domingo, 4 de enero de 2009

Secreto de confesión:"¡LOS REYES MAGOS EXISTEN!"



Y así nomás, sin anestesia previa, como si fuera tan sencillo de aceptar, quebramos un universo fantástico y creativo; cruzamos ese límite tan endeble entre lo que creemos y lo que no creemos. Como si fuera un invento de la mente para desconectarse del mundo real. Como si sólo existiera aquello visible, comprobable, “Si no lo veo, no lo creo”. Ah, bueno, así cualquiera cree en cualquier cosa. Es como creer en Dios cuando toma las decisiones que deseamos que tome, pero si no nos gusta lo que decide…ah, no, qué barbaridad, ¡Cómo pudo Dios hacerme esto a miiiiiiiiiiii! ¿Por qué a mí? ¿Cómo puede permitir que suceda esto? Bueno, si no te gusta, para algo te habrá puesto en el mundo, ¿no? ¡Será para que hagas algo al respecto, además de quejarte! Porque para quien confía realmente, para el que cree, no hay necesidad de pruebas de ningún tipo. Si desconfía, si sospecha, seguramente será por sus propias oscuridades que no dan con la luz aún. No necesita ver, oír, tocar, oler, probar… Cree. Confía. Tiene fe. ¿En qué? Ese es otro tema. Allá cada quien con sus creencias. Pero hay una confianza, más allá de la mente. Aunque para ello hace falta atreverse a soltar la necesidad de control. Nadie controla nada. Pero la fantasía ególatra de sentirse “en control de las situaciones” es muy tentadora y convincente.
Si tenemos la posibilidad de trasladarnos hacia otras dimensiones, dejarnos llevar y traer por fuerzas que van más allá de nuestro alcance como seres humanos, entrar en el mundo de la magia, de lo todo posible, como Harry Potter, nos permitiríamos soñar y desplazarnos por el infinito y sobre todo, nos permitiríamos SENTIR , además de “hacer lo correcto”.
La sociedad de consumo, el mundo materialista hace todo lo posible para conspirar contra la magia, los descubrimientos, los sentimientos. Hoy hay una jerga cibernética entre los adolescentes que suple el lenguaje de los sentires y hace que se pierda la atracción por la ilusión, la sorpresa, la magia. Se pierde la imaginación. Se pierde la posibilidad de creer en la realidad de un sueño.
Y cuando sucede algo maravilloso, cuando todas las fuerzas conspiran a favor de la creación y sucede el milagro… ¡Ah, Magia! Como si fuera una película…lo vemos…entonces creemos.
Desarmamos lo conocido, para rearmar desde el misterio. Mezclamos las cartas de nuevo y damos otra mano, otra visión.
“Por arte de magia, esto que no era…ahora es”. O mi imaginación se ha permitido verlo de otra manera. ¿Qué sucedió? ¿Qué cambió? ¿Escucharon a alguien decir alguna vez: -“No puedo parar la cabeza”? ¡No poder parar el pensamiento! La mente que nos tortura con sus juegos manipuladores y cree que el conocimiento, la razón, la interpretación, la materia es la única forma posible de vivir. ¿Qué es lo verdadero y qué es lo falso? ¿Es un hermoso sueño, menos real que Wall Street? A pesar de la compulsión y necesidad humana por la mentira material, el universo se encarga de mantener con vida la imaginación, aunque en su gran mayoría, esté agonizando. Alimentémosla y no la dejemos morir.
Parece que hoy, la forma de reencontrarse con la magia es a través de estímulos químicos. Para “viajar” consumo lo que sea, porque se ha perdido la capacidad de volar con la propia imaginación, de generar esa ilusión, de entusiasmarse, de desplazarse por los sueños, de disfrutar de la fantasía, de apasionarse. Hoy, apasionarse es sinónimo de excitarse. Pero la pasión tiene otros aspectos mas elevados también.
El límite es el cielo. Sin ponerle un stop a la ilusión desde los entuertos de la mente.
Al escribir esta última oración, recordé a mi abuelo Víctor mirando la tele en el comedor de su casa. Para entonces, era una niña muy pequeña y él me contaba lo que iba viendo, como si estuviese allí, montado en un caballo con el Llanero solitario y disparándole a los malos. ¡Él se lo creía totalmente! Los actores no actuaban, se pegaban de verdad y hasta se morían.
Pero era el mismo Víctor, que en la madrugada del 5 para el 6 de enero, cuando creía que estaba dormida, colocaba un recipiente con agua y pasto fresco para que los camellos se recuperaran de su largo viaje. Recién ahí, conseguía dormirme. Pero nunca entendía, que se cuidara tanto a los camellos y no se les dejara ni un vaso de agua a los Reyes Magos. Tal vez, porque eran magos, entonces no necesitaban del mundo real, pero los camellos debían de ser magos también. Tampoco entendía cómo tres camellos y tres Reyes Magos, llenos de regalos, iban a subir por la escalera de la casa del barrio de Liniers, sin que nadie los viera y sin romper nada. Pero los esperaba, convencida de que iban a llegar. A pesar de ver al abuelo colocar los regalos una noche, mi imaginación se las ingenió para seguir esperándolos, aunque en el colegio me preguntaban –“¿Vos…ya estás avivada?” Lo que quería decir, si ya sabía que Los Reyes Magos eran… ¿LOS PADRES?...o los abuelos…noooooooooooooooooooooo. ¿Pero a vos quién te dijo eso? Seguro que fueron tus padres que no creen que existan. Pero no me voy a dejar desilusionar tan fácilmente. ¡Son los adultos que necesitan encontrarles la lógica a todo para poder comprenderlo! ¡Como no les alcanza con ser padres, ahora además hasta quieren ser Reyes, Reyes y encima Magos! Lo que pasa es que los grandes siempre mienten, están acostumbrados a mentir todo el tiempo. Ellos creen que los Reyes Magos son para traer regalos nada más. Pero cuando era chica, ellos venían a la noche, subían las escaleras de Liniers, con los camellos y todo, te lo digo porque después quedaba pasto por las escaleras y el agua estaba medio vacía. No hacían ruido para no despertarnos.
Pónganle el pastito, el agua y unas cervezas si quieren a los tres viejos sabios. Hagan su cartita expresando sus deseos, para ustedes mismos, ellos son magos y no necesitan que les pidan nada, ya lo saben. Y confíen. El peligro con pedir lo que deseamos, es que si está previsto en nuestro camino, va a llegar. No desesperen.
Desde el alma y con el corazón. Liliana M. Pérez Villar