domingo, 19 de abril de 2009

No somos un Photus.


El ser no sucumbe cuando su corazón deja de palpitar; el ser se extingue cuando sus pulsos dejan de tener sentido.
¿Usted…se siente viejo, vieja? Y…se puede preguntar, sin ánimo de ser indiscreta, ¿Cuántos años tiene? ¿Se siente de acuerdo con la edad que tiene o más viejo o mas joven? ¿Qué es lo que le hace sentir vital, con ganas, animado, dispuesto, alerta, en el rodeo? O por el contrario ¿Qué lo envejece, desanima, desmotiva, aletarga, paraliza? ¿Puede contestarse esta pregunta? Si no puede y está deprimido, bajoneado, triste…está en problemas. Y si puede y no está siendo coherente con ello, también está en problemas. Porque si Piensa de una forma, Siente de otra y Actúa de otra, no puede sentirse bien y se va a enfermar seguramente, si es que aún no se enfermó. ¿Siente que su vida está en el camino que lo hace vibrar o se dejó llevar, arrastrar, por lo que se esperaba de usted, por lo que se suponía que debía suceder a una persona de su edad, sus estudios, su ambiente, su cultura? ¿Cuándo fue su última locura por AMOR? ¿Cuándo fue la última vez que hizo lo que realmente todo su ser deseaba desde lo más hondo de su corazón? ¿Se encontró diciéndose a sí mismo que si volviera a nacer se dedicaría a otra cosa? ¡Qué se yo… bailarín, cantante, cirujano, bataclana, presidente, geisha…! ¿Y por qué hay que esperar a otra vida? ¿Por qué no HOY? ¿Por qué no se puede hacer algo por el sólo motivo de tener ganas de hacerlo? Claro está que hablamos de algo que no dañe a nadie. No se trata de decir: “Tengo un deseo irrefrenable de salir a asesinar gente por Belgrano con una 9 milímetros”. Por ejemplo: “Toda la vida soñé con teñirme el pelo de colorado” Lo que pasa es que siempre me dijeron que noooooooooo…que no era para miiiiiiii…y que…” ¿Y a quién corno le importa de qué color sea mi pelo? Es mas, ahora que lo pienso, voy a teñírmelo de color azul, azul violáceo y bien brillante. ¿Y por qué no puedo empezar a experimentar en el teatro, si siempre quise ser actriz? ¿Cómo es que terminé de gerente de un Banco si detesto estar encerrado/a en una oficina, me molesta el humo, y no soporto el micro centro? ¿Qué estoy haciendo en el piso 19 de Catalinas Norte? Bueno, al menos cuando salga de acá, me voy a ir a bailar salsa, si, hoy. No sé a qué lugar, ni con quién, ni qué va a suceder, pero si no bailo salsa… reviento. Es que no hay necesidad de ser Marc Anthony, Jennifer López, no hay necesidad de hacer sólo las cosas que pueda hacer impecablemente. Noooooooooooooooo. ¡Si le aflojo a la exigencia voy a poder disfrutar de hacer lo que me apasione aunque no sea el o la mejor! Si alcanza con hacerlo con dignidad y gozarlo. ¡Qué mas da si desafino o soy pata dura, si el mero hecho de hacerlo me hace feliz! Si me cambia el humor, si me siento vivo, si me levanto y ando, qué importancia tiene que no se reconozca si dibujo una hormiga o a Brad Pitt! ¡El Principito dibujó un elefante en el acto de digerir una boa constrictora y todos pensaban que era un sombrero! ¡Y no le fue nada mal! No hace falta ser una sola cosa. Puedo ser abogado y actor, monja y cantante, médico y buzo y taxista y repostero al mismo tiempo. Son aspectos de, partes de, y a poco que indaguemos en el tema, vamos a encontrar un hilo conductor. Mas de uno nos hemos salvado con estas distintas aristas de nuestra personalidad. En mi niñez, mi juguete, la compañera eterna de todo momento, mi manera de comunicarme, ha sido la guitarra. También la voz, pero como buena laríngea que “era”, las disfonías me ayudaban a seguir callando, a no hablar, a aguantar. ¡Me salvó la música! Y me sigue rescatando día a día. Mi vida es “musical”. Pienso en música, siento con música, hago a través de la música, me expreso con música, mi vida lleva música de fondo y desde el fondo. ¡Cuántas cosas condenadas por nuestro entorno han sido, para algunos de nosotros, lo que nos ha permitido llegar vivos hasta hoy, no quiero usar la palabra “NORMALES” porque no se trata de exagerar, pero como dirían los expertos: “ESTABLES”. Alguna vez leí que a Shakira la habían echado del coro del colegio diciéndole que ella no podía cantar. El mismo Einstein fue expulsado del colegio varias veces por “burro”. ¿Cuál es el modelo de la normalidad o de la anormalidad? ¿Quién determina qué es lo bello o lo feo? Desde chica siempre tuve tantas inquietudes, tantos intereses divergentes entre si, que sentía que no tenía una vocación. Estudié canto, ópera y popular, teatro, todas las danzas habidas y por haber, incluso me recibí de profesora de zapateo americano, lo que me costó 8 años de mi vida; estudié danza clásica con profesores del Colón e hice la Escuela de Comedia Musical de Pepe Cibrián. Canté en el Salón Dorado del Colón, en un grupo vocal “Gente de Canto” y como