sábado, 22 de noviembre de 2014

En el dìa de la musica. LA MÚSICA TODO LO PUEDE SANAR


¿Qué hubiera sido de mí, sin la MÚSICA? ¿En qué psiquiátrico andaría ahora? Sin mi mejor amiga del alma y ese instrumento amado, que además de la voz, la Providencia puso a mi alcance, para rescatarme de un submundo de largos y arduos aprendizajes. La VIOLA. ¡Con ese nombre! La “VÍ”… y dije: “¡HOLA!” Amor a primera vista. En realidad, la primera que llegó a mis manos, era un regalo que mis padres le habían hecho a mi hermana del medio, Patricia. Pero, por razones que no vamos a mencionar, ese encuentro no prosperó. Fue mas hacia el lado del desencuentro. En cambio a mi… me llamaba. –“¡Liliaaaaaaanaaaaa, sacame de este estuche!” Pasó un tiempo prudencial, hasta que un día, estando ya en tercer o cuarto grado de la primaria, le dije a mamá:
-“Mami, voy a llevar la guitarra al colegio, porque la señorita nos dijo que lleváramos cualquier instrumento que tuviéramos en casa!” Si, así, con esa vocecita que se están imaginando. –“Pero hija, si vos no sabés tocar la guitarra!”.
-“Sí que sé mami”. (qué poder de convicción)
No recuerdo el nombre de esa maestra, ni su cara, pero si ella supiera…
Cuando regresé del colegio, mamá, como quien quiere la cosa, me preguntó cómo me había ido.
-“Bien mami, hoy tocamos Felipe Varela y Yo vendo unos ojos negros, y la señorita me dijo que ya era la Directora del CONJUNTO” jajaja.
Lo escribo y recuerdo su cara de sorpresa, entre risa y espanto. ¡Será por eso que la quería tanto!.
Nunca supe cómo sucedió. Sólo sé que la tomé entre mis brazos (o ella a mí) y me puse a tocar como si supiera, como si hubiera tocado toda la vida. Y nunca mas nos separamos. Y puedo aseverar, es decir, “está científicamente comprobado” (para quienes necesiten de la ciencia para creer), que decididamente, “me salvó la vida”.
Resulta que de chica… no hablaba… pero cantaba. Tal vez, no lograba comunicarme directamente con pares o grupalmente, (¡cómo cambia la gente!) pero pasaba horas y horas tocando la guitarra y cantando con amigos. Y si no lo hacía con mi cuerpo, compartía el sentir de ellos al hacerlo, y juntos entrábamos en un mágico mundo de ensueños, en algún campamento, frente a un fueguito, o en la playa, o en la casa de alguno de nosotros… Cualquier lugar era perfecto. Cantar era un placer, compartir el canto y la guitarreada, a veces con batería y todo, cuando estaba Vicky, era maravilloso.
