lunes, 31 de octubre de 2011

PONTEVEDRA-COMBARRO.




Y el domingo a la tarde, finalizado el Congreso, volví a convertirme en peregrina. Regresé a las famosas zapatillas, el equipo fucsia y la mochila a cuestas. Compartí un taxi con una compañera uruguaya, que iba para Santiago, para cruzar O Grove hacia la estación de buses. Transportes La Unión, que por 3,90 euros, me llevaría a Pontevedra.


Una hora 40 minutos para recorrer 128 km. ¡Volvía al camino (Portugués y hacia atrás) y esta vez, a un Albergue del Axuntamiento, el único de la ciudad! Fue un viaje tranquilo y a dos cuadras de la estación, estaba el Albergue. Los voluntarios que lo atendían esa noche eran sumamente amables. Pero sin lugar a dudas, la falta de aseo del lugar era insoportable, sobre todo, en la zona de dormitorios. Fue la peor noche de todo el viaje. No pude pegar un ojo. Como al llegar sólo dejé el equipaje y me fui a recorrer los alrededores, en realidad casi todo el pueblo, cuando me di cuenta del estado de los servicios, ya estaba acostada. Tal vez, como era domingo…pero no me había pasado en ninguno de los albergues anteriores. Era muy desagradable. Muerta de cansancio y sueño, a las 6 de la mañana ya estaba en la calle. Dejé el equipaje en un locker en la estación, me fui a desayunar porque era de noche y con el primer rayo de sol, comencé mi caminata hacia Combarro, 7 km de Pontevedra. Cometí un error, pero no fue intencional. Como varias partes del camino a Santiago son por ruta, caminé por la carretera, algo que en España está prohibido. Es decir, hay unas vereditas a los costados y por momentos, una especie de banquinas. No lo habría hecho de haberlo sabido. Tuve mucha suerte que no me hayan parado, porque no habría sido muy liviana la cosa.


Llegué al hermosísimo pueblo de Combarro, como dicen allá: “el mejor ejemplo de arquitectura popular gallega y el mejor conservado”.

Vean este videito de youtube si les interesa, porque realmente vale la pena.

http://www.youtube.com/watch?v=ZWB4X04SHsc





Fue declarado en 1972 Conjunto de interés artístico y pintoresco debido a su excepcional encanto. Es como si entraras en un pueblo mágico, genuino de la arquitectura popular gallega. Pueblo marinero en el cual parece que no han pasado los años, uno de los núcleos pesqueros más hermosos de la costa gallega.


Subir la escalera hacia su casco histórico, es como entrar en un mundo irreal, en una especie de Tierra de Meigas, donde las ves colgadas por todos lados. Los negocios las exponen a la venta en todos tamaños y colores. A muchos le impresionan y desagradan, pero a muchos otros, entre los cuales me encuentro, nos han enamorado. De hecho, fue una de las poquísimas cosas que me he traído a casa, una pequeña bruja que tiene un mecanismo que se acciona con la vibración sonora. Para cuando alguien grita o los perros ladran, o al aplaudir las manos cerca, comienza a reírse al mejor estilo brujilda y sus ojos se encienden y apagan 3 veces. Parece que su intención fuera recordarnos qué es importante y qué es ridículo.



Llegué hasta Combarro motivada por el consejo de un amigo español, que me dijo que era considerado un chakra terrestre. Cuando se lo comenté a una habitante, me miró como diciendo: _” ¿De qué me habla esta mujer”?. No tenía ni idea al respecto. Pero ustedes saben que el pez es el último en enterarse que vive en el agua! La verdad es que no me resultó importante su opinión, porque mi percepción me decía que sí lo era.






Tiene 30 hórreos alineados sobre la plataforma rocosa que conforma la marina y llegan hasta la orilla. Esa es su característica fundamental. A diferencia de los típicos hórreos gallegos construidos para guardar las cosechas de los agricultores, como esta es una ciudad marítima, se utilizan para secar boquerones, sardinas y otros pescados típicos de la Ría. Otra característica es la presencia de “cruceiros” ubicados en plazas e intersecciones de las calles con motivo de la creencia gallega de protección de estos elementos arquitectónicos, de la procesión de las almas en pena que se cree que aparece en las oscuras noches gallegas. Como el espacio rocoso es pequeño y los hogares de reducido tamaño, hay un importante apelotonamiento de las viviendas de piedra.


Cuando llegué, la marea estaba muy baja y había cantidad de personas, en su mayoría mujeres, recogiendo mariscos en sus playas. Estuve tentada de irme en un barquito pesquero que junta gente y organiza una especie de excursión recorriendo las costas, por unos pocos euros, hasta que me contaron que iban a mostrar el proceso de faena y me cortaron la inspiración. No me imaginaba comiendo en el barco al mismo tiempo. Desistí de inmediato, conociéndome bien y seguí caminando. Al pueblo se lo conoce con el nombre de Cascos Vellos”, y merece ser visitado en las Rías Baixas. Algunas de las viejas casas se han reconvertido en bares o restaurantes, donde comer los mariscos más frescos del mundo, en unas hermosas terrazas sobre el mar.



Caminé de regreso a Pontevedra y aunque no lo crean, olvidé que tenía una dirección donde localizar a unos sobrinos de mi abuelo. Era un dato incierto, pero cuando lo revisé luego, me di cuenta que estaba a una cuadra. Definitivamente, quería irme ya para Carballiño y abandonar Pontevedra. Mi cabeza estaba viajando más rápido que el cuerpo y ansiaba llegar a la Aldea de Veiga. A las 17:30, salí en Monbus con un boleto de 7,30 euros. 67,2 km, en un tiempo estimado de 1h 15 minutos, pero muy curvilíneo y para mi gusto, a alta velocidad para las características de la ruta. Una muy amigable compañera casual de asiento hizo que fuera más llevadero.


¡YA ESTABA EN CARBALLIÑO!
Luego seguimos.
Desde el alma y con el corazón
Liliana Marcela Pérez Villar
lilianamperezv@gmail.com
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