LO QUE NO VEMOS.
Una de las reglas de oro número uno de la Escuela es NO HACER DAÑO. Esto tan maravilloso, suele ser muy difícil de realizar, cuando los asuntos pendientes persiguen las nuevas experiencias del ser y las tiñen de ignorancia primordial. Hablamos de esto en el seminario de la semana pasada, cuando concluimos muy sintéticamente, que la enfermedad es AQUELLO QUE NO VEMOS. Es imposible no causar un daño si ni siquiera hay conciencia de estar causándolo. Si vamos por la vida con un kilo de cebollas en la cabeza y no nos pesa, no sentimos olor a cebolla, si ante la pregunta de qué hacemos con un kilo de cebollas en la cabeza, respondemos sorprendidos u ofendidos, negando la observación, poco podemos hacer más allá de seguir con el kilo de cebollas a cuestas, como si tal cosa. ¡Pero imaginen ustedes lo complicado que debe ser, dormir con alguien con un kilo de cebollas en la cabeza! Súmenle los años de cargar las mismas cebollas y bueno...aunque no se quiera hacer daño...no hay un acto cognitivo. Por lo tanto, tampoco existe la posibilidad de modificarlo. Porque para modificar algo, hay que reconocerlo y aceptarlo primero. ACEPTACIÓN es el paso primero. Sucede que hay experiencias de vida, lo suficientemente penosas, como para dudar hasta de haberlas vivido en realidad. Es un acto de AMOR al prójimo. Como es tan doloroso aceptar que esto o aquello haya sucedido, o que fulano, mengana o “sotana” hayan hecho tal o cual cosa, se elige dudar de la propia percepción, de los propios sentidos y hasta de las evidencias, por contundentes que sean. Esto, supuestamente, permitiría que las relaciones y los vínculos se sostuvieran, a pesar de lo sucedido. Pero para lo único que sirve es para generar enfermedad. Hay un juego de roles, un role-playing game, muy interesante de practicar con la intención de poner en evidencia estas cosas. El juego del “boludo”. Disculpen la expresión, pero se llama así. Como su nombre lo indica, jajaja, es precisamente jugar a eso. Jugar a no darse cuenta de. Como se hace a diario en la vida: “No se”, “No me di cuenta”, “Yo no fui”, “Estaba durmiendo”, “Me confundí”...bueno...varios etcéteras. Entonces, seguimos eternamente, como si nunca hubiera pasado nada. Una especie de “Síndrome de Estocolmo” indiscriminado. Negar esas situaciones tan dolorosas, no mantiene las relaciones, todo lo contrario, las enferma, las estereotipa, y eso mismo sucede con las personas. Cuando no se puede aceptar, hablar, buscar una manera de resolver lo pendiente, decir lo que se siente, se termina enfermando. Y esa “pelota en el estómago”, “ese nudo en la garganta”, “esa pata de elefante sobre el pecho”, “la puñalada en la espalda” y tantas expresiones mas que todos conocemos y usamos habitualmente, se van convirtiendo en tumores, descomponiendo nuestra sangre, (por la “mala sangre que nos hacemos”), rompiendo los corazones, bloqueando nuestros canales de júbilos, arterias, presión, azúcar y hasta nos llevan a abrir puertas, como las “puertitas del doctor López”, (¿se acuerdan?), y terminar en un Alzheimer, Huntington o un Parkinson, por no poder controlar lo que está sucediendo, (como si eso fuera posible), por no sentirnos capaz de seguir tapando, ocultando, callando, jugando al “boludo”. Para que esos vínculos puedan sobrevivir, hay que poder aceptar lo sucedido, trabajarlo (con el o los otros involucrados si es posible y de no serlo, solos) y recién ahí, aparecerán las posibilidades de resolución. Negarlo es eternizarlo y enfermar. Practicar el AMOR y la COMPACIÓN hacia los demás, pero también hacia nosotros mismos. Eso ayudará además a salirse de la trampa de la CULPA, en el afán de “proteger por AMOR” a quien pudiendo haber evitado un daño, eligió no hacerlo. (en caso de tener conciencia de daño). Ya sea porque no supo, no quiso o no pudo, recién se recuperará el vínculo luego de hablarlo, de trabajarlo, de trascenderlo, pero nunca, negándolo. En consecuencia, para desarrollar un sentido de Unicidad con todo y con todos, primero debemos convertirnos y asumirnos comos seres responsables y concientes, despiertos, atentos. Desarrollar empatía con el dolor de la humanidad y de otro ser viviente, cualquiera sea su especie y/o condición. De lo contrario, si no nos comprometemos a trabajar con “lo que no vemos”, nos convertimos en causantes de destrucción y daño. Es muy sencillo encontrar excusas para justificar la ira, la violencia, la corrupción, el delito...encontrar pretextos para calmar la conciencia. Pero cuando nos comprometemos con un IDEAL, con un ESTILO DE VIDA, cuando nos declaramos AMANTES Y CUSTODIOS de cualquier expresión vital, porque si, porque vibramos en la sintonía del AMOR UNIVERSAL y no por no ir presos, o por “conveniencia”, y si además cambiamos la actitud combativa, rencorosa, victimaria, desafiante y obstaculizadora, y nos declaramos facilitadores, vehículos de alegría y de Bondad Superior, abandonaremos el “¿POR QUÉ?” y el “¿CÓMO?” y nos comprometeremos mas con el “¿QUÉ?” y el “¿PARA QUÉ?”. Un SER EN DISPONIBILIDAD. CONTENTO. UN DELIVERY DEL CIELO.
Desde el alma y con el corazón.
Liliana Marcela Pérez Villar.