viernes, 13 de febrero de 2009

ENAMORADOS. EN AMOR-DAOS

¿Cómo es la cara del amor? Cuando pienso en el amor imagino una sonrisa. Una sonrisa liviana. Muy liviana. Tan liviana que no aterriza. No pesa. Como si no perteneciese a este mundo. Etérea, suave, eterna…Imagino un aroma…fresco, como una brisa que apenas roza al pasar, un toque alado, que envuelve y alza… y flota…y permanece…una mirada que lo dice todo, pero todo, todo, todo. Una mirada cómplice que es una mezcla de ardor y escalofrío. Pienso en autenticidad, espontaneidad, complicidad, alegría, confianza. Cuando siento el amor…siento ganas. Ganas de respirar, de volar, de existir, de tirarme al agua, de oler, de acariciar, de cantar y bailar, ganas de moverme, reconozco las cadenas que me atan y condenan, las rejas que someten, porque solas, solitas se van soltando, aflojando, des-sujetando, sin ningún esfuerzo de mi parte. El AMOR libera. En lo personal, me doy cuenta de su llegada porque quedo muda (que es casi un milagro) como milagrosa es su aparición. Porque ese es el lenguaje del amor. Las sonrisas, las miradas, los roces, el lenguaje del corazón. ¿Le ha pasado alguna vez que el mínimo roce con otra persona le hiciera levitar? Sisisi, no estoy exagerando. Pasa él, pasa ella y usted siente que lo toman del Cielo y lo levantan y levita. Por eso enmudece. Porque ante el menor ruido, cualquier distracción que cortara ese hilo invisible que nos sostiene en el aire, caeríamos estrepitosamente al suelo, estrellándonos contra la materialización del mundo. ¡Ahhhhhhhhh…el AMOR…ese abrazo derritiente, diluyente, entre dos corazones que golpean por salir y unirse a campo abierto y ser flor, mariposa, sol y volar…sin exigencias…sin chantajes…mas allá de la edad, porque es como una flor que está siempre brotando, renaciendo día a día, mas allá de las diferencias, porque mira con el alma y no a través de los ojos. Es esa puerta a través de la cual llegamos a conocer la devoción. El Amor es sólo un principio. Por eso AMAR sana el alma. AMAR a un hombre, a una mujer, un ideal, un rayo, pero amar. ¡Tanto se fija el ser en si es amado, porque no es capaz de darse cuenta que en el fondo, es él quien no sabe amar! ¡Que ha aprendido todo mal! Si no fuera amado, amada, ya estaría en otro nivel de existencia, en lugar de estar quejándose por lo que no le dan, por lo que no le hacen, por lo que no le aman. En lugar de apasionarse por la felicidad del amado, se coloca en el centro del mundo para que ese mundo le rinda pleitesía. Y a pesar de ello, cuando los Dioses deciden darle otra oportunidad a ese ser tan auto-centrado, tan auto-referenciado, para que se anime y de testimonio de amor en su vida, para que baje de la cabeza al corazón, y deje de analizar si le conviene o no le conviene…le manda AMOR. Le manda AMOR para que se rescate. Y así y todo, en la general…huye, se refugia de su incapacidad de dar, en las ruinas de su corazón. Y se reseca, se pone mustio, rancio, marchito y envejece. Madre Teresa de Calcuta decía: “Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal”. Pero el ser humano decidió dejar de sentir, cuando evaluó su vida en términos de pérdida y de ganancia y en la necesidad de sentirse “en control” o “con el poder”. Así pasa de “dominado a dominador” y se pierde de vivir la magia del amor. Su amor propio es más poderoso que el mismísimo sentido de trascendencia del amor. El verdadero sentido del amor no es una sensación abrumadora, opresora, por el contrario, es un sendero hacia la inmensidad de una conciencia liberadora integral y Divina. Es una especie de ofrenda de vida, una donación, donar una acción, un don que nos hace actuar, un don que sana. El AMOR es locura y si acaso recobrara el juicio, comenzaría a agonizar.
Decía Don Quijote:
* El amor antojadizo no busca cualidades, sino hermosuras.
* El amor es deseo de belleza.
* El amor junta los cetros con los cayados; la grandeza con la bajeza; hace posible lo imposible; iguala diferentes estados y viene a ser poderoso como la muerte.
* El amor nunca hizo ningún cobarde.
Y además es un embellecedor sin igual. No se prive del milagro. Atrévase. Ame y déjese amar.
Liliana M. Pérez Villar.