No condenemos a la víctima para defendernos. No es contagioso
1)-“Me atacaron en la calle, me pegaron, estoy toda golpeada, rasguñada, me voy a la clínica”. ¿Me acompañás?”
-“Eso te pasa por patotera”. “Ahora arreglate sola”. “A mi no me gustan las chicas que se andan peleando por ahí como varoncitos”
2)-“Me robaron”.
-“¿Entraron en tu casa?”
-“Era alguien que trabajaba en casa”
-“¿Cómo metés en tu casa a alguien que roba?”
3)-“He sido víctima de abuso sexual”
-“¿Cómo víctima?” “¿Estás segura?” “Mirá que yo a fulano lo conozco bien y es un tipo bárbaro” “¿Vos no lo provocaste?” “¡Con esas polleritas que usás vos, a cualquiera se le va la mano!”
4)- “Lo mataron cuando estaba estacionando el auto en la casa” “No le dieron ninguna oportunidad”
-“Por algo habrá sido” “Andá a saber en qué estaba metido”
Todo lo que acaban de leer lo he escuchado con mis propios oídos. Es una antología sintética de las frases mas recordadas por años. Estoy segura que todos hemos oído cosas similares varias veces.
¿Qué es lo que lleva a una persona a descalificar el dolor de otra y a invertir el sentido de lo ocurrido? ¿Por qué se transforma a la víctima en victimario? ¿Por qué se culpa y acusa a quien ha sido sometida, violada, robada, golpeada, abusada? En femenino y/o masculino, en singular y/o en plural. ¿Cuál es el mecanismo que lleva a invertir el orden de los principios básicos? ¿Qué pasa con un ser que cuando se entera de un abuso, en lugar de contener, cobijar, proteger, cuidar y dar amor a quien está sufriendo, lo tilda de paranoico o lo responsabiliza por lo ocurrido o se borra porque…se le chifló el moño o está loca/o? Bueno, luego de haber escuchado centenares de historias en el consultorio y fuera de él, luego de haber vivido lo propio, he llegado a la conclusión de que se trata simplemente de MIEDO. Sí, ME DA TANTO MIEDO QUE ME PASE LO MISMO QUE A VOS, QUE NECESITO PENSAR QUE A MI…NO ME VA A PASAR, PORQUE YO NO VOY A SER TAN CRÉDULO, NI VOY A PROVOCAR A NADIE, NI VOY A PATOTEAR A NADIE, NI LE VOY A MOSTRAR LA BOMBACHITA A NADIE. A VOS TE PASÓ, POR DESCUIDADO/A. COMO YO NO ANDO EN NADA RARO, NADIE ME VA A MATAR O TORTURAR O SECUESTRAR. NADIE VA A VIOLARME, A ROBARME, A ATACARME…ESO LE PASA A GENTE COMO VOS. De esa forma, quedo fuera del foco de fuego y me puedo ir a dormir con total tranquilidad de que nada va a pasarme. Como soy más inteligente, más cuidadoso, más “vivo” a mí…no me va a pasar. Vos no tomaste las precauciones necesarias, no estuviste atento/a a las señales… “¡Vos sos muy CONFIADO/A!” Nunca sabemos cómo se va a reaccionar. Suelen ser momentos límites, en los que se desenmascaran los verdaderos sentimientos y emociones. Donde aquellos de los que mas esperamos son los primeros en sorprendernos desagradablemente. Ahí donde esperábamos cariño, afecto, protección, justamente son los primeros en criticarnos, acusarnos, ignorarnos. ¡Ni que hablar, cuando además están involucrados nuestros afectos más íntimos, como un padre, tío, hermano violador, por ejemplo! ¡Una madre que entrega a su hija o hijo a una vida de abusos, por no hacerse cargo y tomar las decisiones correctas, en el momento correcto! Y la víctima termina por preguntarse si habrá sido cierto lo que sucedió, porque es tan doloroso que a veces, es mejor terminar convencido que uno está loco antes que admitir que lo que pasó…pasó. Es un acto de AMOR elegir la propia locura a la locura ajena. A veces, la agresión es la indiferencia. He oído a un paciente decir hace muchos años: “Al menos a mi me pegaba, a mi hermano ni siquiera eso” “Es que mi hermano no daba el brazo a torcer”. Cosas que no se pueden o no se quieren creer. Crueldades de unos seres sobre otros. Como si la única manera de relacionarse fuera con violencia, a través del poder, del sometimiento. Claro que hay cosas que no queremos ni considerar. ¿Cómo vamos a soportar pensar que encerraron a cientos de personas en una iglesia y le prendieron fuego? “Algo habrán hecho”. Eran judíos, o negros, o prostitutas o maricones…Pearl Harbour, Auschwitz, Hiroshima y Nagasaki, y nuestros campos de concentración personales, nacionales y familiares. Y lo difícil que resulta no devolver con la misma moneda, con crueldad y violencia. La crueldad, o sea, esa especie de placer que se siente al causarle daño a otro, no necesita de ninguna razón para ser ejercida, sólo necesita de una ocasión. Parece que la comprensión, el cariño, las demostraciones de afecto son signos de debilidad. “La crueldad es la fuerza de los cobardes” dice el proverbio árabe. Pero en realidad, tanto la violencia como la crueldad, son inmorales.
“Ojo por ojo y terminaremos todos ciegos” decía Gandhi. Si nos atrevemos a ver nuestros miedos vamos a descubrir maneras de relacionarnos más amorosas, más suaves, más tiernas. No devolver violencia por violencia. Ejerceríamos de aquello que criticamos. Lastimaríamos, porque nos lastimaron y nos convertiríamos en lo mismo que nos daña. Hay una ley divina, una fuerza oculta que todo lo mueve y gobierna. Tarde o temprano, en algún momento de nuestras vidas, tendremos que rendir cuentas de nuestros actos. No como castigo, ni para que seamos buenos y nos aprueben el examen cuando ese momento llegue. Eso no sería ningún mérito. Por favor, no invertamos el orden de las cosas. Lo que está mal no es CONFIAR. ¡Cuánta gente se ha rescatado porque alguien confió en ellos alguna vez! Lo que está mal es robar, matar, abusar, causarle daño a otro, violar, atropellar. Pero hay que SEGUIR CONFIANDO. A pesar de las malas experiencias. Estamos expuestos a la violencia. Mantengámonos atentos a las señales, seamos amorosos y generosos con los que sean víctimas de la violencia y sigamos CONFIANDO. Dejemos que las fuerzas que trabajan en lo oculto se encarguen de poner las cosas en su lugar. Ya bastante sufre el que vive en semejante oscuridad perjudicando a los demás, aunque generalmente, sin ningún remordimiento, pero al margen de una providencia que parece no llegarle nunca. Demos vuelta la página, dejemos de lado los deseos de venganza y volvamos a confiar. Y por favor, no se “defiendan de una víctima”. No es contagioso.
Desde el alma y con el corazón
Liliana Marcela Pérez Villar