"Te conozco Mascarita aunque uses antifaz"! (abuelo Victor)
Es mi deseo simplemente, que sepas leer detrás de las palabras que halles aquí y te sirvan de sendero para iluminar tu alma. Son palabras nacidas de una enamorada de la existencia. Y con tanta urgencia en el planeta de sanar corazones, con tanta desconexión del verdadero AMOR que caracteriza hoy a la humanidad, urge también, la necesidad de volver a enamorarnos de la vida, de la belleza, de lo esencial, de lo que tiene sentido. Justamente: “SENTIR”. Cuando se está muy dependiente de lo que se habla de nosotros, de la opinión de los demás, primero, terminamos comportándonos como ellos querían y segundo, se desperdicia tanta energía innecesaria, que quedamos agotados. Nos convertimos en el producto de las expectativas de los demás, que generalmente, nada tienen que ver con nuestro sentir verdadero. Pero creemos estar “portándonos bien” y ser “dignos de cariño y aprobación”, cuando en realidad, sólo estamos actuando a control remoto. Debe de ser extenuante, interpretar un personaje teatral toda la vida. Por ejemplo, ser un “Othelo” eterno, o la “Bella Durmiente”, “Peter Pan”, “La abuelita de Caperucita Roja” o “El lobo”, o… ¡Toda la vida! Pero fuera de estos personajes de fábula, solemos asumir roles, que se nos adjudican y/o aprendemos de niños, y vamos sosteniéndolos a través de los años, con una hidalguía que apabulla. “La madre hacendosa, dedicada, aplicada o histérica e insoportable”, “El padre trabajador, proveedor, responsable o irresponsable, ausente, aprovechador”, “La hija, el hijo perfecto, o rebelde, o estudioso, o vago…” “La mujer sensual o asexuada” “El varón domado o el piola bárbaro, conquistador y coleccionista de mujeres”, “El sabelotodo”, “La siempre lista”, “El peleador o patotero”, “El falopero”, “La come hombres”, “El contra que tira petardos para llamar la atención”, en fin, seguro que cada uno ya se identificó con el propio. Y no importa cuántas películas se hayan filmado con ese rol protagónico. No importa si nos termina mandando a un quirófano o al mismísimo cementerio. Lo seguimos interpretando una y otra vez, como si fuese una virtud, cuando en realidad, es todo lo contrario. Creemos que ser tolerantes o escrupulosos, rígidos, soberbios, cerebros mágicos, etc., es una virtud, un don, y nos sentimos muy orgullosos cuando actuamos así, y nos escuchamos diciendo: “Y no le aflojé ni un poquito, eh?”, “¡Le dije…bla bla bla…y lo dejé mudo!” No quiero entrar en terrenos pantanosos de otros ejemplos, que darían para ampliar por otros costados, pero en términos generales, allí donde entra la política, la religión, el racismo, las jerarquías sociales y otras hierbas, es mucho más penoso. Da la sensación, que el Ser de Humanidad se siente agrandado, o mejor dicho, un grande, cuando actúa así, sosteniendo ese personaje aunque probablemente, nunca se haya preguntado si es reflejo de su más genuino sentir o si en definitiva es un esclavo del papel que le tocó desempeñar en sus núcleos primarios y fue repitiéndolo día a día, dándolo por bueno. Y aún sintiéndose infeliz, sin encontrarle sentido a la vida, continúa repitiendo y repitiendo en su inconciencia, como un autómata, como si no hubiera otra posibilidad. ¿Y cómo puede culminar su existencia? Siempre hay una Fuerza, que nos tira una piedra y nos baja de un hondazo. Algo que nos deja como un gallo desplumado, patas para arriba, en caso de tener la suerte de que se nos dé “otra oportunidad”. Aunque es verdad que, hay gente que no resuena ni a cañonazos. Nosotros llamamos a esto “CORAZAS”. Son estructuras que actúan como mecanismos de defensa, que lejos de ser protectoras, son esclavizantes. Estas corazas pueden ser Duras, Rígidas o Blandas. Nos van a estereotipar en Dramáticas de Relación Internas de Abandono, de Exclusión y de Persecución. . Si bien todos tenemos un poquito de cada uno, siempre hay alguna que predomina. Es muy complicado trabajar estas corazas desde la palabra, porque obviamente, es algo que no vemos. Como mucho, podemos sospecharlo, pero vamos a defendernos a muerte de quien intente mostrárnoslo. Seguramente va a causar mucho enojo, manifiesto o no, disfrazado de otra cosa, pero es muy difícil de ver y modificar. Para eso, tenemos la posibilidad de trabajarlo desde el movimiento. El cuerpo es tan evidente, tan contundente en sus expresiones o no expresiones, (que es una forma también de expresar), que no puede pasar desapercibido. El cuerpo habla, y es mucho más sincero que las palabras. Como es el que se va haciendo cargo de todas nuestras historias de vida, cuando se expresa, es muy claro. No podemos romper las corazas a patadas. Eso sería contraproducente. Hay un proceso a respetar, para quienes sean concientes de que “algo no anda bien” y a pesar de haber hecho esto o aquello, no logran estar bien. Y no digo mejorar, eh? Digo estar bien, (como diría Eladia)…”A pesar de todo”. Por eso, nunca llegamos a ser multitudes. Muchos llegan convencidos de buscar un camino de cambio y cuando lo encuentran… aparecen las excusas. Quienes seguimos por el “sendero del medio”, aprendimos a comprometernos con un estilo de vida, que ya no nos da la opción de posponer para más adelante, sino que nos conecta con la urgencia de crear una NUEVA HUMANIDAD. Ya no hablamos de mejorar esta. Hablamos de empezar de nuevo, antes de que nos “hagan empezar a la fuerza”. Es difícil aceptar que hay cosas que no hacemos bien, que hay otras que debemos cambiar, que tenemos fallas…pero es mucho más difícil vivir así, como si fuéramos quienes no somos. Estamos acostumbrados a esconder los defectos por temor a que dejen de amarnos. Como si el AMOR tuviera que ver con ser una persona perfecta. Para quien nos ama, siempre somos perfectos, aunque estemos gordos, pelados, viejos, panzones, cabrones, enfermos… En ANAMCARA, estamos comprometidos a crear un clima amoroso, de confianza, donde todos nos atrevamos a la sinceridad, a trabajar con nuestros lados oscuros para generar más luz, y para esto, es de mucha ayuda el testimonio de todos los que han pasado y están en la Escuela, aportando con toda humildad, un granito de arena para generar un mundo nuevo. Un mundo de AMOR. Los esperamos para que se sumen a esta nueva forma de estar en el planeta. Vengan a M.O.V.E.R.S.E. con nosotros que hay mucho por hacer.
Desde lo personal, hoy agradezco a todas las experiencias y a todos los seres que me dieron la oportunidad de aprender, que la vida no es un escenario, ya que desde entonces, me atreví a ser como soy.
Desde el alma y con el corazón. Liliana Marcela Pérez Villar.