domingo, 14 de octubre de 2012

Felix Baumgartner y nuestro salto al vacío.

Comienzo a escribir el blog de hoy, bastante más tarde de lo que había organizado. Es que quedé absolutamente hipnotizada, atrapada y cautivada por ese maravilloso salto desde la estratósfera que ha tenido a varios atornillados a televisores e internet por horas. Cuando me senté a la computadora, se oía como música de fondo los gritos emocionados del locutor, que pronosticaba que un tal Felix Baumgartner, Austríaco y hasta ese momento desconocido para la mayoría de nosotros, se arrojaría en caída libre desde 36 mil metros de altura, para tratar de superar tres récords mundiales: romper la barrera del sonido, el salto más alto y a mayor velocidad (1.100 kilómetros por hora). Lo primero que pensé fue: -¡Hay que tener ganas de arriesgar la vida por una hazaña así, no? ¿Cuánta plata se habrá utilizado en este proyecto maratónico? ¡Con todas las urgencias que atraviesa la humanidad en este momento! ¿Será realmente necesario disponer de tantos recursos, tiempo, gente, dinero para algo así? Se me confundían las necesidades humanas con los recursos, la estupidez del Poder, la conquista y la desesperación del Hombre por lograr nuevos espacios para estropear, ya que al que se le ha obsequiado, lo ha deteriorado por demás… Con las dos manos sobre el teclado, absorta e impávida, dura como rulo de estatua, me encontré al mejor estilo de La rosa púrpura del Cairo, sentada en la cápsula con Baumgartner. Su respiración que se escuchaba nítidamente y a lo que soy muy sensible; su concentración, atención y agudeza; los 40 items que había repetido millones de veces para asegurarse el menor riesgo posible; el espejito, el traje…Pensé: ¡Este hombre, definitivamente, no sufre de vértigo ni de claustrofobia! El tiempo pasaba sordamente. Su serenidad me admiraba. Me intrigaba saber qué estaría pensando, qué sentiría, si su pulso se habría acelerado o si estaba emocionado y en control de las emociones por el rigor de su entrenamiento. Paralelamente, las cámaras ponchaban la imagen de su madre que pretendía sostener una sonrisa entre lágrimas, agarrándose la cabeza entre doblada y erguida. Me preguntaba si habría dejado algo pendiente en su vida, en sus afectos, o si habría tomado la prevención de abrir hasta la última gota de sangre en sus venas para confesar, para confesarse. Tal vez, digo sólo tal vez, lo pendiente era justamente SALTAR. Si bien, por lo que he leído en el diario, llevaba varios saltos desde diferentes monumentos, puentes y edificios destacados de todo el mundo, que terminaban en huídas en motos, autos, camiones o helicópteros e incluso la cárcel, insisto que tal vez, lo pendiente era LA ESTRATÓSFERA! ¡Quién fuera neurona para saber qué pasaba por esa cabecita cuando se abrió la compuerta al espacio! ¡Quién fuera glóbulo rojo para sentir lo que pasaba por ese corazoncito, ahí paradito en un miserable escaloncito colgado de la nada en la inmensidad azul celeste! Well boy…come on now! Y allí se dejó irrrrrr. SOLTÓ. SALTÓ. CONFIÓ. SE ENTREGÓ A SU SUEÑO Y VOLÓ. DIOSSSSSSSSSSS! ESTE SOY YO. PERO NO UN YO PERSONAL, SINO UN YO SUPERIOR. YO SOY…ESTO. SOY UN SALTO AL VACÍO. Y ME TIRÉ CON ÉL! SÍIIIIII, CON EL VÉRTIGO Y TODO. LO QUE TANTAS VECES HE TRANSMITIDO EN SEMINARIOS, CLASES, EN MI HACER, PENSAR Y SENTIR COTIDIANO. EL SALTO AL VACÍO. CUANDO LA ESENCIA, EL SENTIDO DE LA VIDA, LA INSPIRACIÓN, EL IDEAL ESTÁ TAN CLARO, LA VIDA SIEMPRE INVITA A SALTAR. Y HAY QUE ESTAR A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS. PRIMERO, ASEGURARSE QUE EL SALTO NO LASTIME, DAÑE, NI PERJUDIQUE A NADIE. QUE NI SIQUIERA SALPIQUE A OTRO Y SEGUNDO, QUE SEA EL OXÍGENO DE NUESTRA RESPIRACIÓN. SALTAR AL VACÍO PORQUE NO SABÉS QUÉ HACER CON TU VIDA, NO JUSTIFICARÍA UN DESENLACE NEFASTO. PERO CUANDO TODO TU SER GRITA QUE SALTES, CUANDO TE ENFERMÁS DE RENCOR, DE ENVIDIA, DE ODIO SI NO SALTÁS…HAY QUE SALTAR. Y AHÍ TE DAS CUENTA QUE LA MUERTE ES LO DE MENOS. LO TERRIBLE ES MORIRSE EN VIDA POR NO SALTAR CUANDO ES TIEMPO DE HACERLO. LA MUERTE DE LO VIVO ES LO SINIESTRO. Cada uno de nosotros tiene un nivel de salto en su vida. Un salto, dos, tres, los que sean. ¿La altura? Bueno, la que sea, será por algo. Quizás el trabajo a despejar sea, distinguir el momento de saltar cuando hay que saltar y no saltar, cuando no haya que hacerlo. Y además, calcular las alturas. Ni excesos, ni deficiencias. Hay quienes no saltan ni un charquito nunca y hay quienes saltan más allá de lo necesario o de sus posibilidades siempre. Ni saltar sobre llamas ardientes (esto sólo para dragones que rescatan a sus princesas), ni esperar redes de amianto que midan kilómetros. Hoy muchos comentaron que hay que estar loco para hacer algo así. Creo que muchos de los etiquetados de LOCOS, seguramente se curarían ante una experiencia de este tipo. No es cuestión de empezar a tirar locos desde la estratósfera tampoco (defina loco). Pero la cordura del “quietito”, más que cordura puede ser cadena perpetua. Hay cosas mucho peores que perder la vida. Perder las ilusiones, el entusiasmo, las pasiones, por ejemplo. Permanecer y transcurrir no siempre quiere sugerir HONRAR LA VIDA, aunque te mantenga sanito. Diría Victor: “Ni tan calvo que se le vean los huesos, ni tan peludo que no pueda ver”. Y bien por esa madre que se estaría muriendo por dentro y con una sonrisa en los labios y lágrimas en los ojos, estuvo ahí, acompañó y hasta aplaudió”. Confieso que son los únicos zapatos de esta historia, que no querría calzar. No sé si será verdad, pero un comentarista agregó que probablemente, decidió abrir el paracaídas antes de quebrar el único record que no superó, para no vencer a su amigo y asesor que es el portador de la marca. Para una amante de la amistad y fomentadora de lazos de amor entrañables, he decretado que fue así, más allá de los hechos. Es una historia en la que me gusta creer.
Bueno, ha sido un día agotador. Voy a sacarme el casco y el traje que me da mucho calor. Desde el alma y con el corazón. Liliana Marcela Pérez Villar lilianamperezv@gmail.com FaceBook: (2) ANAMCARA CENTROS DE ENERGÍA ANAMCARA ESCUELA DE CENTROS DE ENERGÍA