UN ACTO DE AMOR Y CONFIANZA EN LA ENFERMEDAD
¿Es el tiempo de enfermedad de un integrante de la familia un proceso aislado e independiente de la dinámica afectiva del grupo familiar? ¿Es posible que uno enferme, a veces gravemente, y los otros estén totalmente “sanos”? ¿Podríamos evaluar la posibilidad de que esa persona se esté haciendo cargo de la expresión descompaginada de la interacción familiar? Cuanto mas grave la dolencia, la enfermedad, mayor es el depósito en quien recayó ese desajuste interno del entorno. Todas las justificaciones son pocas cuando el resto de la familia “no hace” tal o cual cosa “por culpa de…”. La “enfermedad” se convierte entonces en una “papa caliente” que nadie quiere agarrar para no quemarse. Por lo tanto, es probable que se haga cuanto esté al alcance, para que esa papa caliente esté por siempre en ese lugar y no circule. ¡Se rifa el contenido de una enfermedad! Y la papa caliente empieza a rodar. ¿Quién se hace cargo? ¿Quién se atreve a gritar ¡“NO VA MASSSSS”!?
Las inhibiciones afectivas, emocionales, las restricciones que nos imponemos a nosotros mismos “moralmente”, la supresión de la expresión y liberación de nuestra Energía Espiritual Sensible a través de la sexualidad, la sensualidad, los deseos, la represión de los impulsos agresivos, entre tantas otras cosas, son fuertes generadores de enfermedad.
En lugar de andar interpretando el origen de la enfermedad, la propuesta sería aceptarla y a partir de ello, recorrer ese camino que no hemos podido recorrer desde la salud. Tomarla como una oportunidad para aprender, modificar, crecer, evolucionar. Donde ni siquiera es importante si mejoramos o no. Llegan a la consulta cantidad de personas que en la intimidad confiesan “no haberse sentido nunca mejor, con más paz y calma mental que en un estado de enfermedad”. Aparece como un organizador interno que pone orden y aceptación al caos emocional que precedió a la aparición de los síntomas. Aprender a transitar esos períodos con confianza y fe, comprendiendo que llegan a manifestarse en ese cuerpo físico por no haber estado atento a las signos y señales de la vida es generarnos la oportunidad de un buen vivir, un bien estar. Lo que hagamos cada uno en esas circunstancias, va a condicionar la evolución o involución de ese Ser. Enojarnos, pelearnos con los Dioses y el entorno, preguntarnos soberbiamente “Por qué a mí?” es perder una ocasión valiosísima de crecimiento (de creer aunque mienta). Cada vez que se encuentre frente a esta pregunta respóndase, “¿Por qué no a mi?” Si UD. Tiene dos agujeritos en la nariz, ahí tiene la respuesta. Porque nos pasa a todos. Aunque seamos inmortales viviendo en el sentido del hacer en la trascendencia, el cuerpo físico, tarde o temprano va a claudicar. Pero su alma, su espíritu, va a trascender cualquier frontera. Somos seres libres que por fallas humanas vamos convirtiéndonos en esclavos de nuestros miedos y sentires. Y la enfermedad llega para liberarnos nuevamente o terminar de esclavizarnos. Va a depender de lo que hagamos con ella. Sería una pena evaluarla por éxitos o fracasos en relación al resultado de un tratamiento. La enfermedad es mucho más que eso. Es otro estado de salud donde vivir la vida. ¿Qué quiere hacer UD. con su enfermedad? ¿Va a tiranizar a toda la familia, va a convertirse en víctima, va a amargarles la vida a los demás con quejas y reclamos, va a enojarse y despotricar contra todo el mundo o va a hacer lo que tiene que hacer? Pero no “tiene que hacer" como mandato, sino como decreto del Cielo. Y UD. familiar, amigo, colega o novio, amante, qué parte le toca de la enfermedad de ese otro? ¿Hay algo que esté haciendo o haya hecho para colaborar con la aparición de esa enfermedad de otro miembro de la familia? ¿Quiere, puede o sabe cómo modificarlo, corregirlo, repararlo? Aquí no alcanza con la confesión de partes o la toma de conciencia. Con humildad hay que enmendarlo. Redimir. Reparar y re-generar.
ES TODO UN ACTO DE AMOR.
Los abrazo con el alma y de corazón. Liliana M. Pérez Villar.