humanas de todos. Pero he descubierto que seguramente, es él quien está cuidándonos, haciéndose cargo de todo, custodiando la casa, funcionando de timbre, alerta, dispuesto, colaborador. Yo le digo cariñosamente “Doña Tota”, porque sabe todo lo que sucede en la casa, en el barrio, en la vida de quienes llegan, se para con las dos patitas en la ventana que da a la calle y controla todos los movimientos, “mi pobre angelito”. Este ser que amo con todo mi corazón, tiene las mayores virtudes que se puedan tener. Sintetiza el espíritu dorado al que tantos deseamos llegar como Sísifo con la piedrita a cuestas., pero él nació así, es así, sin ningún esfuerzo. Naturalmente bello, por dentro y por fuera. Su vida es un ejemplo de entrega desinteresada, amor, servicio y gratitud. No voy a contarles anécdotas que ustedes no creerían y me tomarían por “otra babosa más de su perro”. Pero invito a quienes conviven en la cotidianeidad con él, a que suban historias “totalmente objetivas” sobre él. A quienes consideran que ocuparse de los animales habiendo gente o chicos sufriendo no está bien, revisen su forma de pensar. Una cosa no tiene que excluir la otra. Personalmente me ocupo de la gente que llega a atenderse todos los días de mi vida. A eso me dedico. Esa es mi vida. Y también me dedico a ellos, que no pueden valerse por sí mismos frente a la crueldad humana. Son también hijos de Dios, son vida y son maravillosos. Son nuestra responsabilidad. Comprendo que haya gente a la que no les gusten los animales, pero dejen que los que sí los amamos, nos ocupemos de ellos y ellos de nosotros (y de ustedes).
Gracias SHEN por haber encendido el sol de mi vida siete años atrás, cuando tanto lo necesitaba. Gracias por tu inagotable fuente de AMOR, tu protección, tu ternura, tu alegría. Gracias hoy, en vida, aquí, para variar a mi lado (y yo al lado tuyo, claro). Gracias Edith, desde donde estés, por el regalo más maravilloso que he recibido a través tuyo, hijo de tu hijo de cuatro patas, Sensi, (mi novio, como vos decías).Gracias SHEN por ser un ejemplo del SANADOR, SANADORA que todos debemos ser. ¡Guau!
Desde el alma y con todo el corazón
Liliana Marcela Pérez Villar.