El problema empezaba cuando tenía que ir a cantar a la radio o televisión, o a algún boliche de aquellos tiempos, que Mario Torres, mi “representante artístico”, jajaja, amigo de mi padre, elegía muy cuidadosamente como si fuera su propia hija. Indefectiblemente, me quedaba afónica. Lo curioso era que, como todo cantante sabe, al tener que cantar igual para respetar el compomiso previo, cantaba fenómeno, la voz salía de algún lugar y al terminar, volvía a quedar muda. ¡Es que sólo quería cantar por cantar, nada más! ¡Anécdotas miles! En un Festival Monstruoso, no recuerdo cuál porque debía de andar por los 12 o 13 años, donde participaban los grandes de la ´musica Nacional, subí solita, guitarra a cuestas, a “interpretar una canción que decía literalmente algo mas o menos así”. Es que había aprendido recién Puerto Montt y estaba encantada con ella. Pero como no recordaba la letra, se me ocurrió darle un papelito a mi amiga Claudia, para que me “soplara” (como en el cole). El tema es que había tanta, pero tanta gente, que nunca supe dónde se habìa metido y muchísimo menos, la letra. Fue la versión mas original de Puerto Montt, que recuerde. Total… quién se iba a dar cuenta, si solamente estaban todos los que la cantaban!. Por suerte, en aquella época, aún existía la COMPASIÓN, y todos estallaron en un aplauso que suavizó un poco el papelón. Siguió el Fogón del Almirante, en el Colegio secundario, el Alte Brown de Haedo, donde entre otras, encontré el inmenso disfrute de cantar con una amiga, Diana, que jamás volví a sentir, porque teníamos un entendimiento instantáneo, sobre todo con Rosarito Vera Maestra. Ya de grandes nos reencontramos y sumamos a nuestro amplio repertorio "Tell him", casi nuestra obra màxima y Cabaret. Hasta que un día, luego de ver por 15º vez Nace una estrella con B. Streisand y Chris Christopherson , decidí junto a un foniatra, comenzar a estudiar canto. Caí así en manos del genial Iasha Galperín, quien para mi sorpresa, me hizo cantar ópera. La primer clase, estaba re tentada y él me quería matar. Pero como todo gran Maestro, me hizo cantar Lascia ch'io pianga (nunca la había oido en mi vida) y como su nombre lo indica, terminé llorando desconsoladamente de la emoción. Allí comenzó mi paseo por la ópera de su mano, que a su vejez, continuó con Gustavo Valerio, hoy Regente del Teatro Colón, quien, sin lugar a dudas, fue de quien más aprendí vocalmente. Pero un día, me dí cuenta que hasta el feliz cumpleaños me salía medio operístico. Ya no encontraba placer en cantar como antes, porque la técnica se había robado el alma de aquella niñita, que se comunicaba y expresaba espontáneamente. Coincidió con la propuesta de integrar el grupo vocal Gente de Canto, con Jorge y Luis María Batallé, Alberto Ratto, y en ese momento, Carlitos Fanelli. Ahí, tomé la desición de volver a lo popular, aunque seguí cantando ópera y para ello, tomé unas clases con Susana Naidich, quien me retornó a una voz mas blanca. Compuse, canté en la Escuela de Comedia Musical de Pepe Cibrián, donde paralelamente hacía zapateo Americano con Ana Padilla, Danza contemporánea con Carlos Veiga y Clasica con no me acuerdo el nombre, pero ya había estudiado varios años con gente como Hugo Valía, etc. Y teatro con mi adorado Profesor y amigo eternamente en mi corazón, Cesar Pierri.
Cuando hoy me paro junto a la barra para comenzar a dar una clase de M.O.V.E.R.S.E. cada uno de ellos, cada experiencia, cada aprendizaje, me enciende el alma, el cuerpo y abro la boca y todos ellos salen desde el fondo de mi corazón, y el aire vibra, se mueve, el cuerpo todo palpita, se deja llevar, se deja ir en una danza, lo llevan, y en ese lugar…no hay afonías ni disfonías , no hay temores, procupaciones, exigencias, presiones…sólo hay…SENTIRES. MOVIMIENTOS ENERGÉTICOS EXPRESIVOS RÍTMICOS SENSIBLES. Es como bañarse por dentro, como pasarse el plumero, un éxtasis porque si, porque se nos dá la gana. Y en el camino me encuentro con otros que también se van animando y nos unimos en una DANZA SAGRADA DE ALMAS ENTRELAZADAS PRIMITIVAS, CASI TRIBALES. ¡Venimos tan bien equipados! Con mas o menos limitaciones, pero siempre están los recursos de alguna forma. Y si no hay piernas…hay brazos, y si no hay vista…hay escucha, y si no hay ritmo…hay ganas, y si no…hay… siempre hay.
