lunes, 26 de junio de 2017

NOS VEREMOS OTRA VEZ

Entré buscando tu mirada de bienvenida, con la que me encontraba siempre al llegar y la que me despedía cada vez. En cambio, sólo encontré las huellas del delito que Tao había distribuido estratégicamente por toda la casa, haciendo lo que puede, al quedarse solo por primera vez en toda su vida. Solo de vos, solo de tu sabiduría, tu protección, de ese gesto de: “Tranquilos, acá estoy yo”, de tu infinito AMOR. Traté de recordar cómo era mi vida 16 años atrás, antes de tu llegada. Un proyecto familiar…la súplica de los hijos de tener un perro a quien “nunca jamás nunca iba a tener que cuidar porque ellos lo harían todo”…mi debilidad por los animales… la negativa a volver a pasar por el dolor de su partida otra vez…y acá estoy, con los restos de todos los proyectos familiares descansando sobre mis hombros. Mis hombros son los de una familia que va buscando su camino, sabiendo que hay un palenque donde rascarse, que se va a quedar haciendo cargo de todo para que los demás vuelen. Pero cada renuncia en lo cercano, fue el premio por haber tenido el privilegio de poder cuidarte con todo mi AMOR, aunque haya significado no moverme de tu lado desde que tu salud empezó a ocasionar estragos. Poder AMARTE con toda el alma fue la mejor recompensa que tuve, por AMARTE con toda el alma. Aún así, el saldo siempre se pone mas rojo de mi lado, sobre todo en estos últimos días, cuando a pesar de intentarlo todo, no pude evitarte el terrible dolor que atravesaste. No dejo de preguntarme si te fallé. Si podría haber hecho algo más, algo distinto, para ahorrarte un poquito de sufrimiento. Es el momento en que todo lo que uno sabe, no alcanza. La falta de sueño, el cansancio, la tristeza, la velocidad para tomar decisiones, el no tener a quién pasarle la posta, no tener medio propio de transporte o toparte con un par de tullidos afectivos y mentales de algún tipo de medicina moderna, puede torcer la dirección de la mejor de las intenciones. Sabía que habíamos llegado a tu momento. Escuché la trompeta sonando tan fuerte, que empecé a compartir hasta tus síntomas. No dormías…no dormía; no comías…no comía; te quedaste sin fuerza…me quedé sin fuerza…tenías fiebre…tenía fiebre, una identificación total. Una forma de decirte “no estés solo en esta lluvia…no te entregues por favor…yo estoy con vos”. Nos engañaste a todos detrás de tu carita arrugada. Nos convenciste de lo fuerte que eras. Y cuando tu cuerpito colapsó de dolor, pude sentir tu fragilidad más frágil, que ya conocía por haberte tocado el alma tantas veces y me quebré con vos. A veces los grandes Maestros vienen enmascarados con una habilidad que deslumbra. Mi adorado dorado, arrugado y entregado Shen, con un don de servicio inagotable fuiste, SOS realmente INCANSABLE. Nunca te importó si el paciente llegaba a las 7 de la mañana o si se iba a las 12 de la noche. Ahí estabas vos, a mi lado, “diagnosticando”, “trabajando codo a codo” como el mejor equipo, repartiendo besos al que estaba triste, jugando con el que te buscaba, llevando y trayendo ofrendas a cada uno, retrocediendo ante aquel emocionalmente perturbado, como haciéndome saber que algo no andaba bien. Ahí ibas a acostarse debajo de la camilla del más afectado. Haciéndote cargo de la enfermedad, de las penas, los enojos de cada uno. ¡Y no había manera de sacarte! Acorralándolo en dos patas contra la pared, hasta que cayera al piso para poder lengüetearlo a gusto, sacarle su toxicidad y luego irte a un costado a vomitar y empezar de nuevo. Recuerdo verte parado a la entrada del consultorio, recorrías con la mirada, el olfato, el oído, cada una de las camillas en la consulta