solista; fui modelo de pasarela y televisión; hice cerámica, dibujo y pintura ¡¡¡¡Fui profesora de Inglés por 20 años!!!! Capacitaba personal jerárquico en empresas; Estudié una Carrera de 5 años tan prestigiosa en todo el mundo, con la excepción de la Argentina, por supuesto, recibiéndome de Psicóloga Social; Hice un profesorado en Gimnasia Rítmica Expresiva; Yoga; estudié filosofía de Oriente y Budismo en Argentina, India y Nepal y descarté otros estudios que me seducían por igual, como Veterinaria, Arquitectura, escultura…Podría seguir. Recién cuando me recibí de Instructora en el sistema de Centros de Energía y ya avanzada en mis estudios de Medicina China, fue cuando comprendí mi vida en retroactividad y en perspectiva. Encontré el hilo conductor. Y todas esas aparentemente pequeñas e inconexas partes de mi vida, se fueron hilvanando como un collar de perlas interminable y tan maravilloso como misterioso. Ese “sin sentido” de intereses desconectados entre si por fin, significaba felicidad. Ahora si, todo era claro, espontáneo, natural. Mi vida continuó, continúa, continuará, en ese crecimiento creativo que sale todo el tiempo a jugar y exponerse de lleno, a saltar al vacío, a aprender en la experiencia vivida. Como un tonto que ve las cosas por primera vez y abre la boca y entona el mantra: “Ahhhhhhhhh…” Y la vida misma, con una contundencia total, siempre ha sido extremadamente clara conmigo, haciéndome saber dónde me quería y dónde no. A veces con suavidad, otras con despótica crueldad, dependiendo de mis resistencias y apegos, pero eso si, MUY CLARA. Un día, mágicamente, lo disociado se unió y formó el todo. Y ese todo, hoy, es infinito. Si se siente viejo, vieja, hay algo que amaba que, seguramente negó o dejó de hacer. Renunció. Claudicó. Negoció. Se sometió. Y ahora en lugar de crecer, siente que envejece. Parece mentira, ¿No? ¡Tanto que prometía esa relación, esa vocación, ese deseo al que todo su ser lo llevaba y por tan poca cosa, cedió, se resignó! Eso es vejez. No es la edad. Pero la edad lo perfecciona. Es una estructura de pensamiento muy arraigada. “Quedate quietito”; “¿A tu edad?”; “¿Cómo se te ocurre hacer eso?”; “Ya estás grande, o viejo/vieja para esas cosas”; “No te agites, no te canses, no te vayas, no piense, no sientas, no hagas”; “¡Cómo te vas a enamorar así a los 50 años!”; “¿Vos te creés que tenés 20?”; “¡Qué desubicado!”; “¿Cómo te vas a separar ahora?”, “Eso se piensa antes, ahora tenés que afrontar las consecuencias de una mala elección”. En fin, así está el mundo. Cuando hoy, comienzo a dar una clase de movimiento, indefectiblemente, todo este recorrido viene a mi corazón. Ahí comprendo y sonrío. Cuando entro en una consulta con un paciente y lo percibo como una obra de arte, única e irrepetible, como un lienzo en blanco, sonrío. Eso es experiencia, no vejez. Sonrío de felicidad, agradecida al Cielo por haberme llevado y traído por los lugares exactos, las vivencias justas, los aprendizajes necesarios, aunque a veces lacerantes, por haberme llevado y traído a ciegas y sordas, sin conciencia y a pesar mío. Y “me” agradezco, el haber sido tan cabeza dura, como para seguir levantándome cada mañana diciendo: “Ya va a pasar”, “Dejate llevar”, “Confiá”. Agradezco a la vida el haberme arrancado a patadas de lugares, situaciones, relaciones de las que no quería salir en mi ceguera humana, porque para estar acá, era necesario salir de allá, a pesar del desgarro. Confíen. Sigan sus instintos. Conéctense con sus intuiciones y sentires. Sean fieles a su corazón. Déjense guiar por Fuerzas invisibles, superiores a cualquier fuerza humana, que ven lo que nosotros, a veces no vemos (aunque no estemos de acuerdo). Acéptenlo. Da lo mismo colapsar en ese país tan lejano al que no se anima a visitar porque tiene miedo de que le pase algo, que colapsar acá, en su barrio, su casa, su cama. “No se quede quietito”. “Viva sus sueños”. "No se prive de navegar en el barco de un amigo porque vendió el suyo al cumplir 90 años", ya sabemos que como el suyo no hay, pero disfrute de éste, de su amigo y así no va a pasar sus días lamentándose porque "ahora no puede navegar como antes y su vida no tiene sentido". No deje de cantar aunque su vecino lo quiera matar por desafinado, que se la banque. Apuéstele al amor, cualquiera sea la circunstancia, no negocie con el amor porque lleva todas las de perder. Los adultos no somos un Photus. Si, no necesitamos que nos saquen a tomar sol, nos entren cuando está frío, no nos hace bien no movernos, nos rigidizamos. Pónganse en movimiento. No cualquier movimiento. Movilice su energía, su respiración y ventile las compuertas de su corazón. Si quiere, venga a empezar a hacerlo con nosotros, que en eso…humildemente…podemos iniciarlo. Con el alma y desde el corazón.
Liliana Marcela Pérez Villar