Hay MILAGROS. Y eso nos permite conmovernos, movernos con y asombrarnos, recrearnos, respirarnos, despertar a otros niveles de conciencia. ¡ESTAR VIVOS! CANTAR Y DANZAR EL RETORNO. LA TIERRA. SALIR DE LA ESCLAVITUD EN LA QUE NOS REFUGIAMOS LOS SERES DE HUMANIDAD, DONDE NOS OCULTAMOS Y ESCONDEMOS Y MOVERNOS LIBRES. LLEGAR AL FONDO DE LA ESCENCIA PARA ELEGIR: GUERRA O PAZ, CONSTRUIR O DESTRUIR, OFRENDAR O ROBAR. A veces, el sólo sonido de una nota, una palabra, una voz, es capaz de avivar un sueño dormido. Un gesto, una mirada, un beso, una caricia, el recuerdo grabado en la piel… MOVERNOS NOS TRANSFORMA. Porque ser espiritual no significa ser serio, sobrio, aburrido, mas bien, todo lo contrario. ¿O ustedes creen que Dios es un señor barbudo que pierde su tiempo espiando por las cerraduras de los dormitorios? Para ser Dios hoy, HAY QUE TENER MUY BUEN HUMOR. Dios o quien ustedes elijan. Mi Dios es muy divertido, entre otras cosas.
A tod@s aquell@s que hayan cantado o danzado conmigo, que hayan compartido un concierto, un teatro, una creatividad, a quien me sostuvo en sus brazos al son de un te AMO, a J. Lennon y Pavarotti, por haber cantado conmigo en los miles de kilómetros caminados en el comedor, tratando de dormir a Luciano y Agustina de bebés, al llamado de “mamu”, a mi viejo cantando “Ojos negros”, a mi vieja cantando de todo, pero sobre todo “Muñequita linda”, al abuelo Victor cantando “Préstame tu caballo pa ponerlo en mi cintura”, a Perico cantando (bue, es una manera de decir) “Canción para Julia”, a todas las voces amigas, a quien me tocó el violín al oido y me acarició como a un violín, a quien me cantó “Suave que me estás matando…” y me enseñó a bailar vallenatos, entre imitaciones de Leonardo Fabio y desfiles con dragones en la espalda, a mi mundo musical interno y externo, a los que vinieron luego a Gente de Canto, Carita, Jorge, Melo… a los familiares de los que ya cambiaron de domicilio, pero siguen compartiendo el recuerdo por siempre, a Popi, Alcides, al flaco Menotti, que en una cena con Alberto me dijo: “¡Piba, si bo queré jugar en primera, no te podés sentar en el banco!” y así, me animé a grabar Los buenos no son tan buenos, tema que había compuesto y cantábamos con el grupo y no me animaba a grabar, a Mozart, Bach, Callas, Verdi, al sonido del viento, a las olas del mar, al canto de los pájaros, a la lluvia en el techo, el trueno, a la voz del amado, al recuerdo de la voz del amado, a Shen soñando, a Tao soñando, Shen ladrando, Tao ladrando, Shen y Tao haciendo cualquier mùsica, a Mercury, Carreras, Charly, David, Pedro, Pino, El flaco, Mercedes, Liliana Vitale y Herrero, a Victoria de los Angeles, Maná, Pink Floyd, Genesis del comienzo, Rod Steward, Clapton, J Cocker, Goyeneche, Varela, Tita, H Oliva, Tatav, El Cigala, La Niña, El Nano, J Sabina, L Salinas, Coltrane, Hendrix. Joplin, Michael J, The Who, J Anderson, Vangelis, Kitaro, Los cantos Budistas Tibetanos, Mantras, al flamenco, el tango, la salsa, los lentos…
A todos y cada uno de los ANAMCARAS Y ANAMCOROS, los de ayer, los de hoy y los de siempre. Porque la vida nos siga haciendo danzar y cantar a su ritmo, estremecernos juntos, emocionarnos, divertirnos y enamorarnos. MOVERNOS. Liliana Marcela Pérez Villar