popular y elegías dónde colocarte, con quién y para qué. Dabas señales. Siempre con el más grave. Veías lo que los demás no veíamos. Infatigable. Digno. Confiable. Una ofrenda de amor. Atendías con nosotros, hacías Chi Kung como cualquiera, practicabas asanas de yoga, Meditabas, participabas de los seminarios y de la Oración, ponías orden, si estábamos en alguna creatividad y alguien gritaba o jugaba a pelearse o generaba situaciones poco claras, aunque fuera una actuación, tenía que vérselas con vos. No te gustaban los gritos, las órdenes, la gente ofuscada, te alejabas de los enojados, pero no los perdías de vista, es decir, ponías lo que faltaba, compensabas, acompañabas sin invadir, siempre presente sin cargosear en una entrega total sin pedir nada a cambio. Siempre de servicio. De verdad que era sorprendente ver con qué seriedad te tomabas tu trabajo de sanador en esta vida. He llegado a la conclusión, que no debía de preocuparme por sacarte de la consulta. No quería que te sobrecargaras con las penas humanas de todos. Seguramente, eras vos quien estaba cuidándonos, haciéndote cargo de todo, custodiando la casa, funcionando de timbre, alerta, dispuesto, colaborador. Yo te decía cariñosamente “Doña Tota”, porque sabías todo lo que sucedía en la casa, en el barrio, en la vida de quienes llegaban, te parabas con las dos patitas en la ventana que daba a la calle y controlabas todos los movimientos, “mi pobre angelito”. Te AMO con todo mi corazón, tuviste las mayores virtudes que se puedan tener. Sintetizaste el espíritu dorado al que tantos deseamos llegar como Sísifo con la piedrita a cuestas., pero ya naciste así, fuiste así, sin ningún esfuerzo y así serás en la dimensión que habites. Naturalmente bello, por dentro y por fuera. Tu vida fue un ejemplo de entrega desinteresada, amor, servicio y gratitud. No voy a contarles anécdotas que ustedes no creerían y me tomarían por “otra babosa más de su perro”. Pero invito a quienes convivieron en la cotidianeidad con él, a que suban historias “totalmente objetivas”. A quienes consideran que ocuparse de los animales habiendo gente o chicos sufriendo no está bien, revisen su forma de pensar. Una cosa no tiene que excluir la otra. Personalmente me ocupo de la gente que llega a atenderse todos los días de mi vida. A eso me dedico. Esa es mi vida. Y también me dedico a ellos, que no pueden valerse por sí mismos frente a la crueldad humana. Son también hijos de Dios, son vida y son maravillosos. Son nuestra responsabilidad. Comprendo que haya gente a la que no les gusten los animales, pero dejen que los que sí los amamos, nos ocupemos de ellos y ellos de nosotros (y de ustedes). Gracias SHEN por haber encendido el sol de mi vida 16 años atrás, cuando tanto lo necesitaba. Nos encendiste la luz que tanta falta nos hacía. Gracias por tu inagotable fuente de AMOR, tu protección, tu ternura, tu alegría. Gracias hoy, ayer, mañana, por siempre, Gracias aquí, allá, para variar a mi lado (y yo al lado tuyo, claro). Gracias Edith, desde donde estés, por el regalo más maravilloso que he recibido a través tuyo, hijo de tu hijo de cuatro patas, Sensi, (mi novio, como vos decías). Gracias SHEN por haberme dejado a ese pedacito tuyo,TAO, aprendiz de Mago /Maestro que está aquí esperándote, como estoy yo, extrañándote y desconsolado. Te buscamos por toda la casa, sentimos tu olor por todos lados. Descansa en paz mi AMOR. TENGA EL CIELO TU COLOR. Gracias por ser un ejemplo del SANADOR, SANADORA que todos debemos ser. Ninguna raya roja tacharà tu nombre o tu recuerdo en las lìneas de mi corazòn. NOS VEREMOS OTRA VEZ. TE AMO. Desde el alma y con todo el corazón Liliana Marcela Pérez Villar.