lunes, 8 de noviembre de 2010

¡NO PUEDO PARAR LA CABEZA!


¡Es que mi cabeza no para nunca! ¡Es una máquina de pensar! ¡Es agotador! ¡Y cuando la pongo en la almohada...peor! ¡Llego a la noche serpenteando, me tiro con un “ahhhhhhhhh” de alivio, duermo un ratito y chau...me despierto con la maquinita trituradora de personas a mil! ¿Suena familiar, no? ¡No puedo parar de rumiar! Ahí empieza el famoso: “Tengo que dormir, tengo que dormir, tengo que dormir”. Es como un mantra eterno. Si, en lugar de Ommmm (aum en realidad) cada cual tiene su propio mantra: “Tengo que dejar de pensar”; “Tengo que sentir”; “Tengo que parar”, “Tengo que relajarme”; “Tengo que soltar”; “Tengo que olvidar... perdonar... analizar... comprender...esperar...aceptar...adelgazar...engordar...mejorar...” ¡Uffffffff, demoledor! Como diría Sandro: “Tengo...un mundo de sensaciones”. Luego prosigue con la otra etapa: “Estoy tannnnnnnnnn cansado/a”, “No doy mas”. DERRUMBE. Pero no se trata solamente del sueño. Lo habitual es confundir lo que se siente, con lo que se piensa. “Esto no me conviene”, “Si, siento un gran AMOR por esta persona, pero no vamos a llegar a nada” (¿?), “En realidad, lo que más me gusta es la pintura, pero me voy a morir de hambre, así que, voy a estudiar abogacía”, “Si sigo aguantando esto, voy a acabar con mi salud, pero no puedo romper el STATUS QUO, porque mis creencias, religión, cultura, imagen o intereses, no me lo permiten”, “Quiero estar allá, pero me quedo acá porque es mejor”, etc., etc., etc. Un disco rígido que se va a romper en cualquier momento. Una verdadera esclavitud. La tiranía del pensamiento. La opresión de los sentires. “Te juro que lo amo, la amo, pero me da un beso y estoy pensando en otra cosa” “No puedo sentir”. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. “No puedo seguir viviendo así, por favor, ayúdeme, voy a terminar mal, ya perdí todas las batallas, estoy dispuesto a cualquier cosa con tal de estar bien” (dos encuentros o tres, o cinco...y se acabó el compromiso, el paciente se da de alta solo, generalmente enojado/a y poniendo la carga afuera) y así...sigue corriendo por las cornisas, con una golondrina en el motor. Y pasan 5, 10, 15, 20 años y es la misma batalla, los mismos soldaditos de plomo... el mismo amor, la misma lluvia, el mismo deseo manifiesto de estar bien, el mismo intenso avance del principio, la misma huida del final y la frustración de sentir que “Es inútil, esto no tiene solución, yo soy así, qué voy a hacer”. Bueno, lo que hay que hacer es primero, dejar de creer que si se sigue haciendo mas de lo mismo, se va a modificar algo”. CONFIAR. Dejar de jugar a ILUSIÓN, FRUSTRACIÓN. Dejar de buscar ratificar desde las experiencias dolorosas, aquello que “in corporamos” (hicimos cuerpo) por allá, lejos y hace tiempo, lo que nos enseñaron en casa, en la escuela, en la facultad, el barrio, el país, el templo, la iglesia, y atrevernos a ser auténticos, genuinos, sinceros. Si somos respetuosos, cuidadosos, si consideramos el bien común, por qué no elegir desde el corazón? No estamos dañando a nadie. Diría que todo lo contrario. "Siiiiii, pero es que en mi infancia... mi mamá, mi papá, la maestra, mi hermano/a..." Bueno, pero ya pasóoooooo! ¿Cuánto más? No se trata de negar, ni de olvidar, pero al menos, colocar lo que sucedió, en un lugar que permita seguir viviendo! De lo contrario, se pasa la vida rindiéndole culto al terror o al horror! Recuerden que probablemente, se le estén prendiendo velas, sahumerios y dedicando toda una vida, a quien no tiene conciencia de lo que sucedió! Tal vez, ni se acuerda o tal vez, nunca se dio cuenta. Y en ese enganche con el pasado, los únicos que quedan emboscados, son los adoradores de lo sucedido. Ahora bien, cómo PARAR LA CABEZA? Hay que atreverse. ¿A qué? A MOVERSE. Si estás parado en un lugar y te pegan todos los pelotazos, con un paso al costado, probablemente, ya no te den. Y si te siguen dando, habrá que correrse otro paso o intentar hacia el otro lado. Lo que es seguro, es que si te quedás en el mismo lugar, haciendo lo de siempre, la seguís ligando. Cuando estamos en una clase de M.O.V.E.R.S.E., (Movimiento Energético Expresivo Rítmico Sensible) trabajando con una intención, no un objetivo a cumplir, desde determinados puntos de apoyo, con una música específica, en contacto con otros, relacionándonos entre pares, despojados, el mismo movimiento nos va metiendo en otro nivel de conciencia. Nos cambia el horizonte. Salimos del ras del piso y nos elevamos a otras alturas, pasamos la medianera y podemos entregarnos a esa Fuerza que es, en definitiva, la que nos mueve, y hacerlo mas sencillo. No somos nosotros los que nos movemos, en realidad, nos mueven. Pero es tan grande la resistencia a entregarnos, confiar, aflojar, dejar de sentir que somos los que sabemos, que estamos por encima de otros, que somos mejores, que estamos en control, y que sólo ponemos piedras en el camino para que la ENERGÍA no circule, que no hacemos votos para seguir esa energía, esa FUERZA, no. Queremos y creemos que la FUERZA somos nosotros mismos y somos quienes decidimos, elegimos, nos movemos, nos adjudicamos desde la vanidad, la falta de humildad, un PODER QUE NO NOS PERTENECE. El movimiento (que también muta en quietud, Meditación, Oración) nos permite abandonar esa necesidad de manejar, mandar, controlar, manipular, y conectarnos con algo más esencial, recuperar la conexión con lo espiritual. Pero no para vivirlo excepcionalmente, hay que sostenerlo. Sin justificaciones. Sin huir. Como caminar por un túnel buscando el camino del centro. Podemos tropezar eventualmente, caer hacia un lado o el otro, trastabillar, pero quedarnos siempre tirados de un lado o el otro y que lo excepcional sea el centro...es volver a la repetición para no cambiar, para no hacer lo que sabemos que tenemos que hacer. Excusas. M.O.V.E.R.S.E. nos va a llevar a PARAR y a BAJAR DE LA CABEZA AL CORAZÓN. Y allí, lejos de correr peligros por recuperar el sentir, estaremos mucho más custodiados, protegidos y nos dejaremos AMAR. Si al principio cuesta MOVERSE, ya sea porque llevamos demasiado tiempo de inmovilizados, si sentimos que estamos enyesados, si estamos recuperándonos de alguna situación traumática, podemos acompañar con algún masaje o incorporarlo como nuestra manera de estar en salud, o alguna sesión de acupuntura que movilice nuestra energía y sangre estancadas. Aprender a estar, a ser perseverante y no un “corre-caminos”, que huye de sí mismo, es un sendero que bien vale la pena ser transitado. Después de todo, por más que corras, siempre habrá una esquina donde te estarán esperando. Mas vale salir a su encuentro con AMOR Y COMPASIÓN. Hasta es mas elegante.
Desde el alma y con el corazón.
Lilian Marcela Pérez Villar.