domingo, 27 de junio de 2010

No tengo ningún “pitito” adentro. (¿?)


Esta es una de las tantas frases que escucho en el consultorio día tras día.
Se refería a la sensación de “estar incubando algo”. Dificultad para respirar normalmente, opresión en el pecho y agitación ante el “movimiento”, pero sin ruido (sin pitito adentro del pecho). Al mismo tiempo, rechazo a MOVERSE, con conciencia de NECESIDAD de hacerlo. Adentrándonos en el tema, surge la frase: “Es que uno nunca está conforme con lo que tiene y siempre se está fijando en lo que le falta”. Cuando la misma paciente, que es psicóloga, se encontró a sí misma diciendo todo esto, sostenida por mi mirada cómplice que le estaba dando tiempo para escucharse y darse cuenta sola del sentido de sus palabras, comenzó a reírse sorprendida y reconociéndose en lo que estaba diciendo. El humor que entre las dos le pusimos a algo tan doloroso, NO LA BURLA, recalco lo de HUMOR, hizo mucho más llevadero el trabajo en nuestro encuentro. Trabajo que por cierto, es un banquete sobre la mesa servida como psicóloga, pero que elaboramos desde otro lugar también, dejando espacio para lo corporal.
Otra frase muy fuerte de este último tiempo de atención en la consulta fue: “Yo sé que cuando nací, no podía respirar”. “Estuve un tiempo largo debatiéndome entre irme o quedarme”. Esta lectura tan contundente de vivir “al palo”, (traduzco: al límite), es lo que lleva a tantas personas a eternizarse en esa trampa de vivir su vida como si “TODO FUERA CUESTIÓN DE VIDA O MUERTE”. Como diría Michael, a un año de su partida: Black or White. Y cualquier situación o relación que no “dispare” tanta adrenalina, se convierte en algo aburrido y falto de interés. Todo es un duelo, un reto. Todo es crítica, provocación, demanda, exigencia. –“Dame, dame, dame, dame, dame algo, dame lo que sea, si no me lo das…me voy a vengar, sos malo/mala, o te lo robo porque es mío, porque el mundo me debe tanto…que me lo cobro a cuenta del sufrimiento ajeno y propio”. La atracción está puesta en el RIESGO, y ese riesgo es mal-comprendido como sinónimo de LIBERTAD y de REBELIÓN contra cualquier figura que sea tomada como limitante o represiva, desde la realidad o la fantasía. Tratar de “interpretar” a partir de la palabra toda esta simbología, suele despertar mucha resistencia y enojo. Por lo tanto, luego de ponerlo de manifiesto, pasamos también, directamente, al trabajo corporal, para resolverlo desde otro lugar.
Sucede que, habitualmente, actuamos todas aquellas situaciones y experiencias no resueltas, que vamos arrastrando a lo largo de la vida. Y no se tapa solamente con drogas, con sustancias, con conductas adictivas. La mente tiene tantos recursos, tantos vericuetos donde esconder la enfermedad, y la palabra tiene tanta habilidad para engañar y engañarse, que puede llegar a ser una gran pérdida de tiempo, energía y también de dinero. Repetiremos hasta el cansancio. “EL CUERPO NO MIENTE”. En cambio la PALABRA…si. Finalmente, cuando se llega a esa situación de rincón, donde ya no hay por dónde escaparse, viene el manotazo final. Hay que irse. Ya nos descubrieron.
Es muy difícil comprender cómo funciona la enfermedad. Enfermamos, ya sea física o energéticamente, lo que implica el plano emocional, afectivo, intelectual, mental o espiritual, cuando desde la salud, no podemos, no sabemos o no queremos dar una “respuesta sanadora” a esas situaciones pendientes, que nos han condicionado la vida. Eso convierte a la enfermedad en un área donde se “juega” la vida “sobreadaptativamente”. Es una condición amoldada a una realidad que no soportamos, donde nos instalamos, ajustando esa realidad a nuestras posibilidades de resolución o de negación de lo sucedido. Entonces, si intentamos destruir esas defensas “adaptativas” antes de tiempo o a la fuerza, es como obligar a volar a una mariposa cuando aún está dentro de su crisálida. Por pesado que sea el caparazón de una tortuga, si se lo sacáramos a la fuerza, además de dejar de ser tortuga, la estaríamos exponiendo a situaciones para las que no está preparada y seguramente, no podría sobrevivir. Por eso es tan frecuente en los tratamientos que funcionan, que el paciente huya, apenas comienza a sentir que se está acercando a lo que se llama “núcleo psicopatogenético”. Como solía decir en broma un amigo mío: “Ahí está la madre de Dorrego” ¿Y de quién huye? De sí mismo. Para eso debe encontrar alguna excusa, generar situaciones destructivas. Se ofende, descalifica, falta sin avisar o avisando un rato antes, pretende “manejar” el tratamiento, miente… Porque no sabe vivir en la salud. Todavía no aprendió. Pero al MOVERSE, puede ir desarticulando estos mecanismos defensivos desde otro lugar. Porque al mismo tiempo va aprendiendo a conectarse con aspectos que desconoce, a relacionarse, a sentir, a entrar y salir de distintos estados de ánimo, sin temor a tener que quedarse a vivir “ahí adentro”. Aprende distintas expresiones, respuestas, modelos relacionales, descubre partes de su cuerpo que no sabía ni que existían y eso, eso lo sorprende y alegra. A veces, esas estructuras están tan arraigadas, que hay que acompañar el movimiento con masajes, para ir “aflojando”, “flexibilizando”, “conociendo”, etc. Si hay dolores que inmovilizan o asustan para MOVERSE, podemos hacer unas sesiones de acupuntura también y calor. Hay que romper el círculo vicioso por algún lado. “NO NOS MOVEMOS PORQUE NOS DUELE Y NOS DUELE PORQUE NO NOS MOVEMOS”. Recuerden que al mover el cuerpo físico a través de la expresión, desde un trabajo energético, movilizamos los demás cuerpos que mencionamos antes. Así vamos a recorrer dos caminos: Borrar las huellas viejas que nos esclavizan y someten, condicionando nuestras vidas y empezar a marcar nuevas huellas, que nos vayan devolviendo la libertad, la ilusión, el entusiasmo y la PASIÓN, esa palabrita que parece jubilada del lenguaje humano y que se terminó confundiendo con violencia y agresión, cuando en realidad es un sentimiento vivo muy intenso por alguien o algo, muy emparentado con el AMOR.
Los espero siempre para M.O.V.E.R.S.E con nosotros, en un espacio de CONFIANZA, AMOR Y TERNURA.
Desde el alma y con el corazón.
Liliana Marcela Pérez Villar.